China: relación complementaria o subordinación y dependencia
marzo 26, 2021
Sección: Extractivismos
Agronegocio, megaminería, represas, granjas porcinas y obras de infraestructura. Son algunos de los sectores que impulsa China en Argentina. Según los funcionarios se trata de “complementariedad”, pero otras voces plantean una relación de subordinación y dependencia. Cuando la bienvenida a inversiones no contempla las consecuencias sociales, ambientales y sanitarias.
Acuerdos con empresas chinas
Foto: Presidencia de la Nación

Por Germán Mangione*

La pandemia ralentizó los flujos comerciales, pero no detuvo los planes de expansión de la República Popular China, que incluyen un capítulo especial en América Latina y en suelo argentino. Con los primeros síntomas de reactivación económica del gigante asiático se renovaron también las negociaciones para el desarrollo de inversiones en todo el continente.

Acompañada de la “política de las mascarillas” (como se llamó a la asistencia sanitaria china en países como Argentina en el comienzo de la pandemia) primero y de las vacunas después, China no perdió oportunidad de estrechar lazos con los países que resultan base de su aprovisionamiento en cuestiones centrales como la alimentaria o la energética.

Una relación que crece, más allá de los gobiernos

Si bien la presencia del capital estadounidense sigue siendo predominante en los principales sectores de la economía argentina, la relación con China se ha estrechado profundamente desde el acuerdo de asociación estratégica firmado, en 2004, durante el gobierno de Néstor Kirchner. La asociación fue elevada a “estratégica integral”, en 2014, bajo la presidencia de Cristina Fernández y continuó con la firma de decenas de tratados durante la presidencia de Mauricio Macri. 

Con menos fuerza en el inicio de la gestión de Alberto Fernández, producto de la pandemia, los negocios con China comienzan a profundizarse en la actualidad, al ritmo de la reactivación del consumo interno chino. La incorporación de Argentina al Banco Asiático de Inversión de Infraestructura (BAII) en noviembre de 2020, lo que ratificó un acuerdo firmado por Cristina Kirchner en 2015, fue una clara señal en ese sentido.

Profundizar el modelo

El crecimiento del complejo oleaginoso-cerealero argentino, y la consecuente profundización del agronegocio (y sus consecuencias), producido en los últimos 20 años fue acompañado del crecimiento de las compras chinas en el sector. Las compras responden al crecimiento de una incipiente clase media china trasladada del campo a la ciudad, que generó un aumento del consumo de carnes de cerdo y pollo. Una producción que depende cada vez más de la importación de cereales y oleaginosas.

En 2001, el complejo oleaginoso —soja y girasol— implicó para Argentina ventas por 5.264 millones de dólares, mientras que el complejo cerealero —maíz, trigo, arroz— 2.662 millones de dólares. De ese total, por entonces, China explicaba apenas 2.000 millones de dólares.

El año pasado solo la soja (tanto el poroto como sus derivados harina y aceite) explicó un volumen de ventas al exterior por 14.865 millones dólares y el gigante asiático fue el principal comprador, al igual que en el rubro carnes. Esto consolidó a China como el segundo socio comercial de Argentina después de Brasil y por encima de Estados Unidos.

Inversiones para abastecer el mercado chino 

De la mano del crecimiento de las relaciones comerciales con occidente, se produjo en el mundo una ola de inversiones chinas en los sectores que el gobierno de la República Popular China considera estratégicos para resolver sus necesidades de crecimiento. Los commodities agrícolas son la punta basal para garantizar una estrategia alimentaria integral, y los combustibles y productos mineros fueron los sectores que recibieron mayor financiamiento oriental

América Latina pasó a ser parte de los planes chinos con más fuerza luego de la crisis del 2008. El momento fue una oportunidad ideal para China, que contaba con fondos para la expansión, mientras que Estados Unidos dejaba un vacío para ocuparse de resolver la crisis financiera surgida por la burbuja inmobiliaria que estalló en ese país.  

En ese año se publicó el “Libro Blanco” para América Latina, en el que el comité central del Partido Comunista chino dejó en claro los nodos de sus intereses en la región. Luego, en 2015, Xi Jinping prometió una inversión de 250.000 millones de dólares en Latinoamérica a lo largo de diez años, en el marco del proyecto global de infraestructura chino de “la franja y la ruta”. El conjunto de las inversiones en nuestros países tuvo, desde un comienzo, que ver con mejorar el aprovisionamiento chino en sectores claves.

Capitales chinos desde los insumos hasta la exportación 

El actual debate sobre la nueva concesión de la Hidrovía Paraguay-Paraná y el posible ingreso de la empresa Shanghai Dredging —subsidiaria del holding China Communications Construction Company (CCCC)—, que solamente en América Latina tiene a cargo más de 50 grandes proyectos de infraestructura, camina por el mismo terreno estratégico. 

En la Patagonia se encuentra uno de los principales proyectos de obra pública gestados durante el kirchnerismo con un presupuesto de 4.770 millones de dólares: la construcción de represas hidroeléctricas en Santa Cruz, a cargo de un consorcio entre la empresa argentina Electroingeniería y la china Gezhouba Group Corporation. El 85 por ciento del financiamiento es realizado por el Estado de China y bancos privados de ese país. Es la inversión extraterritorial más grande de China en el sector hidroeléctrico.


Los cuerpos de agua potencialmente afectados por la obra son el Lago Argentino, los glaciares Perito Moreno, Spegazzini y Upsala y el Parque Nacional Los Glaciares, Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.
Desde el comienzo de la construcción se denunciaron graves deficiencias y omisiones técnicas e informativas de la Evaluación del Impacto Ambiental. A su vez, el informe ambiental fue realizado por una empresa que no estaba habilitada para hacerlo y cuyo ex Presidente (Jorge Marcolini) era al mismo tiempo funcionario del Ministerio que debía evaluarlo.

La aprobación se dio de manera tan apresurada que imposibilitó que organismos técnicos como el Instituto Argentino de Nivología y Glaciología (Ianiglia) y el Instituto Nacional de Prevención Sísmica (Inpres) tuvieran tiempo suficiente para efectuar un análisis de los impactos ambientales.

Por otro lado, Gezhouba -la empresa china que construirá las represas y se transformó en la contratista extranjera más grande de Argentina- fue sancionada por el Banco Mundial tras reconocer “mala praxis” en proyectos sobre agua, recuperación tras terremotos y gestión de las inundaciones. Justamente, para las represas en Santa Cruz, la empresa debe inundar una gran parte del territorio que rodea el proyecto.

En San Juan, la compañía china Shandong Gold es propietaria del 50 por ciento de la operación en la mina Veladero luego de comprar medio paquete accionario en 2018 a la canadiense Barrick Gold, y se comprometió a invertir 145 millones de dólares para seguir explotando el yacimiento hasta 2030. También hubo anuncios sobre la posibilidad de que la compañía china compre Pascua Lama (proyecto binacional) a Barrick Gold.

En Jujuy, la empresa china Gangfeng Lithium adquirió Lithium Americas, con sede en Vancouver, por el 50 por ciento del proyecto de litio Caucharí-Olaroz, actualmente en construcción, en lo que se ha transformado en otro de los sectores estratégicos buscados por China con la explotación del litio. En La Rioja, la londinense ECR Minerals vendió su filial argentina Ochre Mining a la china Hanaq Argentina, que también se especializa en litio.

En nuestro país un ejemplo claro de esas inversiones ocurrieron en el rubro ferroviario. La “modernización” del ramal Belgrano Cargas se dio de la mano de la extensión de la frontera agrícola hacia el norte del país, lo que implica mejorar el transporte hacia los puertos exportadores para bajar los costos que actualmente se encarecen por el uso de camiones en distancias largas.

Por otro lado, el presidente Alberto Fernández y el ministro de Transporte, Mario Meoni, firmaron cuatro convenios con empresas chinas que le prestarán a la Argentina 4695 millones de dólares para intervenir 3384 kilómetros de vías del sistema ferroviario de carga en 13 provincias, además de 490 millones de dólares para la adquisición de material rodante, que permitirá aumentar las frecuencias y mejorar la eficiencia de los servicios de pasajeros en todo el país.

El círculo de la relación se completa así con la importación de productos industrializados como el caso de las locomotoras y vagones traídos desde China: creados con trabajo chino y dependientes de los técnicos chinos, mientras en la Argentina languidece una industria ferroviaria que supo ser de punta y generar miles de puestos de trabajo.

En el marco de esas inversiones, China apuntó también a quedarse con activos clave en la cadena productiva como es el caso de Cofco, el principal exportador de granos de Argentina en 2020, que desplazó incluso a la histórica estadounidense Cargill del podio. La empresa estatal china se quedó en nuestro país con las agroexportadoras Noble y Nidera, obteniendo así no solo infraestructura para exportar, con puertos y plantas procesadoras, sino también con parte de la generación de semillas y el negocio biotecnológico.

El acuerdo porcino  

El polémico caso de las megagranjas de cerdo es otro ejemplo de las inversiones chinas en el país. Ante el avance de la gripe porcina africana que diezmó casi la mitad del rodeo porcino chino, las inversiones se dirigieron a instalar la “fabricación” de cerdos por otros puntos del planeta. Como en otros casos, las inversiones tienen que ver estrictamente con necesidades propias chinas, y como denunciaron productores porcinos locales, terminan avasallando las producciones de las provincias argentinas, que no pueden competir ni por escala ni por financiamiento.

En todos los casos la zanahoria de la inversión y la entrada de dólares terminan seduciendo a los gobiernos locales, que más allá de las consecuencias a mediano plazo, eligen la llegada de yenes en lo inmediato como palanca para una supuesta reactivación económica.

Incluso ante la dificultad que generan este tipo de inversiones el gobierno chino suele avanzar en acuerdos con distritos más pequeños como provincias o municipios, amparado en acuerdos nacionales. Por ejemplo, Chaco y Santiago del Estero avanzan en acuerdos porcinos, que fueron descartados nacionalmente.

La huella ecológica china 

Un aspecto que brota, cada vez con más fuerza, en el debate sobre las inversiones chinas es sin duda las consecuencias ecológicas de organizar la producción y la economía para abastecer al gigante asiático. En algunos casos, como el de las megagranjas porcinas, es mucho más evidente la relación entre las inversiones y el pasivo ambiental que implican, y ha generado reacciones sociales más fuertes.

Pero otras consecuencias como la extensión de la frontera agrícola para satisfacer la demanda china —que impulsa los precios, a base de mayor uso de agroquímicos y modificaciones genéticas— o el incendio de los humedales para aumentar el espacio para cría de ganado —cada vez más solicitado por el mercado chino y con menos espacio por la sojización— quedan ocultas tras el velo de supuestas definiciones locales.

Relación complementaria o subordinación dependiente

Está claro que Argentina tiene que aprovechar sus ventajas comparativas en lo productivo para reactivar su economía y resolver la gigantesca contradicción entre los manantiales de la riqueza fluyendo por sus puertos y la mitad de su población bajo la línea de la pobreza. Y también está claro que para eso tiene que aprovechar su comercio exterior y las necesidades de otros países compradores.

La pregunta que se abre de la mano de la reactivación de las negociaciones es sobre qué tipo de relación construye Argentina con países como China o las demás potencias compradoras. Desde el Gobierno y algunos sectores del progresismo se habla de “oportunidades de desarrollo” e incluso de economías complementarias.

Sin embargo, la mayoría de los negocios que ofrece China apuntan a cimentar un modelo productivo extractivista y centrado en los commodities, concentrado en pocos rubros y otorgando al comprador, a través de sus socios locales (exportadoras, grandes dueños de la tierra, grandes empresarios), cada vez más facilidades de negocios y mayor poder de definición sobre el modelo productivo de Argentina. Un modelo que se fue profundizando en los últimos 20 años, al calor del crecimiento de la relación comercial chino-argentina y que, con resultados a la vista, no ha servido para resolver los grandes problemas de las mayorías populares locales.

* Observatorio de actividad de los capitales chinos en América Latina

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