Por Sebastián Motta
Desde Ramallo, Buenos Aires
Julio fuma y habla por teléfono. Fuma y manda mensajes. Son las 23. Fuma más y sigue al teléfono mientras maneja. Habla con un productor de espectáculos importante sobre algunos temas legales, sobre seguros y contrataciones. El teléfono vuelve a sonar apenas corta. Resopla, pide disculpas y vuelve a atender. "Julito" no es abogado ni contador, no vende dólares en el microcentro ni opera en la bolsa. Julio Cardozo, el marido de "la Naty" hace 30 años, es un pescador artesanal del Paraná. Vive en la localidad bonaerense de Ramallo, a unas cuadras del río.
A la mañana siguiente, mientras anda por toda la ciudad, en auto o a pie, no pasa un minuto sin que alguien lo salude o le suelte alguna broma. Él saluda, se ríe y no deja el teléfono. Faltaban dos días para que comience el Festival de La Pesca Artesanal en Ramallo. Varios artistas confirmados, una propuesta gastronómica variada y espacio para una feria a la cual acudirían de todas las ciudades aledañas. Todo está listo para que en el puerto se realice uno de los festivales más grandes de la localidad, orquestado por la Federación de Pescadores Artesanales del Paraná, fundada por Julio y algunos compañeros.
Ya es Jueves por la noche. Falta sólo un día y los compañeros y compañeras trabajan en los últimos detalles. Julio habla por teléfono otra vez con el productor de espectáculos y pone el llamado en altavoz. Del otro lado, la voz suena un tono más abajo esta vez: "Tengo que decirte algo y es muy triste —dice y todos los presentes quedan en silencio apenas se escuchan esas palabras—. Lamentablemente el festival se tiene que suspender, no dan los números. Vendimos muy pocas entradas y vos sabrás entender...".
Es la primera vez que Julio mantiene un silencio prolongado. Es muchísimo trabajo desplomándose sobre las espaldas de los presentes. Con muchas idas y vueltas fue gestada y organizada esta fiesta con el objetivo de recaudar fondos para reacondicionar la caleta —una pequeña bahía a orillas del río— donde amarran sus embarcaciones. Los integrantes de la federación invirtieron mucho y ahora no les queda nada más que una deuda.
Esta historia refleja la situación de los pescadores en la cuenca del Río Paraná en el norte de Buenos Aires. La actividad intenta mantenerse a flote en un contexto nacional de Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones (RIGI), que promueve un extractivismo furtivo y se olvida de los pequeños actores. Un país con una Ley Nacional de Pesca enfocada en la actividad marítima, que delega las reglamentaciones en cada provincia y municipios, y con un aumento constante de precios de los insumos e impuestos.
Y esto no es solo responsabilidad de la gestión de Javier Milei. La deshumanización de los pequeños productores y comerciantes suele ser parte de un capitalismo que se centra en mayores ganancias, relegando a quienes llevan a cabo labores a pequeña escala, gobierne quien gobierne. Estos oficios artesanales o de pequeña escala suelen ser los que más conciencia y respeto tienen por el ambiente en el que habitan, sencillamente porque deciden no ignorar que éste les permite seguir el trabajo y, sobre todo, vivir.
Los pescadores sean unidos
La Federación de Pescadores Artesanales del Paraná nuclea a siete cooperativas de pescadores artesanales del río Paraná (tres en la provincia de Buenos Aires y cuatro en Santa Fe). La organización les permitió visibilidad y margen para ser escuchados y negociar con los gobiernos provinciales y municipales mejores condiciones de trabajo. Esto se traduce en algunas herramientas de trabajo o facilidades a la hora de tramitar los permisos y demás requerimientos, ya que estos trámites suelen ser complicados y con un nivel de burocracia que muchas de estas familias no pueden sortear.
En Ramallo los trabajadores de la pesca artesanal han conseguido ser tomados en cuenta y esto puede notarse en la zona del puerto, por ejemplo, donde poseen dos predios en los que realizan reuniones y actividades sociales y otras inherentes a la pesca. Unidos pelearon por la asistencia que reciben del Municipio, actualmente en manos del intendente Mauro Poletti (PJ-Unión por la Patria) y también consiguieron financiamiento de una ONG internacional para sostener su actividad productiva y su modelo de vida.
La ayuda puede ser económica o en bienes diversos: el espacio físico que consiguieron en el puerto, un local en el paseo ribereño (donde pueden comercializar los productos manufacturados de la pesca) y la caleta cedida mediante una ordenanza municipal (la misma que deseaban mejorar con la recaudación del festival suspendido).
Esta caleta, al igual que las que poseen los clubes náuticos en la ciudad, debería estar limpia y llena de agua, lo cual les permitiría amarrar sus embarcaciones y tener mejor acceso al río. Pero el funcionamiento de una arenera cercana los dejó si agua. Mientras sus pequeñas embarcaciones yacen sobre la arena, sufrieron el robo de más de doce motores, con lo que esto significa para un trabajador que vive al día.
Para dragar la caleta unos 100 metros río adentro, que les permita recuperar el ingreso del agua y mejorar la seguridad para sus embarcaciones, los pescadores necesitaban recaudar al menos una parte de los 3,6 millones de pesos que les presupuestaron.
Ramallo, la capital del acero. ¿Y la pesca?
"El río cambió muchísimo con los barcos grandes, las crecidas y bajadas del agua, las empresas areneras. Todo cambió mucho, la forma del río y de la costa", cuenta Carlos Mendoza, pescador de 58 años, que está en el río desde los 10 y sigue: "También las fábricas, viste, hay una de fertilizante allá —señala y denuncia— que cada vez que largaban desechos al río hacían cualquier quilombo, mataban todos los peces".
Ramallo, conocida como "la capital del acero" por albergar a la histórica metalúrgica Ternium (ex Siderar), del Grupo Techint, posee en su nómina industrias como la del cemento, del sector forestal, firgoríficos, de insumos agropecuarios, petróleo y gas, pero no puede satisfacer las necesidades de un grupo de aproximadamente 45 familias que viven de la pesca (o eso intentan).
No se puede negar que estas empresas generan la mayor parte del empleo formal en la región, también es importante comprender que para los pescadores no se trata únicamente de que se generen nuevos puestos de trabajo en fábricas, darles empleo en el municipio o capacitarlos para cualquier otra labor lejos del agua. Es importante para una defensa de su trabajado escuchar sus necesidades y permitirles vivir de un oficio al que se dedican desde hace generaciones. Como Carlos, que relata la historia del río, mientras recorre el espinel junto a su hijo.
"Fichi" es otro pescador histórico de Ramallo. Se lo ve en el pueblo con su bicicleta, pero casi no habla. Cuando Julio tiene que calcular su edad, arriesga: "Más de 65 años, seguro, porque le dimos una mano con el tema de la jubilación. El viejo no tenía idea de todos esos trámites. También le dimos una mano con el Potenciar Trabajo que le correspondía. Después de cobrar lo que tenía, no sabés lo feliz que estaba. Se compró unas sillas y una tele, y me invitó a la casa para mostrarme todo".
Pescar para otros
Pareciera que el río ahora es simplemente una hidrovía, una ruta para grandes inversiones, y un botadero para grandes industrias, aunque algo haya cambiando por el compromiso de vecinos y municipios. El segundo río más largo de Latinoamérica, el Paraná, es una fuente de vida y futuro, pero parece incomprensible a los ojos del modelo de desarrollo actual. Aunque si de pesca hablamos, hay beneficios para algunos que sí siguen esta lógica de consumo masivo: los frigoríficos.
Estos agentes del comercio de pescado, en el río Paraná, controlan el precio ya que el pescador no puede guardar lo que pesca y necesita el dinero. Ante una buena pesca generalizada, los acopiadores pueden reducir el precio en la puerta del frigorífico y al pescador no le suele quedar otra opción que vender a bajo costo. Los frigoríficos a veces ganan y a veces pueden ganar menos, pero no se enfrentan cara a cara al calor agobiante, a la lluvia o a dejar a sus familias, a veces por días, para internarse en el río.
Para poner la lancha en el río un pescador bonaerense tiene que tener antes que nada: el bote y el motor en buenas condiciones (para que sea aprobada la embarcación). Luego debe realizarse la licencia para navegar, suele ser un trámite engorroso para personas que muchas veces no saben leer ni escribir o simplemente no comprenden como moverse en la burocracia institucional. Una vez hecho esto, deben registrarse como pescadores en la provincia de Buenos Aires. Pero este trámite puede ser también complicado teniendo en cuenta que el acceso a la información y a las plataformas del Estado no es tan sencillo para muchas personas.
Si todo sale bien, ya inscriptos también como monotributistas, comienzan a pagar impuestos varios por las embarcaciones y recién ahí pueden sacarla al agua para pescar. Pero antes deben invertir por día un monto considerable en insumos, carnada y combustible, que muchas veces suele no recuperarse en la venta. En muchos casos, como les sucede a muchos trabajadores de otros sectores, la imposibilidad de estar al día con toda la carga impositiva produce una deuda acumulada que asciende rápidamente a montos que pueden ser superiores al motor o el bote.
La humanidad no es estadística, la organización trae frutos
El Estado (provincial y nacional) está tan ocupado en alivianarle las cargas a las grandes empresas que no disponen de más tiempo en el día para sentarse a elaborar medidas que alivianen el peso sobre los pequeños actores de la economía regional. Son los mismos trabajadores los que se organizan y empujan durante años para conseguir las mejores condiciones de trabajo que hoy tienen.
Lo que para grandes empresarios puede significar un aumento del margen de ganancias o una posibilidad de mayor inversión, por la benevolencia de las administraciones estatales, para muchas familias como las de la pesca artesanal significa comer o no comer. La imposibilidad de pagar una deuda de impuestos o de no poder cargar combustible por una mala pesca puede y suele tener resultados devastadores en una familia de pescadores.
Cuando se habla de "puestos de trabajo" o de números y estadísticas se olvidan de que no debiera importar el número, importa qué representa cada uno de esos números por separado. Cuando un trabajador no puede comer con el oficio, debe volcarse inevitablemente a trabajos de otro tipo. Muchas de las nuevas generaciones de pescadores son empleados en las mismas fábricas que contaminan el río y por las tardes van a pescar para apalear la crisis. Bajo la promesa de un puñado de empleos, y ante la necesidad imperiosa de llevar el pan a la mesa, se acepta la destrucción de un futuro socio-ambiental próspero.
Prosperidad no son solo grandes inversiones. Deben ser humanas y respetuosas de los recursos que da la Tierra. Resulta imprescindible abordar desde un ángulo humano y personal esta problemática que agobia a decenas de miles de familias que se dedican a extraer recursos de la tierra (o el agua) para alimentar a sus familias (y al resto de la población) con métodos amigables con el ambiente y transmitidos por generaciones.
El festival de la pesca artesanal no prosperó, pero los pescadores no dejaron ni dejarán de remar aunque el Estado se olvide de 45 familias en una localidad de Buenos Aires y de tantas otras en todo el país.
A pesar de las vicisitudes, siempre que los trabajadores se organizan hay consecuencias positivas y esto puede verse en casos como el de la Federación de Pescadores Artesanales del Paraná. Después de 20 años, en febrero de 2024, se entregaron 21 carnets habilitantes para la pesca por parte del gobierno de Entre Ríos, permitiendo a los pescadores bonaerenses transitar por aguas entrerrianas sin temor al decomiso de mercaderías o herramientas de trabajo. Esto mismo se está trabajando con Buenos Aires para mejorar los sistemas de evaluación para los registros y otros asuntos administrativos que facilitarán el trabajo.
Asimismo, desde la Dirección de Educación Agraria de Buenos Aires (a cargo de Gerardo Berchi), se les invitó a participar de un foro para la construcción del diseño curricular de la primera Escuela Secundaria Agraria en Pesca y Agricultura de la provincia, que favorecerá la formación de las nuevas generaciones de pescadores, manteniendo vivo este oficio tan importante.