Por Nahuel Lag
El sector caprino alcanza las cuatro millones de cabezas en la Argentina e involucra a 46.000 establecimientos. “La producción está, en un 90 por ciento, en manos de los productores de la agricultura familiar, campesina e indígena”, destaca Raimundo Laugero, integrante del área de producción y comercialización de la Cooperativa Tierra Campesina de la Unión de Trabajadores Rurales Sin Tierra (UST) de Mendoza. La cooperativa demostró “la potencialidad de este sector productivo” cuando, en 2016, llegó a exportar 10.000 cabezas.
La organización denuncia que esos avances fueron barridos por la política agropecuaria del gobierno de Mauricio Macri, que vació las políticas para la agricultura familiar de la mano del ex ministro y ex titular de la Sociedad Rural, Luis Miguel Etchevehere. La cadena de valor caprina que construyó la UST entre 2008 y 2016 se vio afectada por la apertura de las importaciones de cueros sintéticos desde China y la decisión de quitarle a las cooperativas las licencia para operar en el Registro Único de Operadores de la Cadena Agroalimentaria (RUCA), lo que permitía a los productores ingresar en el mercado interno de abastecimiento de carnes.
Laugero señala que algunas de esas políticas comenzaron a ser revertidas por la gestión de Alberto Fernández, como la recuperación de la licencia del RUCA para la cooperativa que le permita ser usuario de faena en los frigoríficos provinciales, pero sostiene que la producción caprina “continúa siendo vista como una actividad de subsistencia” y no cuenta con políticas públicas sostenidas que aporten al sector mayor formalidad, incentivos económicos e infraestructura para la producción.
Un paquete de medidas de ese tipo beneficiaría a un sector de la producción controlado por pequeños productores campesinos, que pueden ofrecer, por empezar, una carne de mejor calidad que la porcina y la aviar, producida sin insumos químicos ni importados, con un uso eficiente de la energía y en zonas marginales para la agroindustria.
Tierra campesina de producción caprina
“Arraigo” es una palabra que está presente a la hora de hablar de políticas productivas federales, una palabra que intenta asegurar que las políticas públicas tengan como eje la creación de puestos de trabajo e infraestructura para que quienes nacen en cualquier rincón del país tengan opciones de vida sin tener que migrar a las grandes ciudades. La cría de cabras está íntimamente ligada al territorio y, sobre todo, a la forma de vida campesina e indígena.
“Es un sistema portador de costumbres culturales muy arraigadas. Es algo a preservar, son oficios que se transmiten de generación en generación y de perderse son muy difíciles de recuperar”, señala el referente de la UST sobre el trabajo de los puesteros, símbolo de la cría caprina tanto como el método de la trashumancia (trasladarse con los animales según la época del año).
La trashumancia y el trabajo de los crianceros, atravesando los campos en busca de las mejores pasturas para el ganado, es un método ancestral que mantiene la actividad en zonas del país donde el recurso hídrico es escaso. La Cooperativa Tierra Campesina reúne a 250 familias criadoras de cabras en Mendoza; en particular, en los departamentos de San Rafael, Malargüe, Luján y Lavalle.
Mendoza está entre las tres primeras provincias en cabezas de ganado caprino detrás de Neuquén, estabilizada en el primer lugar, y con números similares a los de Santiago del Estero y Chaco. En Malargüe, al sur provincial, la actividad caprina se ubica entre las principales, detrás del petróleo y el turismo —con el complejo Las Leñas como emblema— y la producción de papa.
En ese departamento, la tensión del modelo extractivista —con promoción para la inversión externa y costos ambientales— y el modelo productivo campesino de alimentación sana y segura para el mercado interno —con escasa promoción y recursos— se exponen con el debate sobre el ingreso del fracking, en una provincia que defiende con la Ley 7722 el recurso hídrico del uso de los químicos de la actividad minera y los hidrocarburos no convencionales.
“El tema del agua en la actividad caprina es una limitante natural, faltó siempre. Nunca hubo. Mendoza tiene el cuatro por ciento de la superficie irrigada, donde se concentra el 98 por ciento de la población y los sistemas productivos. El resto es secano y sistema cordillerano. La actividad caprina siempre estuvo ligada al 96 por ciento de la superficie provincial donde vive el dos o tres por ciento de la población con carencias estructurales históricas”, reseña Laugero.
Malargüe y San Rafael tienen una ventaja para la cría de cabras. El sistema cordillerano aporta pequeños arroyos y vertientes que ofrecen mejores condiciones como en el departamento de Lavalle, en el norte mendocino, sin montañas ni vertientes naturales que abastezcan a lo que se conoce como el secano. “Es muy difícil que alguien que no haya nacido en ese esquema pueda hacerse puestero”, insiste el referente de la UST y concejal de Lavalle por el Partido Justicialista sobre la relación entre la actividad y la relación con la cultura campesina.
Insumo agroecológico y sustitución de importaciones
En esas duras condiciones de producción, Mendoza cuenta con 8.000 productores de cabras de las comunidades campesinas e indígenas— muchos aún en la informalidad ante la falta de políticas públicas—. “La producción está, en un 90 por ciento, en manos de la agricultura familiar y campesina, pero todo lo que viene después es una traba tras otra para poder avanzar”, lamenta el integrante del área de producción y comercialización de la UST.
Desde su conformación en 2008, la Cooperativa Tierra Campesina es la “multirubro” de la UST, el emblema con el que se impulsaron desde las actividades productivas —quintas de hortalizas, verduras y frutales hasta la producción de conservas como mermeladas y tomates triturados— y educativas —talleres, capacitaciones y la Escuela Campesina Agroecológica—. La diversificación se tradujo en nueve cooperativas, que fueron especializándose en cada una de las actividades y están cerca de conformarse en federación para dar el debate del modelo productivo.
La producción caprina quedó dentro de las actividades de Tierra Campesina y puso en marcha la puesta en valor de la producción de los 250 productores que reúne. “La primera línea fue la valoración del guano de cabra en el sistema de producción agroecológica”, señala Laugero y destaca las propiedades del abono de cabra para reemplazar el de gallina, de uso extendido actualmente: “El guano de cabra tiene pastura natural, no tiene químicos, no tiene ningún insumo externo”. Ochenta productores agroecológicos de la UST y de otras cooperativas lo utilizan actualmente para el compost con el que nutren las quintas, un modelo que podría replicarse en todo el país.
Otra de las líneas de producción impulsadas por la cooperativa fue la de crear un sistema de preacondiconado, logística y comercialización de cuero de alta calidad, como el conocido cuero de cabritilla, que “estaba atravesado por una cadena de intermediación excesiva”, señala el cooperativista.
Tierra Campesina logró una articulación con Cooperativa Curtidores Unidos de Mendoza que favoreció a los productores, quienes recibían en la tranquera del campo el precio de entrada a fábrica sin intermediarios, con el descuento del flete y los gastos administrativos cooperativos, lo que significaba el triple del pago recibido con el sistema de intermediarios previo.
La alianza con la cooperativa de curtidores comenzó en 2011 y en 2014, con respaldo de los ministerios de Agricultura y Producción accedieron a créditos para optimizar la logística y establecer centros de acopio, donde se controlaban las condiciones de secado y se lograba alcanzar mayores volúmenes de materia prima.
El sistema excedió a los productores de la UST y sumó a productores caprinos de Neuquén, San Juan y San Luis, que recibieron talleres y capacitaciones para mejorar las técnicas de secado de la piel a nivel domiciliario, previo a la llegada de los camiones. Esas pieles preacondicionadas eran entregadas a la curtiembre, que realizaba el proceso químico para transformarla en cueros de alta calidad, y se dividían las ventas.
“Fue un trabajo de cinco años en el que logramos sistematizar un volumen de 50.000 unidades por año. Comercialmente nos fue muy bien y comenzamos a generar una agenda de clientes como fábricas de zapatos y ropa. A principios de 2016, Macri abrió las importaciones de símil cuero de China y destruyó el sistema de tejidos. Fue imposible seguir trabajando y aún no lo hemos podido reconstruir”, lamenta Laugero.
Un techo para la producción caprina cooperativa
Otra de las decisiones de la gestión macrista que afectó el trabajo de los productores caprinos de la UST fueron los cambios implementados desde el entonces Ministerio de Agroindustria respecto de los permisos para faena, habilitada a partir de la inscripción en el Registro Único de Operadores de la Cadena Agroindustrial. Ese registro está bajo la órbita de la Dirección de Control Comercial Agropecuario en la que, durante la gestión de Cambiemos, fue nombrado Marcelo Rossi.
Rossi se hizo eco de las denuncias de la industria frigorífica que sostiene que el ingreso de cooperativas en el Ruca fomenta la “competencia desleal”, ya que bajo esa figura se eximen del pago de Ingresos Brutos, Ganancias, aportes patronales, cargas sociales; además de existir denuncias de venta de licencias a matarifes más grandes. En la resolución 21/2017, Rossi explicitó que “las cooperativas de trabajo no podrán solicitar inscripción bajo esta categoría”, respecto de la posibilidad de realizar faena de hacienda.
Esa decisión dejó afuera a las cooperativas recuperadas, que representan el siete por ciento de la capacidad de faena del país, e incrementó las trabas para cualquier otro tipo de cooperativa. “Existieron casos de matrículas vendidas, pero afectaron a otras cooperativas que venían trabajando bien. Le pusieron un techo a todo un sector que tiene derecho de vender su fuerza de trabajo y ser parte de la cadena. En nuestro caso, somos una cooperativa de producción, no de trabajo, pero hubo una decisión política de frenarnos el permiso”, señala Laugero.
Con el cambio de gobierno y la asunción de Luis Basterra como ministro de Agricultura, la política hacia las cooperativas se modificó y en febrero pasado se solicitó la renuncia de Rossi, quien mantenía su postura de no otorgar permiso a las cooperativas de trabajo. En su lugar, asumió Luciano Zarich, quien estuvo a cargo de la Dirección Nacional de Matriculación y Fiscalización durante el último gobierno de Cristina Kirchner y fue nombrado como subinterventor de Vicentín por el presidente Alberto Fernández en la fallida expropiación de la cerealera.
Con el cambio de política hacia las cooperativas, la UST se encamina a recuperar su licencia en el RUCA que le permitirá volver a faenar a sus productores de cabra. Laugero confía en el impacto que esto tendrá en los volúmenes de venta y se esperanza con la apertura del Almacén Campesino Agroecológico y Cooperativo de la organización, que se inaugurará el 16 de abril en el centro de Mendoza.
“Necesitamos que la cadena caprina se democratice y haya un fomento al consumo desde el Estado. Tenemos una experiencia interesante en el engorde de capones (animales de dos años) que nos permite llegar a las góndolas con una carne de muy buena calidad, muy baja en grasas, y que se puede ofrecer a buenos precios. Si bien no se pueden comparar la cantidad de cabeza caprinas con el ganado vacuno, pero con incentivos se puede ofrecer calidad y diversificar el consumo”, resalta el integrante del área de producción y comercialización de UST.
Un informe sobre el sector caprino de junio de 2011, disponible en la página del Ministerio de Agricultura, señala que “la reticencia de los consumidores hacia el consumo de carne caprina tiene mucho que ver con el desconocimiento” y destaca los “grandes beneficios en volcarnos al consumo de esta opción alimenticia”. En ese sentido, precisa las propiedades de la carne caprina: aportes de proteína por encima de la carne porcina y de pollo y en igual medida que la vacuna, mientras que es la que contiene menor cantidad de grasas totales y saturadas.
Cabras de exportación
El mismo informe describe el potencial exportador del sector caprino. En junio de 2011, ya se contaba con Jamaica, Centroamérica y China como principales destinos de exportación de carnes. Mientras que Brasil, Uruguay, Chile, Italia y China fueron los destinos para los cueros. En tiempos en los que el gobierno nacional busca atraer dólares flexibilizando condiciones para la minería, la agroindustria, la industria forestal y la explotación de hidrocarburos, el sector caprino cuenta con un potencial a reflotar.
La Cooperativa Tierra Campesina logró entre 2014 y 2016 abrir un mercado de exportación que se incrementó de 1.000 cabezas el primer año a 10.000 el último año, cuando el cambio de gestión y las trabas a las exportaciones canceló la iniciativa. Laugero precisa que, con respaldo del Ministerio de Agricultura, se consiguió abrir el mercado a Medio Oriente y África para las cabras de refugo, los animales más viejos de los rodeos de cabras.
“En todos los rodeos hay un porcentaje de cabras que no son productivas y no tiene un fin comercial. Cuando los rodeos son pequeños esas cabras se utilizan para la alimentación de la familia, en los rodeos grandes terminan muriendo porque quedan detrás del rebaño. Esos animales suelen apartarse de los rodeos además para renovar el plantel de madres”, explica el referente de la UST y destaca que para la exportación a países de Medio Oriente y África, donde la carne de cabra es de alto consumo, el valor de esos animales se triplica.
Sin embargo, la iniciativa contaba con dificultades de base: el frigorífico recuperado Subpga es el único habilitado para la exportación de carne de cabra en el país, a 1.200 kilómetros de Mendoza, lo que dificulta la logística para animales de edad avanzada. A ese punto se le agregaba la trabas a la exportación para las cooperativas, desde los controles sanitarios a la necesidad de aliarse con empresas exportadoras, que controlan la comercialización.
“Es muy difícil exportar en nuestro país para el sector de la agricultura familiar. En las cadenas con preponderancia de agricultura familiar de exportación, por ejemplo miel, ajo y cabras. Si nosotros nos quedáramos con la renta diferencia que se queda el sector exportador tendríamos posibilidades importantes de avanzar. Hablás de exportación y no tenés políticas de fomento para las cooperativas. El Estado tiene que brindar las condiciones para poder hacerlo”, convoca.
“Institúyese un régimen para la recuperación, fomento y desarrollo de la actividad caprina (...) destinado a lograr la adecuación y modernización de los sistemas productivos basados en el aprovechamiento del ganado caprino, en un marco sostenible en el tiempo y que permita mantener, desarrollar e incrementar las fuentes de trabajo y la radicación de la población rural tendiendo a una mejor calidad de vida”, dice la Ley 26.141, sancionada el 30 de agosto de 2006 y promulgada el 18 de septiembre del mismo año.