“En la Buenos Aires colonial uno de cada cuatro porteños era oriundo del Congo, Angola o Mozambique”
diciembre 23, 2021
Sección: Territorios
El libro “Esclavitud y Afrodescendientes, acerca del genocidio en América”, de Marcelo Valko, recorre las similitudes y particularidades de los afrodescendientes y de los pueblos originarios en la historia de Argentina. Publicado por Ediciones Continente, explica el rol del Estado para aplicar políticas represivas y un modelo basado en exportación de materias primas.

Por Marcelo Valko

Esta investigación plantea una hipótesis tan evidente como negada: el genocidio ocurrido en América tiene dos caras, dos orillas de un mismo río de sangre vertida por indígenas y africanos.

El desastre demográfico causado por la Conquista diezmó a los pueblos originarios al utilizarlos in extremis como combustible biológico para maximizar la rentabilidad y obligó a buscar sustitutos provocando un segundo genocidio. Del mismo modo que la hecatombe en tiempo y espacio perpetrado contra los indígenas americanos no tiene parangón en los anales de la humanidad, el secuestro y cosificación de africanos para introducirlos en el Nuevo Mundo constituyó el mayor y más bestial desplazamiento forzado de seres humanos del que se tenga memoria. Ambos genocidios, Conquista y Esclavitud, son dos caras de una misma moneda del crimen perpetrado en América.

El libro desnuda un sistema económico delincuencial que arrancó seres humanos del otro lado del Atlántico para obligarlos a trabajar en tierras usurpadas a los indígenas exterminados constituyendo un todo que la desmemoria oficial busca diluir. Sin embargo, la verdad que recorre las venas de los pueblos no olvida y así se pueden explicar los ataques espontáneos en 2020 de los manifestantes del Black Lives Matter(Las vidas de los negros importan), tanto en Estados Unidos como en Europa derribando monumentos de conquistadores españoles —incluyendo a Cristóbal Colón y también al rey belga Leopoldo II— hasta traficantes de esclavos en Inglaterra, ya que representan ambos lados del espejo.

El motor de la historia es económico. La utilización in extremis de los indígenas como combustible biológico que aniquiló etnias enteras obligó a importar nuevas piezas del engranaje procedente de África.

Esclavitud y Afrodescendientes desmitifica el blanqueamiento con que se procuró barnizar a una Argentina que hizo cuanto pudo por evaporar a los africanos de la historia argentina. Pocos tienen presente que en la Buenos Aires colonial uno de cada cuatro porteños era oriundo del Congo, Angola o Mozambique, el celebré sargento Cabral era hijo de un indio guaraní y una esclava angoleña. Sin negritud no tendríamos Patria. El texto nos lleva de asombro en asombro y desempolva por ejemplo que en el último cuarto del Siglo XIX se editaron una docena de publicaciones afro.

El pionero adoptó un nombre más que sugerente "La Raza Africana", cuyo número inicial aparece el 7 de enero de 1858 con el firme propósito de abarcar “asuntos políticos, literarios, industriales y comerciales. Tuvo una existencia de pocos meses y lo sucedió en abril de aquel año "El Proletario". Así se fueron sucediendo nuevas publicaciones y reapariciones. Menciono La Raza, La Igualdad, El negro Timoteo, La Juventud, La Broma, La Perla, El Unionista, El Artesano y La Ortiga. Tal cantidad de títulos y orientaciones variadas haciendo foco en política, sociedad, las cofradías o haciendo gala de ironía sarcástica habla de una férrea necesidad de expresión, de quebrar el ostracismo impuesto. Un editorial de La Broma plantea: “Lanzamos al viento nuestras quejas y expresión de nuestro rechazo a la esclavitud enmascarada que se nos quiere imponer”.

¿Cómo se ocultó esta realidad? Negar las evidencias de tal densidad poblacional e importancia y su posterior destino tiene un único propósito: demostrar la excepcionalidad Argentina. La manipulación de la historia que arroja todo lo que desentona fuera de los márgenes es antigua como el mundo, superar esa falsedad ideológica al servicio del statu quo y su narración impostora es la tarea que se plantea en las páginas del libro.

La investigación comienza con los barcos negreros y finaliza con el escandaloso asesinato de Marielle Franco y George Floyd. Y plantea una salida conjunta del laberinto de silencio:

“Latinoamérica tiene más similitudes que diferencias, posee una historia y problemática común de conquista, aniquilación, esclavitud y dominación colonial y una independencia que no llegó a plasmarse. Las burguesías comerciales portuarias y oligarquías exportadoras de materias primas solo pensaron en su propia rentabilidad y el futuro productivo quedó eclipsado en un cuello de botella. La problemática socio económica es similar y la respuesta debe ser común, es ineludible rescatar la memoria para educar el futuro única herramienta contra soluciones ficcionales de cortoplacismo para dar a conocer lo sucedido con el genocidio indígena y tantos millones de personas prisioneras durante la trata para combatir el racismo estructural actual. Es hora de la acción y quebrar el silencio frente a lo ocurrido. La historia oficial es un servicio ideológico de apoyo al statu quo que se convierte en un obstáculo epistemológico al identificarse con la élite mediante el control del pensamiento. Es más necesario que nunca cambiar la visión del otro, las mentalidades deben evolucionar para arribar a ese país donde 'gobierne la noble igualdad' que buscaban los hombres y mujeres de Mayo. Hay mucho por hacer y una de las tareas es pensar que somos una multitud de otros y que el otro aun siendo diferente es un igual”.

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