Por Sergio Sánchez
Anahi Mariluan dice que el Pueblo Mapuche es un pueblo de futuro. Lo es porque cuida la vida, el aire, el agua, la montaña, el territorio. Y ese futuro es la suma de un presente vital y un pasado con raíces sólidas. Anahi es una cantora mapuche –o “traductora de los sonidos que nos rodean”-, investigadora y compositora de cantos en mapuzungun, el idioma de su pueblo. Nació en Neuquén, pero actualmente vive en San Carlos de Bariloche. Desde allí dice, canta y milita para la restitución sonora de su comunidad. “Entiendo que no solo tienen validez las recuperaciones territoriales tangibles, sino también las intangibles, a las que se ignoró luego del silenciamiento al que mi pueblo fue obligado 150 años atrás”, explica.
“Pienso que estoy contribuyendo a ese des-silenciamiento de esta manera, con la herramienta de la música, con la herramienta política del mapuzungun y con la convicción de que estamos haciéndole frente a un mundo que nos quiere omitir”, resalta Anahí.
Música con identidad y memoria
“Escuchar a estas abuelas nos va a permitir seguir creando cantos”, sostiene cuando se refiere al disco Ülkantun: Mujeres Memoria, que se presentará el sábado 22 de enero a las 17 en el Salón de la Memoria de Ruka Choroy, Neuquén. Se trata de un archivo sonoro registrado por la maestra Silvia Giglio en 1980, que ahora se convierte en un disco de nueve cantos. La selección estuvo a cargo de Anahi y contiene los ül (cantos) de mujeres ülkantufe (cantoras) de la comunidad de Ruka Choroy. “Muchas abuelas grabaron su canto para enseñar a niños, lo que constituye un valioso antecedente intercultural”, explican los creadores del proyecto. “Es un trabajo de restitución sonora sobre el ülkantun y el objetivo es que los cantos históricos vuelvan a sus comunidades de origen”, precisa Anahi, quien además es docente de música y está completando su doctorado en antropología.
A fines de 2021, además, el Club del Disco editó en formato físico su cuarto trabajo solista, Futrakecheyem zomo: Ancestras, que está centrado en cantos dedicados a las abuelas y apela a la fuerza femenina. “Este disco está dedicado a las abuelas que viven detrás de los ojos que tenemos, estamos hechos de miles de abuelas”, refuerza ella. “En la cultura del pueblo al que yo pertenezco la ancianidad tiene una importancia radical. Y este disco lo pensé mucho antes de que nos atravesara el confinamiento, donde la tercera edad fue la más damnificada”, cuenta y afirma: “Entonces, también me proyecto en esas mujeres de las que no sabemos nada, que son las mujeres que atravesaron el genocidio y por ende la discontinuidad en nuestra forma de decir. Creo que es uno de los discos más delicados en el que además invité a participar a cantoras mujeres”.
El disco es delicado, sí. Y también es íntimo, contemplativo, reflexivo y potente. Una de las más conmovedoras, por ejemplo, es el canto que cierra el disco, «Küla lushu (Tres bebés)«, con la colaboración de la cantora neuquina Noe Pucci. Es un canto triste que habla sobre los miles de niños y niñas mapuche apropiados durante la denominada Campaña del Desierto.
La otra invitada del disco es la cantora y compositora bonaerense Soema Montenegro, que suma su voz en la dulce y luminosa «Uñum zomo (Mujeres pájaras)«. “Dentro de la cultura mapuche hay un equilibrio entre las energías masculinas y femeninas porque en definitiva no se está aludiendo estrictamente a lo genérico. No importa qué seas. Pero la energía femenina es la que se aboca al canto, entonces todos los discos que hago están atravesados por un compromiso desde el decir femenino”, fundamenta.
Militar sobre la restitución sonora
-¿Qué representa el canto para el Pueblo Mapuche?
-El canto para el Pueblo Mapuche es otra forma de decir. Se puede decir hablando, se puede decir creando y se puede decir cantando. Entonces, yo me dedico a esa forma de decir, que es el canto. Y también me dedico a militar sobre la restitución sonora. Soy una completa militante de la restitución sonora que es en definitiva empoderar la palabra del canto, preguntarnos por qué el canto orbita solamente de manera ceremonial para el conjunto de la sociedad, que la circunscribe a la mujer situada en el pasado; pero en realidad somos un montón de ülkantufe (cantoras) las que estamos llevando adelante la revitalización del mapuzungun cantado. Entonces, entre esas dos aristas es que voy recuperando territorio. El canto es ese otro territorio que tenemos derecho a restituirnos, a recobrar.
-¿Y por qué decidiste desde el comienzo componer y cantar en mapuzungun?
-Me expreso políticamente, por eso canto en mapuzungun. Creo que es una herramienta política. Entonces, me valgo de ella para habitar un mundo que la silencia. No solo en mi caso personal, la mayoría de los ülkantufe solamente somos difundidos cuando se acerca el 12 de octubre. Y siempre me pregunto por qué es más importante la lengua del colonialismo, ¿Por qué son más importantes las lenguas francas desde donde se piensa la maldad? Entonces, decidí no cantar más en castellano. Porque está bien que nos permite comunicarnos, pero también esa lengua fue la que le ganó espacio a la lengua de mi pueblo. Por eso me encolumno detrás del canto mapuzungun y del kultrun.
-¿Para el Pueblo Mapuche el canto es un modo de memoria y resistencia?
-Nosotros siempre reconocemos en nuestra familia el antepasado originario. Y yo tengo el deseo de reconocer el pasado originario en el futuro. El futuro es de los pueblos originarios porque son los que cuidan la vida para todos. Este es un país curioso, que se erige sobre la amnesia. Y tiene que ver con la constitución de la mayoría de los Estados, porque se dio como continuidad de la política colonialista. Sin embargo, no estamos igual que frente al horror que pasaron mis abuelos. Y no sé qué fue de mis tatarabuelos, porque ese primer genocidio se encargó de borrarlo todo. Cuando las políticas de derechos humanos se encargan de revisar los crímenes de lesa humanidad creo que también hay que pensar en los pueblos originarios. Y eso va a ocurrir. Yo siento que estamos mucho más cerca de poner en agenda esto de lo que no se habla. Siento que la música opera como un puente hacia eso que va a volver a sonar de alguna manera.
La música de los pueblos originarios
El verano en esta parte del mapa es la estación del año elegida para el despliegue de los festivales folklóricos y los grandes eventos sociales de música. La música de raíz folklórica –o el folklore, a secas– es una de las protagonistas de los festivales. La “tradición” celebra en estos días. Suenan chacareras, zambas, gatos, huaynos y chamamé. Algunos festivales se hacen eco en la televisión. Hay euforia y celebración. Aflora el carnaval. Sin embargo, no toda la música está presente en estos espacios. Algunos sonidos y expresiones culturales están fuera del radar de organizadores y productores. El canto mapuche, por ejemplo, no encuentra representación en los tradicionales escenarios folklóricos. Al menos no ocupa un lugar central en las grillas de programación y en el circuito oficial. No es prioridad en la toma de decisión –artística– de la cultura hegemónica.
“A veces pienso que en realidad falta crear la escena de la música de los pueblos originarios, porque no es folklore”, sostiene Anahi. “Si bien el folklore acoge a lo originario, lo hace desde un lugar de pertenencia, ‘nuestros pueblos originarios, nuestras mujeres’. Y nosotros en definitiva luchamos por una autonomía que permita decir que no somos de nadie, sino que somos de nosotros mismos. Entonces, pienso que falta escena y también falta descentralizar”, analiza.
-¿Por qué hace una distinción entre la música folklórica y la música de los pueblos originarios?
-Porque el folklore tradicional en Argentina siempre ha estado orientado a solidificar una imagen y un estereotipo de la nacionalidad. Entonces, en ese estereotipo forzado que se hace de la identidad nacional, con danzas que ya no se bailan y representaciones que ya no se usan, se omite el reconocimiento de las naciones originarias y se lo apropia. Por ejemplo, cuando la gente quiere decirte que te quiere te dice «nuestros pueblos originarios, nuestras abuelas». Y ese estado de pertenencia devela una ideología patriótica de la que nosotros somos resistencia, porque no queremos ser de nadie. Nosotros queremos reconocer en nuestro territorio nuestra lengua, nuestra identidad, nuestra cultura y nuestro idioma. Pero el folklore no termina de aceptar eso desde un lugar de emancipación. Y los festivales de folklore toman a las tradiciones originarias con cierto paternalismo. Y no existe escena porque tampoco mueve los recursos que mueven las músicas comerciales. Sin embargo, pronto va a tener una emergencia, porque ya son muchísimos los pueblos que se empoderan detrás de la lucha por la vida.
Anahi Mariluan y la creación constante
En pocos días saldrá también un proyecto que se deriva de su último disco, Ancestras. Se trata de un cuento para niños ilustrado por la artista plástica Alicia Pez que se deriva del canto “Ufiza (oveja)”, que obtuvo la primera mención en el Concurso de Literatura Infantil Ilustrada (Editora Municipal Bariloche). “En este cuento queremos contar que la sabiduría se hace de a muchos. En el caso de Don Herminio y su oveja, queremos homenajear a todos los hermanos mapuche y a todas las formas de vida que respetuosamente integran una cadena de sabiduría”, cuenta. “Y como música no me detengo un instante. Ahora estoy haciendo un material a partir de los ruidos que generan las máquinas extractivistas”, adelanta.
“Un material que toma como punto de partida el sonido que generan las máquinas de petróleo, el sonido del fracking, el sonido de los cauces de aguas servidas que se arrojan a las aguas transparentes”, precisa. Y remarca: “A los mapuches nos asocian al cuidado de la naturaleza pero en realidad más que nada estamos a la defensa. El poder de la belleza del territorio donde vivimos es muy grande, entonces nos suelen asociar a la naturaleza, pero en realidad eso sucede porque las traducciones de las letras no están por todos entendidas, entonces se suele omitir el trabajo radical en el que me planto, que es el de la denuncia”.