Por Nahuel Lag
Los movimientos campesinos, organizaciones socioambientales, gremiales y académicas firmaron una carta abierta en la que le solicitan al ministro de Agricultura, Luis Basterra; y al canciller Felipe Solá, que rectifiquen su postura en las negociaciones de las “Recomendaciones políticas sobre enfoques agroecológicos y otros enfoques innovadores”, que, en las próximas 72 horas, entrarán en la etapa de definición en el Comité de Seguridad Alimentaria (CSA) de la ONU. Hasta el momento, la posición argentina se encargó de hablar de un “desbalance a favor de la agroecología”, rechazar la transición hacia este tipo de producción para defender el modelo corporativo de agricultura intensiva. El gobierno argentino utiliza el argumento retórico “otros enfoques innovadores” para aggiornar la cuestionada “revolución verde”, mantener el modelo basado en transgénicos y agroquímicos, y profundizar la producción de commodities para el mercado internacional.
“Un modelo de agricultura que en el marco de la diversidad y la producción en armonía con la naturaleza busque hacer realidad el imperioso derecho humano a la alimentación adecuada y la soberanía alimentaria”, exige la carta firmada por 2600 organizaciones y personas del ámbito de la producción, la salud y la nutrición, y, en particular, por el Movimiento Nacional Campesino Indígena (MNCI-Vía Campesina), la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT), el MNCI-Somos Tierra, MTE Rama Rural-UTEP, el Mocase, la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo (CLOC-Vía Campesina) y el Movimiento Agroecológico de América Latina (Maela).
La posición de la Argentina no es sorpresiva. Como publicó Agencia Tierra Viva, el país mantuvo una posición cerrada junto al bloque de países agroexportadores —Estados Unidos, Rusia, Brasil, Australia, entre otros— durante la aprobación de las recientes Directrices Voluntarias sobre los Sistemas de Alimentación y Nutrición (Dvsan), un documento más amplio y de mayor peso en el sistema de Naciones Unidas. En esas negociaciones, la Argentina se posicionó en contra de la mayoría de los objetivos presentados por el Mecanismo de la Sociedad Civil y los Pueblos Indígenas (MSC), organismo que nuclea la representación de campesinos, pequeños productores, consumidores y otros sectores de base ante el Comité de Seguridad Alimentaria (CSA).
La co-facilitadora del Grupo de Trabajo de Alimentación y Nutrición del MSC, Magdalena Ackerman, relató a Tierra Viva cómo la Argentina se plantó fuertemente durante la negociación de las Dvsan para condicionar el debate posterior sobre las recomendaciones políticas e impulsar al mismo nivel que la agroecología definiciones como “agricultura inteligente” e “intensificación sostenible”. Al otro lado de la mesa, respaldando el documento presentado por la MSC están los estados de la Unión Europea, Suiza, Senegal y Mali.
“No responde a los intereses de nuestro pueblo sino de sectores corporativos vinculados al agronegocio y las grandes corporaciones de la alimentación”, sentencia la carta al Gobierno sobre la posición que el gobierno argentino mostró durante las dos primeras rondas de negociaciones del documento. Este martes se abrió la tercera ronda, que se extenderá hasta el jueves, y el 10 de mayo se firmará el documento final. Los firmantes del posicionamiento público mantienen la esperanza de encontrar una “ventana de oportunidad” para lograr un cambio de rumbo del Ministerio de Agricultura y de la Cancillería y evitar la posición sostenida durante la Dvsan, que describieron como “alineado fuertemente con los gobiernos ecocidas de Bolsonaro y Trump”.
La carta también resalta la contradicción que significa el posicionamiento de la Argentina en contra de la agroecología, cuando el Ministerio de Agricultura creó la Dirección Nacional de Agroecología y mantiene un enfoque hacia este tipo de producción desde la Secretaría de Agricultura Familiar, Campesina e Indígena (Safci). Además de existir otros programas de promoción a la agroecología en los ministerios de Ambiente y Desarrollo Sostenible y de Desarrollo Social. Enfoques que se replican en programas a nivel provincial y municipal, donde las ordenanzas locales y fallos judiciales ponen un freno al modelo agroquímico.
“Resulta entonces inentendible e inadmisible que el mismo Gobierno que promueve la agroecología a nivel nacional, boicotee una negociación multilateral que tiene como objetivo consensuar políticas públicas para la transformación de los sistemas agroalimentarios, y por lo tanto de la calidad de vida de toda la humanidad”, sostienen los firmantes de la carta.
Para respaldar el posicionamiento de los movimientos campesinos y otro millar de firmas, los trabajadores de la Secretaría de Agricultura Familiar emitieron un comunicado paralelo en el que reafirman “el desarrollo de sistemas alimentarios sostenibles y equitativos se logrará a través de la profundización de la aplicación de la agroecología”. Solicitaaron un cambio de posición del Ministerio de Agricultura en las negociaciones y reivindicaron las políticas que desarrollan en territorio: “Más agroecología, más alimentos seguros y soberanos, buen vivir para todos”.
Agroecología o los mismos enfoques del modelo agroquímico
El resultado de las Dvsan, a favor de la continuidad del actual sistema agroalimentario, y el debate expuesto públicamente de replicar ese resultado en las recomendaciones políticas tendrá una consecuencia inmediata: los documentos servirán como base para los lineamientos que surjan de la Cumbre sobre los Sistemas Alimentarios, que la ONU convocó para septiembre de este año. Una cumbre que las organizaciones campesinas y el propio Relator Especial sobre Derechos de la Alimentación, Michael Fakhri, vienen denunciando por su enfoque en las soluciones de mercado (pro-empresas).
“La premisa fundamental de la Cumbre tendría que ser aquella que fomente el enfoque holístico y sistémico que reconozca la naturaleza multidimensional de la alimentación (social, económica, ecológica, cultural y política), que afirme la soberanía alimentaria”, cita la carta pública el posicionamiento del MSC respecto de los ejes que deberían llevarse a la cumbre .
¿Cómo está condicionando la Argentina los enfoques agroecológicos en su posición? En el borrador presentado por el país para la segunda ronda de negociaciones, la oposición hacia un enfoque agroecológico era clara desde los comentarios generales de los funcionarios argentinos. Por ejemplo, sostenían que faltaban “fundamentos científicos para sostener la necesidad de tal transformación” y solicitaban que el “abordaje de innovación y tecnologías (y su adopción) no debe acotarse a la digitalización”, manteniendo en el juego a las semillas transgénicas.
Y agregaba en otro tramo de sus comentarios oficiales: “Un documento titulado ‘Recomendaciones de políticas sobre enfoques agroecológicos y otros enfoques innovadores’ debería hacer mayor referencia a los otros enfoques innovadores a los que el título refiere. Acotar el abordaje sólo a la agroecología dejaría afuera los avances, iniciativas y propuestas ya vigentes en los países”.
El documento de la delegación argentina insistía en que el enfoque agroecológico excluía “los enfoques productivos sostenibles ya vigentes, con sus buenas prácticas agropecuarias y sus lecciones aprendidas”. A pesar de esta defensa a las “lecciones aprendidas”, la carta pública resalta que la Argentina solicitó eliminar la recomendación de “disminución del uso de plaguicidas para prevenir daños al ambiente y la salud”. También pidió hablar de “disminución” del uso de fertilizantes y antibióticos, y solicitó utilizar la palabra “optimización”.
La Red de Acción en Plaguicidas y Alternativas de América Latina (Rap-AL) es otra de las organizaciones que se manifestó en contra de la posición que la Argentina sostiene ante el CSA y recordó que “la deforestación, el uso de plaguicidas y semillas transgénicas constituyen un claro indicador de un proceso insustentable y contaminante”, además de que en la dimensión económica “se incrementan los requerimientos de insumos y con ello los costos de reducción elevándose la unidad económica típica y las escala de producción tal como ha marcado el último censo nacional agropecuario”.
“El gobierno argentino se presenta ante la comunidad internacional como defensor de un modelo agroalimentario insostenible, e insiste con vehemencia en hacer hincapié en ‘otros enfoques innovadores’ – como la agricultura climáticamente inteligente, la intensificación sostenible, la siembra directa, promovidos por las grandes corporaciones transnacionales- en vez de la agroecología”, lamenta la carta al Gobierno.
Otro de los argumentos que el gobierno argentino defendió con firmeza en el debate de las Dvsan y replica en las recomendaciones es particularmente sensible para la producción de la agricultura familiar, campesina e indígena. “Presenta al comercio internacional como la única vía necesaria y sostenible para la seguridad alimentaria, solicitando así que se evite mención singular a los mercados locales de cercanía por considerarlos una ‘barrera al comercio internacional’”, advierte la carta al Gobierno.
Agroecología para la soberanía alimentaria
La posición de la delegación argentina —a cargo del representante ante los organismos de la ONU en Roma, Carlos Cherniak— no solo apunta sobre una supuesta falta de fundamentación científica para la promoción de la agroecología sino que cuestiona de tener “sesgos” al Grupo de Alto Nivel de Expertos en Seguridad Alimentaria y Nutrición (Ganesan) y cuestiona el documento elaborado por ese equipo para el debate de las recomendaciones.
“La agroecología, como ciencia, práctica y movimiento se encuentra en constante crecimiento en la Argentina, demostrando que una agricultura que regenere el entramado social, económico y ambiental es no solo necesaria y urgente, sino también posible”, le responden los movimientos campesinos al Gobierno en la carta pública, avalados por las experiencias agroecológicas con las que ya están proveyendo alimentos sanos en el país.
“Podemos encontrar agricultores transicionando hacia la agroecología en sus establecimientos, campesinos y pueblos originarios recuperando sus saberes ancestrales, académicos investigando y aportando a los procesos colectivos en marcha, técnicos aprendiendo y compartiendo otra forma de hacer agricultura, comensales demandando alimentos sanos y sin agrotóxicos”, reivindica la carta y resalta que “ha sido la respuesta a la imposición de un modelo que ha convertido a nuestro país en un emblema en el mundo de lo que produce la agricultura industrial: destrucción socioambiental, hambre y mala alimentación para las mayorías”.
Tres décadas de modelo transgénico —desde la aprobación de la soja transgénica en 1996, cuando el actual canciller era secretario de Agricultura—, 40 por ciento de la población en la pobreza, dos millones de niños y niñas con hambre, cinco de cada diez niños obesos, tres millones de hectáreas de bosque deforestadas, expulsión de la población rural a las grandes ciudades. Enumeran los movimientos campesinos y organizaciones socioambientales en la carta al Gobierno para exigir un cambio de postura ante la negativa de transformar el sistema de producción.
En la última ronda de negociaciones la Argentina insistió en defender el modelo corporativo de agricultura intensiva: “Se recarga sobre el sector agropecuario los aspectos de hambre y falta de acceso a los alimentos. Estas problemáticas están atravesadas también por acuerdos políticos y resoluciones que exceden a la producción agropecuaria.”
En las próximas 72 horas se verá si el millar de firmas consigue torcer la posición del Ministerio de Agricultura y la Cancillería. “Esperamos que el gobierno argentino honre a su pueblo comprometiéndose con este camino”, demandan desde la sociedad civil.