Por María Daniela Yaccar
De una carencia surgió todo lo que vino después, impensado y grande. Hace unos años, Ramiro Lezcano, oriundo de San Marcos Sud —un pequeño pueblo de Córdoba—, detectó que en las escuelas rurales de su región no había profesores de música. Comenzó a meterse en las aulas con su guitarra, a dar clases “por fuera del sistema educativo”. Y terminó inventando un proyecto único en su tipo: “Canciones urgentes para mi tierra”, en el que niñas y niños componen, interpretan y graban temas musicales vinculados a problemáticas socioambientales.
“Un día nos dimos cuenta de que había situaciones ambientales bastante complejas que nos afectaban”, cuenta, en plural, el docente, incluyendo a sus estudiantes. El discurso siempre los contempla: no se pone por sobre elles, se corre del adultocentrismo. “Situaciones que nos angustiaban mucho. Ocurrió que intoxicados por las fumigaciones con agrotóxicos, no pudimos ir a la escuela una semana entera. Notamos cómo montes nativos muy cercanos fueron desapareciendo. Entonces, les propuse a mis alumnos transformar la angustia en arte. Exorcizar y comunicar”, recuerda en diálogo con Tierra Viva.
Del proyecto nació un disco doble (Disco Verde-Disco Naranja, grabado entre 2015 y 2019). Y hay un segundo, que se llamará Mensajes de tierra adentro, en camino y cuyo proceso de producción podrá verse en un documental, que se está rodando en paralelo. Se viene, además, el "Concierto urgente para mi tierra", el 12 de noviembre, en San Marcos Sud.
En los inicios, por las redes o como pudiera, mandando “no uno, sino cien mensajes”, Ramiro se puso a contactar artistas, quienes voluntariamente se sumaron a la iniciativa aportando a las grabaciones sus voces o instrumentos. Se sorprendió por el volumen de las adhesiones; también por la importancia de las figuras.
Entre los dos discos reunió a más de 500 artistas. Pablo Milanés, Hilda Lizarazu, Claudia Puyó, Peteco Carabajal, Víctor Heredia, Suna Rocha, Richard Coleman, Zeta Bosio, Miguel Cantilo, Jairo, Durga McBrown, Fabiana Cantilo, Abel Pintos, Dyango, Billy Bond, Jorge Rojas, Lito Vitale, Marcelo Moura, Juan Carlos Baglietto, Teresa Parodi, Piero, Raly Barrionuevo, Lito Nebbia y Roxana Carabajal son algunos de los músicos que componen la larga lista.
Mientras que Rubén Blades, Rubén Rada, León Gieco, Pedro Aznar y Gustavo “Chizzo” Nápoli, entre otros, participan en el disco que está en preparación. Y Baglietto, Gieco, Vitale, Lizarazu y los exAbuelos de la Nada Kubero Díaz y Juan del Barrio están confirmados para el gran concierto de noviembre.
El origen de las “Canciones urgentes para mi tierra”
El pueblo de donde es Ramiro se encuentra “en el interior del interior” de Córdoba, 200 kilómetros al noreste de la ciudad capital y a 180 de Rosario. Él es profesor de Psicología, Filosofía y Ciencias de la Educación y “músico de toda la vida”. Paradoja mediante, estudió en el conservatorio para ser profesor de música, pero sintió que no era para él (“no quería enseñar ‘eso’”). Ahora, el propio gobierno provincial lo contrata para que dé capacitaciones. Esencialmente es cantante, guitarrista y pianista, pero toca distintos instrumentos —hasta el trombón— por necesidad: en San Marcos Sud no abundaban los músicos. Su actividad como coordinador en los coros de las iglesias le dio “legitimidad” en la región para iniciar el camino que derivó en “Canciones Urgentes”.
Esa tarea en los coros locales también le permitió encarar un proyecto de esta índole, en una comunidad que puede ser cerrada y esquiva a hablar de problemáticas socioambientales, cuando ciertas prácticas se conectan con la necesidad de trabajar, de subsistir. “Muchos padres que trabajan en la producción agrícola hoy militan el proyecto”, celebra Ramiro sobre la concientización del impacto de los agrotóxicos. “El arte es una poderosa herramienta de transformación social”, confía Ramiro, que trabaja con chicos de entre cuatro y 11 años, de seis escuelas de Córdoba y una de Santa Fe. En estas instituciones se hace el trabajo compositivo, pero también se invita a otras a sumar sus voces.
“Además de cuidar el planeta, el agua y nuestro alimento, Ramiro alimenta a los chicos con una fuente maravillosa de energía, que es la música”, elogia el músico Juan Carlos Baglietto. “Es músico, pero además y, básicamente, es docente. El proyecto que generó es maravilloso: escribir junto a sus alumnos canciones referidas al medio ambiente y el cuidado de una cosa tan preciada como es nuestra Tierra”, añade el músico y cantante, que estará en el recital de noviembre.
“Juguemos en el campo mientras Monsanto no está”
Los temas versan sobre problemáticas del contexto inmediato o más generales. Van de la chacarera al punk, del blues al carnavalito, de la zamba al hard rock. Presentan uniones que jamás sucedieron en un escenario (Dyango cantando con Víctor Heredia; la Mona Jiménez con María Rosa Iorio). El disco doble, editado en formato físico por el Instituto Nacional de la Música (Inamu), está disponible en la web del proyecto.
Quizá una de las frases más impactantes sea la que abre “Juguemos en el campo”: “Juguemos en el campo / mientras Monsanto no está”, cantan voces infantiles. Esta canción es el comienzo de todo: la primera grabada. Un reggae que evoca la canción “Diablo, ¿estás?”, de María Elena Walsh. Dice: “Fuera Monsanto de América latina / que corra el río tranquilo / que sople un viento mejor / tierra, lluvia y sol / para mi semilla de amor”.
“Cantamos”, sintetiza el espíritu del proyecto. Un alumno de tercer grado preguntó a Ramiro: “Profe, ¿para qué cantamos?”. La respuesta quedó plasmada en los versos de este ska: “Porque soy agua y sal / tierra devastada / que resiste de pie (…). Nuestra voz es ilusión de / un mejor mañana, / de un lindo y nuevo despertar”. No hay sólo denuncia en el repertorio. Hay espacio para el deseo.
La contaminación de mares y ríos, los bosques incendiados, la desaparición de los montes, los glaciares derretidos y la codicia del hombre aparecen en las letras así como también la intención de desarrollar una nueva “conciencia de amor”, como se titula el tema que abre el Disco Naranja.
Ramiro ilustra el proceso de composición con una anécdota: “En 2016, fueron los 30 años de Chernobyl. Una alumna me preguntó qué era. Investigamos qué había pasado. Así surgió una foto nuestra: todos los alumnos con una máscara de gas en el campo. La gente dice ‘qué lindo el campo, qué lindo el sol’. Pero lo que pasó con Chernobyl nos pasa con los agrotóxicos. Después de tres meses de investigación escribimos ‘La flor de Chernobyl’”. Sumaron su aporte los músicos que integraban la banda de Luis Alberto Spinetta.
Cada tema es una “construcción colectiva”, remarca Ramiro que no les dice a los chicos qué cantar, que su tarea consiste más bien en “guiar”. Elles sugieren frases, palabras, se produce una “lluvia de ideas”, todo queda volcado en el pizarrón. Conversan sobre qué es una poesía, si la canción tiene o no rima, entre otros detalles. “Las letras las escriben ellos. Les doy formato de canción; pongo la impronta. A medida que esto iba creciendo ellos iban entendiendo el formato. Fue un aprendizaje mutuo.”
La actividad abarca también un momento de escucha en ronda de algún vinilo o CD y una conversación sobre los sentimientos que esos materiales activan. Al final del proceso, les estudiantes también son intérpretes en las canciones, compartiendo ese espacio con los artistas. La impronta del proyecto generó que los estudios de grabación (desde donde las figuras intervienen los demos que Ramiro les envía) también se sumen voluntariamente a la propuesta. Lo mismo ocurrió con los ingenieros de audio —“gente que trabajó con Serú, Charly, Fito, Spinetta”—. Ramiro revisaba los discos que escuchaba “de chico” y así elegía a quiénes podían ocuparse de la mezcla.
“Los músicos pensamos que nunca nos vamos a cruzar con los tipos que son los pósters que tenemos en nuestras casas”, reflexiona sobre lo logrado con “Canciones urgentes”. También advierte que “los adultos hemos perdido la capacidad de soñar y los niños no”, cuando se acuerda del día en que recibió una llamada de Pablo Milanés —fallecido en noviembre del año pasado—. En la clase habían escuchado un disco suyo y uno de los estudiantes le pidió que lo contactara. Lo primero que Ramiro pensó y dijo es que era imposible llegar a él. Pero después se arrepintió de haber cerrado esa puerta tan tajantemente y le escribió al cubano. A los pocos días, Milanés respondió a la invitación. Por cosas como esta Ramiro dice que no sólo los alumnos aprenden de él.
Discos, concierto y documental
Otro nene preguntó si el disco —el primero, el doble— iba a tener dibujos. “Es una muy buena idea”, respondió Ramiro. Ni más ni menos que Rocambole (histórica artista de los Redonditos de Ricota) fue el autor de la primera ilustración para un tema. Fue para la canción “Al monte”, pero su trabajo finalmente se usó como ilustración general del disco físico, acompañando los créditos y una foto de los estudiantes con máscaras de gas, esas que sintetizan la vida de los pueblos fumigados. Cada canción del Disco Verde y el Disco Naranja está acompañada por un dibujo. Las ilustraciones se pueden ver en la web de "Canciones Urgentes" junto a las letras y reseñas acerca de la elaboración de los temas, que son una pequeña guía pedagógica. Mientras, se les puede dar play a cada una de las canciones y escucharlas.
“Se trata de contribuir a la construcción de una nueva conciencia ambiental a través del arte en todas sus dimensiones. Música, pinturas, videoclips. Mis alumnos vivieron una verdadera educación estética y ética”, valora Ramiro. El segundo disco, Mensajes de tierra adentro, incluirá 17 canciones nuevas y la participación de escuelas de otras provincias (como Tucumán) y países (como Bolivia). También será editado por Inamu.
En paralelo, el director Mauricio Albornoz (Cactus Cine) está armando un documental que muestra el proceso de este segundo trabajo. El productor del film es Sebastián Carreras. El equipo siguió cada paso de Ramiro durante tres años, yendo todas las semanas o cada 15 días a “espiar el aula”.
Mientras que para el “Concierto urgente para mi tierra” algunos de los músicos involucrados van a viajar al campo a cantar con los chicos estas creaciones y su propio repertorio. La jornada se extenderá entre las 14 y las 23 en el pueblo el noreste cordobés, donde todo empezó. “El concierto es un eslabón más de la cadena del proyecto. El objetivo es que los artistas que grabaron con los niños los conozcan en el lugar donde nacieron las canciones. Tenemos invitaciones para ir al CCK o al Teatro Libertador, de Córdoba. Lo vamos a hacer. Pero es simbólico que toda esta gente grosa venga a un pueblo de 3000 habitantes a conocer a los niños y cantar con ellos”, dice Ramiro.
En la organización se viene encontrando con “escollos”, con “fuerzas negativas” que pueden tener que ver con los intereses que el proyecto toca. “Es tácito; nadie nos dijo nada. Tenemos la conciencia tranquila de que no atacamos a nadie, de que estamos por nuestra salud y la de todos. Nos sentimos parte del problema”, aclara el músico. “Queremos que la gente venga a manifestarse por una nueva conciencia ambiental, en una provincia de la que sale un candidato a presidente que pone el foco en la idea de que el campo es la salvación. No queremos que el campo gane menos, pero hay cuestiones del sistema productivo que hay que repensar, desde un lugar de debate.”
La idea, también, es instalar una carpa en la cual investigadores, científicos y ambientalistas expongan trabajos. “Invitamos, incluso, a voces disidentes si es que las hay, porque la premisa es pensar en la conciencia ambiental con todos adentro. Y que estas canciones sean el vínculo para generar debates”, sugiere.
Canciones más urgentes que nunca
“Cuidamos nuestro planeta. Que el hombre no tire basura en nuestro planeta. No fumigar. Que el hombre no arruine nuestro planeta. No prendan fuego. No corten los árboles. Cuidamos nuestro cielo”, dicen Santino (10 años), Noha (9), Morena (10), Ludmila (8), Luisina (10), Juliana (8) y Milagro (9), de la escuela rural Rafael Obligado, ubicada en Colonia Molles, localidad de Saira (Córdoba).
Su maestra, Melina Duarte —quien viaja a diario 12 kilómetros para llegar a la escuela— comparte un audio armado en conjunto, en el que les chiques expresan el sentido de “Canciones urgentes”. Dicen, también, que les gusta cantar, ser reconocidos y que pretenden “salvar a su tierra a través de canciones”.
“No me servía cortar una ruta. Que me echaran y prohibieran —reconoce Ramiro—. La idea era hacer un trabajo subterráneo con las niñeces para que todes se convencieran de que no se puede mirar para otro lado.” Y agrega: “Estos pueblos tienen una tasa de enfermos de cáncer y de enfermedades derivadas de agrotóxicos tres veces más alta que la media de cualquier ciudad no lindante con su uso. Estamos caminando en la cornisa ambiental. Este año vivimos el julio más caluroso del que se tenga registro. Esto dejó de ser una cuestión de ‘hippies’ que hablamos de ciencia ficción. El cambio climático está tocando la puerta de todos”. Por eso, plantea, “estas canciones y esta concientización son más urgentes que nunca”.