OPINIÓN
Por Armando Cassinera
El fuego es extractivismo, el humo es extractivismo, el glifosato es extractivismo, los transgénicos son extractivismo, el fracking es extractivismo, la deforestación es extractivismo, el secuestro del agua es extractivismo, la pesca industrial es extractivismo, la megaminería es extractivismo, la construcción especulativa es extractivismo, la hidrovía es extractivismo, la estafa de la deuda externa impone más extractivismo. El modelo es extractivista y sus consecuencias son inmorales.
El poder político al que le solicitamos una Ley de Humedales es el mismo que está, ahora mismo, negociando el litio, explotando Vaca Muerta, explorando el mar para extraer más petróleo, el que permite una de las tasas de deforestación más altas del mundo, el que se propone llegar a producir 200 millones de toneladas de granos en su modelo industrial, empresarial, ecocida. El poder político es el que impulsa el extractivismo.
El poder político al que le pedimos que pare los incendios es el mismo que reprime y judicializa a las comunidades que luchan por sus territorios, por el agua, por alimentos sanos, por su salud, por su cultura y formas de vida.
En este modelo la Ley de Humedales más exitosa a la que se puede aspirar es la que habilite negocios sin fuego ni humo, no la que proteja los ecosistemas y sus servicios ambientales.
El extractivismo enferma y destruye los territorios y las comunidades en beneficio del capital concentrado. No existe ni existirá la ley que nos proteja contra el saqueo generalizado al que estamos sometidos.
La lucha es por otro modelo.