Por Camila Parodi*
En el paraje El Totoral, departamento de Ancasti (Catamarca), seis familias rurales presentaron un recurso de amparo por el accionar de un feedlot, al que acusan de contaminar el suelo, el agua y el aire de la región. Tras años de reclamos desatendidos, las y los vecinos recurrieron a la Corte de Justicia (máximo organismo provincial) y solicitan la suspensión del emprendimiento ganadero de la familia Tauil.
El feedlot es un sistema intensivo de engorde de ganado en el que se producen entre 500 y 2000 cabezas de ganado (dependiendo de la temporada). Se instaló en 2014, a solo siete kilómetros de la Villa de Anquincila (Ancasti), y desde entonces ha generado graves impactos ambientales. Leonardo Embon, integrante de la asamblea Ancasti por la Vida, explica: “Hace años que venimos reclamando soluciones y nunca se nos ha dado una respuesta adecuada. El feedlot está generando un consumo excesivo de agua y una contaminación que afecta nuestra calidad de vida”.
Aunque el fallo aún está pendiente, este proceso marca un avance significativo para la comunidad, que busca frenar las actividades que deterioran su entorno y proteger su única fuente de agua. El caso subraya cómo la organización comunitaria puede enfrentar proyectos extractivistas y defender los derechos ambientales.
La vía judicial: el recurso de amparo
En septiembre de 2024, tras múltiples reclamos infructuosos ante la Municipalidad de Ancasti y la Secretaría de Ambiente de la provincia, las familias de El Totoral acudieron al Poder Judicial con el apoyo de la abogada Cecilia Juárez Aliaga. El amparo presentado ante la Corte de Justicia de Catamarca busca detener las actividades del feedlot mientras se evalúan los daños ambientales y se revisa su legalidad.
La comunidad se amparó en los artículos 41 y 43 de la Constitución Nacional y Provincial, que garantizan el derecho a un ambiente sano y la posibilidad de tomar medidas cautelares.
“Nos organizamos como comunidad y decidimos llevar adelante este proceso judicial. Fue nuestra única alternativa después de que nuestros reclamos fueran ignorados durante años”, comenta Embon. El proceso ya ha logrado visibilizar la problemática y generar un debate sobre la sostenibilidad de estos emprendimientos ganaderos en zonas rurales.
Impacto ambiental: agua contaminada y suelos degradados
Uno de los mayores problemas que enfrenta la comunidad de El Totoral es la contaminación del arroyo homónimo, su principal fuente de agua. “Han secado nuestro arroyo por completo con el uso desmedido de agua para el feedlot. Ahora solo corre agua unos días después de las lluvias, pero la mayor parte del año está seco”, relata Embon.
El uso excesivo de agua no sólo agotó el arroyo, sino que obligó a los dueños del feedlot a abastecerse mediante camiones cisterna que extraen agua de los ríos Anquincila, Tacana y Los Molinos, perjudicando a un mayor número de vecinos y vecinas. La situación empeoró este año, cuando una fuerte lluvia rebalsó los contenedores de desechos ganaderos y provocó un derrumbe y derrame que contaminó el cauce del arroyo. “Fue como un río de bosta que llegó al arroyo. Esa agua, que siempre fue nuestra fuente de vida, ahora está completamente contaminada y no podemos usarla”, señala Embon.
Las y los vecinos también denuncian la falta de tratamiento adecuado de los residuos ganaderos, que se almacenan sin medidas de seguridad. “Lo más preocupante es que no hay ningún tipo de tratamiento de los residuos. Todo se acumula en contenedores de tierra y, cuando llueve, esos desechos llegan al arroyo, contaminándolo más”, advierte Embon.
La organización comunitaria: una respuesta frente al extractivismo
Las familias de El Totoral entendieron que solo la organización les permitiría enfrentar esta problemática. Desde hace años, han presentado denuncias ante la Municipalidad de Ancasti, al Senasa (Servicio Nacional de Sanidad Agroalimentaria) y el Ministerio de Agua, Energía y Medio Ambiente, pero las respuestas han sido evasivas o nulas.
Durante años, desde la comunidad se presentaron pedidos de informes de impacto ambiental así como también solicitaron información en torno a la cantidad de pozos y la forma de extracción de agua que utilizan en el emprendimiento. La única respuesta que obtuvieron por parte del Municipio fue tras el derrumbe de marzo pasado: el intendente Rodolfo Santillán envió una retroexcavadora para levantar una pared de tierra “en caso de que sucediera un nuevo derrame”, señala Embon.
Ante la falta de acciones concretas la comunidad decidió avanzar a través de la estrategia legal: “Siempre desviaban la pelota a otras jurisdicciones y organismos. Por eso decidimos organizarnos y llevar adelante este proceso judicial”, explica.
Con el respaldo de la Asamblea Ancasti por la Vida, creada en 2017, la comunidad se unió en defensa de su territorio y su calidad de vida. Embon subraya la importancia de visibilizar la lucha de su comunidad: “Es fundamental que hagamos frente a estas situaciones y no permitamos que nos pasen por arriba. Tenemos que unirnos y solidarizarnos con otras comunidades que enfrentan problemas similares”.
Ancasti por la Vida
La Asamblea Ancasti por la Vida ha jugado un rol central en la lucha contra distintos proyectos extractivistas que han intentado instalarse en la región. Su principal objetivo es informar a la comunidad sobre los impactos de estas actividades en el ambiente y los territorios. A lo largo de los años, la Asamblea ha resistido no solo contra el feedlot, sino también contra la megaminería, en especial la minería de litio en roca. Un proceso que implica la explotación a cielo abierto y genera un fuerte impacto ambiental.
Tras la presentación del amparo contra el emprendimiento ganadero, la Asamblea Ancasti por la Vida advirtió que la única fuente de agua que tienen las familias de El Totoral está al borde del colapso: “El corral de engorde está asfixiando el ambiente”, manifestaron en su comunicado. Denunciaron además que “aquellas aguas cristalinas están contaminadas por bacterias y desechos tóxicos”.
La Asamblea de Ancasti señala que, en El Totoral y alrededores, el aire se ha vuelto irrespirable, y el suelo, que antes sostenía la vida tranquila de las y los pobladores, ha sido degradado. "Ni siquiera los más pequeños pueden disfrutar del agua, porque el riesgo de enfermarse es real", alerta. Ante esta situación crítica, exigen que se detenga de inmediato la actividad del corral de engorde, cuya expansión amenaza con destruir el arroyo y la vida en la zona.
*Nota colaborativa para Marcha, Cítrica, Agencia Tierra Viva y Sala de Prensa Ambiental.