Por Maxi Goldschmidt
--Entramos todos juntos y nos hicimos los muertos en medio de la sala.
Verónica recuerda la primera acción, el 4 de junio del año pasado, cuando realizaron una performance en medio de una muestra del artista plástico Carlos Alonso en el Museo Nacional de Bellas Artes. Y cuenta otra, cuando 200 activistas vestidos de fumigadores ingresaron al edificio de Monsanto, portando fotos de El costo humano de los agrotóxicos, el trabajo de Pablo Piovano.
“Hace tiempo quería hacer activismo y me gustó este movimiento de desobediencia civil”, dice Verónica Jacquet, 22 años, estudiante de Ingeniería Ambiental en la UNSAM y “rebelde”, como se llaman entre sí los integrantes de XR (Extinction Rebellion) Argentina, unas de las organizaciones de la Coordinadora BFS (Basta de Falsas Soluciones) que se movilizó en distintas ciudades del país bajo el lema “Emergencia socioambiental: la vida no se negocia, se defiende”. BFS fue conformada por colectivos, organizaciones sociales y ambientales, agrupaciones antiespecistas y partidos de izquierda unidos desde las convocatorias de acción plurinacional del 25A contra el acuerdo porcino y 25S por la 6ta Huelga Mundial por el clima.
Un país de 54 millones de vacas
Jóvenes. Jóvenes por todos lados, máscaras de chanchos, banderas, carteles, bicicletas, bolsas de dormir, guitarras, perros y una marcha fúnebre en representación de la muerte del planeta, con activistas vestidos de ángeles rojos y negros. Es lunes a la tarde y marchan desde el Obelisco a Plaza de Mayo, donde se quedarán a dormir hasta el otro día.
“Nos unimos bajo una coordinadora, a la luz de lo que fue a principios de año el anuncio de acuerdo porcino con China para la instalación de mega granjas industriales de cerdos de exportación a ese país, pero a medida que fuimos acuerpando los conflictos extractivistas que están ocurriendo en todos los territorios desde hace por lo menos cinco siglos, decidimos unirnos en una lucha más sistémica, de resistencia frente a la profundización del agronegocio y de proyectos megamineros y de fracking”, le dice a Tierra Viva Flavia Broffoni, que baja del escenario y promete seguir hablando más tarde, porque ahora tiene que irse a debatir con el gerente general de Syngenta, Antonio Aracre vía Instagram.
-La ciencia dice que tenemos siete años para mitigar la crisis climática.
Junto a un barco de unos dos metros de largo - en cuyas velas se leen las consecuencias del agronegocio-, remolcado por una bicicleta, Juan Esteche dice que “ya no corre más eso del planeta que le vamos a dejar a las nuevas generaciones. El tema es hoy, porque en 20 años todos vamos a respirar humo”.
Esteche es Licenciado en Nutrición, parte del proyecto Timón Verde y una de las caras más visibles de la Coordinadora junto a Flavia Broffoni. Ambos hablaron en la conferencia de prensa del martes al mediodía en Plaza de Mayo. Unas horas antes, a las dos de la madrugada, mientras abre cajas de cartón con comida vegana que ofrece, mira alrededor de la plaza, calcula unas 200 personas y dice: “Para ser lunes a la noche no está mal. Pero somos pocos”.
Sin embargo enseguida se entusiasma al contar cómo formaron la Coordinadora. “El reclamo no estaba alcanzando. Todos los días las noticias van en contramano de lo que el planeta necesita. Nos dimos cuenta que no funcionaban los tuitazos ni alcanzaba con reunirse con políticos. Los funcionarios del Ministerio de Ambiente nos invitan a eco-charlas pero después cuando los llamás por las mega granjas porcinas te dicen que no se puede hacer nada, que ellos no se pueden meter con los territorios porque eso depende de cada provincia”.
“¿Sabés cuántas vacas hay en Argentina? 54 millones. Y somos 44 millones la población. ¿Alguna vez pensaste todo lo que comen esas vacas, todo el agua que consumen, toda la mierda que producen?”
Durante la vigilia en Plaza de Mayo hubo diferentes actividades: discursos sobre un escenario, donde también tocaron bandas; charlas, debates, talleres, una asamblea abierta y un baile colectivo mientras en los parlantes sonaba Charly García.
“También hicimos un picnic rebelde, porque XR tiende a la alegría. Nos estamos manifestando contra la muerte. Nosotros queremos sobrevivir, y lo hacemos con mucho arte, movilizándonos”, dice Verónica, que en el reverso de su celular tiene un reloj de arena -el símbolo de XR- con la leyenda: “despertá, queda poco tiempo”.
En 2018, el Informe 1.5 del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) que depende de la ONU - “de científicos conservadores”, aclara- dijo que cuando el mundo pase el umbral de 1.5 grados celsius el colápso ecosistémico sera irreversible. Ese informe fue reforzado el año pasado por otro, la Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas (IPBES), que también da un diagnóstico global sobre la dimensión de la crisis climática y ecológica. "Estamos ante una aniquilación biológica producida por una sola especie, la humana. Según el IPBES durante los próximos años entre 500.000 y 1.000.000 de especies se extinguirán si no cambiamos el sistema de producción y consumo, incluida la nuestra".
Más cerdos, más soja, más transgénicos
Dos jóvenes enrollan una bandera amarilla en la que pintaron árboles, pájaros, vacas y chanchos con la inscripción “el dolor no diferencia especies”. Junto a ellos, Malena Blanco habla con otra compañera sobre una noticia que acaba de leer. “Dicen que el acuerdo porcino correrá por cuenta de privados, y no a través del Estado. La noticia se publica, oh casualidad, justo hoy que estamos acá, frente a la Casa Rosada. La anterior marcha fue un lunes, y el domingo salió en varios medios la noticia de que el acuerdo se pasaba a noviembre. Pero era algo que se sabía desde enero, se había fijado esa fecha porque en noviembre es la feria de Shangai”, le dice a Tierra Viva Malena, quien está segura que el objetivo es “desestabilizar la movida popular”. Ella forma parte de Voicot, un movimiento artístico por los derechos animales que comenzó hace siete años con el foco en la comunicación, a través de afiches que buscaban “reivindicar la calle como un lugar de lucha y desacreditar los mensajes de las grandes marcas que nos engañan”. También publican trabajos audiovisuales de mataderos y centros de investigación en los que se conoce en detalle cómo se convierte un animal en comida. Varios de los integrantes vienen del palo de la publicidad, como Malena, que recuerda lo que le dijeron en su primera clase en la universidad: “publicidad es venderle a la gente todo lo que no necesita”.
Dice que antes tenían una postura “más animalista” y “endogámica”, algo que se repetía con distintas organizaciones antiespecistas que también fueron relacionándose con otros colectivos socioambientales. “Ahora buscamos trabajar la interseccionalidad, tratando de encontrar formas creativas para que llegue el mensaje, respecto a los hábitos de consumo y la soberanía alimentaria. Porque más cerdos significa más soja y más transgénicos. Hoy el 80 por ciento de la soja es para el ganado”.
Vacunas contra la indiferencia
Mariela Silvestein baja del escenario que está ubicado en el borde de la plaza, justo donde nace Avenida de Mayo, pegado al Cabildo. Acaba de dar un discurso encendido y ahora escucha al siguiente orador. Tiene un barbijo rosa con la leyenda “No al acuerdo porcino”.
Es socióloga, terapeuta floral y forma parte de Conciencia solidaria. Cuenta que realizan videos de difusión con artistas y recomienda ver el documental Argentina vacunada. Aclara que no es “anti vacuna”, pero remarca que “si no tenemos información, cómo sabemos lo que nos estamos poniendo en nuestro cuerpo. Falta en los medios la información de médicos, abogados y otros especialistas que tienen otras miradas”.
Nacho tiene 16 años y está metido en un traje blanco de esos tipo astronauta que se hicieron populares durante la pandemia. Lleva un barbijo negro con una pregunta: ¿Por que´obedecer a un sistema que nos está extinguiendo?. Recorre la plaza repartiendo chanchitos de papel que lleva en una bolsa transparente. Dice que son fáciles de hacer, y que en su casa hizo 60 antes de venir. Invita a ver el tutorial en el instagram de XR, movimiento al que se sumó hace menos de cinco meses. Le gustó el mensaje “pacífico y con mucho arte”. Ahora está en la parte de Redes. Se siente un poco desilusionado, porque imaginó una convocatoria mayor a la plaza. “El mundo se está extinguiendo y la reacción que más vemos, sobre todo en las personas más grandes, es de indiferencia”.
Una fila de unas 15 personas nace de la parrilla donde preparan hamburguesas veganas. Se comerán todas, y el puestero más tarde improvisará unos omelettes que también se venderán rápidamente.
La emergencia socioambiental es ahora, ya
En el mismo lugar de la Plaza de Mayo donde en la noche del lunes había ataúdes negros de cartón que contenían mundos dibujados, el martes se armó una gran asamblea abierta, “con la voluntad de inaugurar este debate en todos los sitios que podamos porque el colapso ecológico y climático es inevitable, y ya tenemos que pensar cómo vamos a generar una transición que sea pacífica, justa y equitativa hacia este nuevo orden social”, dice la politóloga Flavia Broffoni, que remarca “la necesidad de ampliar una conversación imprescindible y urgente, de las que tenemos que ser cada vez más partícipes, una conversación que nos pone en la frontera de esto que es un tránsito civilizatorio hacia, decididamente un nuevo modelo, que no puede seguir teniendo en el centro la reproducción limitada de la riqueza material, amparada en las manos de unos pocos a costa del 99 por ciento restante”.
“En el mundo los mercados se están cerrando con criterios ambientales. Cada vez los países centrales se están comprometiendo más a la carbono neutralidad. Pasa en la Unión Europea, Corea del Sur, Japón, Chile. Entonces ese cambio en el mundo donde lo ambiental deja de ser una cuestión secundaria y empieza a ser central tiene que tomarnos como una oportunidad para generar realmente un bienestar en nuestro población a partir de nuestro modelo de desarrollo. Y desarrollo desde un punto de vista integral. Si contamina, no es desarrollo”, dice Ana Julia Aneise de Jóvenes por el Clima, que si bien cree que no es posible una política que no tenga ningún impacto en el ambiente “sí es posible repensar nuestro modelo productivo, para pensar en uno que realmente sea beneficioso para las grandes mayorías y para la preservación de la naturaleza, que es en definitiva la que sostiene la vida humana”.
“Hay muchas iniciativas, mucha potencialidad, pero se ve un trabajo muy descoordinado en cuanto a políticas públicas”, dice a su lado Bruno Rodríguez, otro de los referentes más populares de Jóvenes por el clima, respecto al diálogo que mantiene la organización con diferentes esferas de Gobierno. “Ya hay propuestas concretas para avanzar, como por ejemplo la Ley de Acceso a la Tierra que plantea la UTT. El problema es que si bien está clara la inviabilidad del agronegocio, un sistema de cuerpos arrasados y territorios, la respuestas oficial no llega”, dice Bruno, que propone tatuarse la palabra “transición” en la cara porque “la cosa no da para más”. Al día siguiente, en su IG escribirá: Quizás mañana hay tiempo para ser jóvenes.