La Mesa Agroalimentaria Argentina se lanzó en junio pasado con el objetivo de ser la voz del “otro campo”, el que representa a las cooperativas, la agricultura campesina e indígena, los pequeños productores y cuya producción no está pensada como commodities sino en cómo abastecer el mercado interno con alimentos de calidad y a precios justos en los dos extremos de la cadena: del productor al consumidor. Desde el lanzamiento, la propuesta productiva se reflejó en cada presentación de las mesas regionales: la primera fue Buenos Aires desde el Mercado Cooperativo Mayorista de la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT) y la segunda fue Mendoza desde el Almacén Campesino del Movimiento Nacional Campesino Indígena- Somos Tierra (MNCI-ST). Este martes fue el turno de la regional Córdoba y el sitio elegido fue el corazón productivo de la cuenca lechera en la planta láctea de la Cooperativa El Craikense, ubicada en la localidad de James Craik.
“La mesa busca ser una herramienta de representación, la voz de muchas economías regionales que no están siendo escuchadas por el Estado. Productores lecheros, caprinos, de hortalizas, de miel, que necesitan un lugar donde plantear sus problemas, plantear lo que necesitan para crecer”, sostuvo Sergio Vigliano, presidente de la cooperativa El Craikense y secretario de la Federación de Cooperativas Federadas (Fecofe), y reforzó el objetivo de continuar expandiendo la Mesa con cada regional: “Que el ‘otro campo’ sea escuchado y puede ser proveedor a precios justos y solidarios para combatir, de una vez por todas, la emergencia alimentaria”.
Ese “otro campo” reunió en la sede de El Craikense a unos 40 representantes de las pequeñas y medianas cooperativas agrícolas, ganaderas y lácteas, y a los pequeños productores de la agricultura campesina: productores caprinos y hortícolas, la mayoría de ellos reunidos en el Movimiento Campesino de Córdoba (MCC), que representa también otra experiencia de comercialización colectiva con el almacén campesino Monte Adentro.
“Fue un hecho histórico para el mundo agrario de Córdoba porque nos encontramos dos regiones históricamente separadas, el noroeste y el sur de la provincia”, destacó Santiago Elena, representante del MCC de la regional Traslasierra. El noroeste cordobés es la zona que preserva lo que aún queda de monte nativo, una zona seca donde la relación con ese monte y la diversidad productiva de la agricultura campesina e indígena persisten y se organiza a pesar de la postergación en materia económica y de infraestructura productiva. El sur cordobés se integra a la región pampeana, al modelo hegemonizado muchas veces por el agronegocio.
“A pesar de esas diferencias estructurales, nos encontramos con un montón de cooperativas agrícolas, ganaderas y lácteas medianas y pequeñas que no están pensando la producción para la exportación ni como insumo para la industria si no en la mesa de los cordobeses. En producir alimentos sanos y a precios justos”, insistió Elena.
“Con el compromiso de todas las partes se pueden lograr precios accesibles”
La cooperativa El Craikense tiene 95 años de historia, 120 asociados y una planta de producción de quesos que procesa 100 mil litros diarios de leche, que provienen de 40 productores de la zona, más de la mitad socios de la cooperativa y otros que entregan su producción. La cooperativa sobrevivió a una profunda crisis del sector que, en 2019, registró el consumo anual más bajo desde 1990 con 162 litros anuales por persona, según el Observatorio de la Cadena Láctea Argentina (OCLA). Y el repunte del sector comenzó a sentirse en los balances de la cooperativa que tuvo un crecimiento en el nivel de leche procesada del 32 por ciento de 2019 a 2021.
Desde la cuenca lechera más fuerte del país —Córdoba y Santa Fe reúnen cerca del 65 por ciento de los tambos—, Vigliano reseña que aunque la producción volvió a subir, y los precios al productor actuales de entre 32 y 34 pesos el litro dejan rentabilidad, lo que se ve es que tras la crisis de los últimos años esa producción está más concentrada. “Hay muchos tambos que desaparecen, en particular, los productores más chicos”, apunta.
La concentración en el mercado de la producción láctea se materializa a solo 16 kilómetros de Jaimes Craik. Siguiendo hacia el sur por la ruta 9, en Tío Pujio, está la planta de Molfino Hermanos, subsidiaria de la multinacional canadiense Saputo, que también tiene un pie en la localidad santafesina de Rafaela y supo absorber mercado con la caída de Sancor. La firma (comercialmente conocida por la marca La Paulina), en 2020, se ubicó como la máxima exportadora de quesos a nivel regional. Procesa 3,5 millones de litros diarios, según la OCLA, apenas detrás de Mastellone Hermanos, la mayor industria láctea del país.
A pesar de las diferencias de volumen de producción entre las firmas multinacionales y las cooperativas, El Craikense paga a sus productores el mismo precio por litro de leche que las firmas multinacionales y mantiene con ellos una relación de mutuo beneficio, mientras que para los consumidores los quesos llegan a precios más económicos (o competitivos) que los de las empresas exportadoras.
Por el lado de los productores locales, la cooperativa asegura un pago semanal por los litros entregados, encuentra un trato cara a cara con los directivos de la cooperativa, puede consultar por los resultados de los análisis de su materia prima, recibir asistencia del área de producción primaria, abastecerse con el stock cooperativo de productos de limpieza para su tambo, analizar la efectividad de los recorridos y los fletes que retiran su producto; y hasta comprar a precios más económicos en el supermercado de la cooperativa, el más antiguo de la localidad cordobesa. “Quienes no están asociados, reconocen y comprenden los beneficios y terminan incorporándose a la cooperativa”, asegura Vigliano.
En cuanto a los consumidores locales pueden acceder a los productos directo desde la fábrica con precios entre 50 y 60 pesos más económicos que los de mercado; mientras que la producción de quesos de El Craikense llegan a Buenos Aires, Tucumán, Catamarca, San Juan y Mendoza a través de redes de comercio justo.
“El problema del precio está en la cadena de comercialización. Nosotros, a través de Fecofe y UTT, venimos realizando un esfuerzo conjunto logrando llevar a los almacenes y nodos de UTT nuestro productos. Está demostrado que con el compromiso de todas las partes se puede lograr precios accesibles”, sentencia el presidente de la cooperativa cordobesa.
“Como cooperativa nosotros no podemos influir en el resto de la cadena de comercialización sobre el precio del producto”, sincera Vigliano frente al volumen de producción de las firmas multinacionales que controlan gran parte del mercado lechero, aún atomizado.
En ese sentido, el cooperativista indica que generar redes de comercialización “sin intermediarios” es un camino a fortalecer, mientras que deposita alguna esperanza en el cumplimiento de la Ley de Góndolas, que comenzó a regir en mayo pasado, y con la que el Estado debería asegurar paridad en la exhibición de mercadería para comenzar a dar más lugar a los productos de la producción cooperativa y la agricultura familiar. “Como cooperativa, y desde nuestra organización, contribuimos a que se pueda acceder a precios justos, pero es una lucha desigual», lamenta.
El ejemplo a escala de la cooperativa El Craikense, en el que “el tambero, la cooperativa y los almacenes cooperativos logran su rentabilidad” y mantienen precios justos para los consumidores, es una referencia de que “si nos sentamos, con los números sobre la mesa, se puede lograr”, sostiene Vigliano y señala también el impacto local que consiguen los productores cooperativos ofreciendo precios muchos más accesible a sus vecinos y zonas cercanas. Las cooperativas lácteas San Isidro y Arroyo Cabral son otras de las que integran esta red de producción local a precios justos.
Créditos, investigación y políticas públicas para los pequeños productores
¿Cómo potenciar un modelo de arraigo, producción local y precios justos para el abastecimiento interno en un país donde, desde 1998, cerraron 20 mil tambos desde 1988? “Vemos con preocupación la desaparición del pequeño productor lechero, a la par de un aumento de la producción en menos manos”, insiste Vigliano y sostiene que “la conformación de la Mesa Agroalimentaria busca el apoyo para que el pequeño productor pueda tener una unidad productiva rentable”.
El presidente de la cooperativa El Craikense señala que en una cuenca lechera de las más importantes del país con la de Villa María muchos productores subsisten con un sistema de producción mixta, en campos propios y otros alquilados, y otros que no son dueños de la tierra en la que tienen a sus animales.
Y agrega otra realidad surgida en los últimos años de crisis del sector lácteo: “Ha aparecido un modelo de alquiler de vacas, a partir de que muchos productores decidieron cerrar sus establecimientos, pero alquilan sus animales a sus vecinos. Esto es receptivo en productores pequeños de 50 o 60 vacas, que aumentan su producción con el alquiler —pagan entre dos y cuatro litros de leche por día— y se evitan el costo de comprar una vaquillona que ronda los 200 mil pesos”.
“La falta de financiación es una de las principales causas que hace desaparecer a los pequeños productores. La lechería tiene muchos vaivenes, los equipos para modernizar los tambos están en dólares, y el productor cuando pasa épocas en el que el precio de la leche no es rentable no llega a recuperarse para modernizarse”, explica Vigliano y hace extensivo el problema de la falta de crédito al resto de la economía regional: “Hay un sinnúmero de sistemas de los pequeños productores que no son atendidos, no son pasibles de crédito, necesitan un apoyo de crecimiento”.
En ese sentido, el secretario de Fecofe sostiene que el Estado debe impulsar líneas de crédito a tasas bajas para permitir la financiación y modernización de los pequeños productores y de la agricultura familiar, a través de las bancas estatales, provinciales o incluso con las cooperativas como respaldo. “Por ejemplo, a través de Fecofe y de la Junta Intercooperativa contamos con fondos rotatorios puestos a disposición de los productores de manera accesible, sin que tengan que hipotecar nada, y está la cooperativa de respaldo”, señala el presidente de El Craikense.
“Cuando hablamos de la creación de la Mesa Agroalimentaria y el apoyo al resto de las economías es porque tenemos cómo demostrar que con sistemas como el de fondos rotatorios el crecimiento de los productores es posible. Abre una posibilidad a todo un sector que no es pasible de crédito para el sector financiero, pero sí con intermediación de la cooperativa. Esto lo podemos expandir a la Mesa y llevarlo al resto de las economías regionales”, asegura Vigliano.
El Estado también puede intervenir de otras maneras virtuosas en el sector. El Craikense cuenta con una planta de secado de leche en polvo que, en la actualidad, funciona solo por encargos, pero que entre 2012 y 2013 llegó a exportar a China, a partir de una alianza con otras cooperativas del sector. Algo similar pasó en el movimiento campesino con la exportación de carne caprina lograda entre 2014 y 2016. Por otra parte, la cooperativa de lechera se encuentra ahora avanzando en un proyecto junto a la Universidad de Villa María para la elaboración de un subproducto de la producción de quesos: el filtrado y secado, a través de un tratamiento de nanofiltrado, del suero. Un subproducto requerido por la industria de alimento balanceado.
“La Mesa Agroalimentaria viene a poner en debate el modelo de producción de alimentos”
Si se habla del rol del Estado como generador de políticas públicas que fomente la producción agroalimentaria, el trabajo local y el arraigo, la Mesa Agroalimentaria busca potenciar la voz postergada de la producción campesina e indígena. Tanto es así que la Ley de Agricultura Familiar se encamina a su séptimo año sin ser reglamentada por el Gobierno. Pablo Blank, representante del MCC, baja esta situación a la realidad provincial: “No estamos en la agenda del gobierno provincial como sector productor de alimentos. Es una lucha histórica que tiene el movimiento campesino, que se reconozca a las familias campesinas como productoras de alimentos”.
Alberto Salas, otro referente del movimiento campesino cordobés que participó del lanzamiento en la sede de El Craikense, señala algunas de las dificultades en el nordeste provincial: caminos inaccesibles, falta de acceso a agua de red, luz eléctrica y conectividad. Esto dificulta el arraigo de los más jóvenes.
Además de esas condiciones de infraestructura existe otra también transversal y que los gobiernos y empresarios suelen reiterar cuando hablan de las actividades extractivas: “seguridad jurídica”. “Vivimos una situación compleja respecto de la seguridad jurídica de la tierra, ya que no se reconocen nuestras posiciones ancestrales sobre la tierra. Esas condiciones generan dificultades a la hora de desarrollarnos productivamente, de convocar a jóvenes que se quedan en la comunidad, a vivir en el campo con condiciones dignas de vida”, marca Salas. Los desalojos son una realidad cotidiana de la vida campesina.
A pesar de esas condiciones desfavorables, el movimiento campesino produce. “Todos los productores y productoras que formamos el Movimiento Campesino de Córdoba estamos en condiciones de producir y garantizar alimentos de calidad y sanos para ponerlos en la mesa de los cordobeses”, sentencia Santiago Elena y resalta el paradigma productivo de la agricultura campesina que es parte central de la propuesta de la Mesa Agroalimentaria, la agroecología.
“La producción campesina es una producción agroecológica. Se desarrolla en el monte haciendo un uso racional de los recursos que nos da el monte. Decimos que lo hacemos así porque vivimos él y con él hacemos agroecología, además porque nuestra producción se sostiene de manera comunitaria, vinculando en el uso productivo del territorio. Agroecología es todo eso: el respeto a nuestra tierra, nuestro monte y el trabajo organizado”, señala el representante del MCC.
¿Qué políticas inmediatas solicita el movimiento campesino desde la Mesa Agroalimentaria? Cuestiones vinculadas a las condiciones de producción: la necesidad de formalizar la producción campesina a través de legislaciones que permitan habilitar los espacios y centros de producción, donde se pueda dar valor agregado a la materia prima: carne y leche caprina, conservas, frutas y verduras.
“La dificultad de poder habilitar plantas de productos lácteos de origen caprino, darle valor agregado a las frutas de estación del noroeste, genera que nuestros productos tengan un límite a la hora de poder comercializarse y distribuirse en todos los rincones de la provincia y el país”, señala Blank y resalta que ya se está trabajando con Senasa y proponiendo una legislación que se adecúe al sector campesino.
Otros de los objetivos de la Mesa Agroalimentaria es potenciar lo que ya ocurre en el movimiento cooperativo y de la agricultura familiar: ampliar los mercados de cercanía, los sistemas de distribución solidarios, que evitan intermediarios y llevan los alimentos del productor al consumidor. “La Mesa Agroalimentaria viene a poner en la agenda el debate sobre el modelo de producción de alimentos en nuestro país porque para que se desarrolle este sector, para que podamos abastecer de alimentos a mejores precio y con más volumen, necesitamos transformar de cuajo el modelo de producción agrario”, sentencia Elena.