
La foto del presidente Alberto Fernández junto a la actriz Liz Solari y el presidente de la Unión Vegana Argentina (UVA), Manuel Martí, en la que el mandatario posó con una urna que rezaba “No al acuerdo porcino con China”, forzó al gobierno nacional a hacer movimientos diplomáticos y gestos políticos para mantener las relaciones comerciales con el gigante asiático y contrarrestar el mensaje. Los encargados fueron el ministro de Producción, Matías Kulfas, quien aseguró que el acuerdo porcino “sigue en pie” y el representante especial para la Promoción del Comercio y de las Inversiones en China, Sabino Vaca Narvaja, quien se reunió con directivos de la empresa estatal China Animal Husbandry Group (CAHG) para reimpulsar las negociaciones.
El presidente tuvo un almuerzo vegano con Solari, defensora de los derechos de los animales, y el titular de la UVA el 25 de noviembre, poco antes de que se conociera el fallecimiento de Diego Maradona, pero la foto se viralizó a principios de esta semana. El mensaje generó confusión ya que fue el propio Fernández quien anunció a mediados de año la intención de “agregar valor” a las exportaciones a China y pasar de enviar soja y maíz para alimentar las megafactorías asiáticas a instalarlas en el país con promesas de inversiones por 3.500 millones durante los próximos cuatro años y amenazas a la salud y el ambiente.
La imagen del presidente reavivó el debate cuando el gobierno nacional había optado por bajar el tono --en noviembre se había prometido publicar un protocolo definitivo que negociaba Cancillería y nunca llegó-- tras la rápida reacción social, académica y ambiental que generó la idea de instalar las megagranjas y el pedido de construir acuerdos con consulta popular. El Ejecutivo nacional había optado por comenzar a bajar el acuerdo porcino a nivel provincial, como mostró un preacuerdo anunciado por el gobernador de Chaco, Jorge Capitanich.
“Sigue en pie el desarrollo de granjas porcinas”, rompió el silencio el ministro de Producción Kulfas tras la foto presidencial y reafirmó la intención del gobierno de convertirse en proveedor de China y señaló que lo que se estaba trabajando en este momento era "desarrollar inversiones en el sector frigorífico" que permitan complementar la cadena de valor.
Kulfas minimizó el gesto presidencial y se concentró en las 500 mil firmas reunidas por el movimiento vegano. "El Presidente tuvo la deferencia de recibir a este sector, que representa menos del 1% de la población de todo el país. Fue un gesto de diálogo, de apertura como los que tiene el presidente, con lo cual no quiere decir que esté de acuerdo", sostuvo.
Y luego continuó planteando un eje entre veganismo y desarollo: "El veganismo es una tendencia relativamente nueva. Respetamos que la gente decida no alimentarse con carne animal pero es una visión. Es respetable pero no puede condicionar el desarrollo del país", concluyó Kulfas. Sin embargo, los cuestionamientos por el impacto ambiental, en la salud de las poblaciones donde se instalen las megagranjas y en la población general por los cócteles químicos que reciben los animales dentro de ese modelo de producción exceden al movimiento vegano.
El acuerdo porcino y la sustentabilidad
"Hay que trabajarlo con absoluta conciencia de la mirada ambiental, hay que trabajarlo en condiciones óptimas ambientales", marcó Kulfas, en diálogo con Radio 10, reconociendo que los dudas sobre convertir al país en proveedor de carne porcina, mientras China recupera su nivel de producción por la merma que significó el brote de Peste Porcina Africana, y el rebrote de este año, van desde el maltrato animal hasta el modelo mismo de producción.
La reacción del gobierno también tuvo su pie en China con el mensaje enviado por el representante especial para la Promoción del Comercio con el gigante asiático. "Nuestra propuesta promueve la instalación de granjas inteligentes, que son seguras, sostenibles y sustentables y no la instalación de megagranjas con más de 100 mil madres", dijo Vaca Narvaja, en diálogo con la agencia Télam, tras reunirse con el presidente de la firma estatal CAHG, Xue Tingwu, y la mesa directiva de la compañía.
"Las granjas inteligentes son seguras y sustentables ya que la bioseguridad es un punto fundamental de su gestión, con el foco en la preservación, conservación y protección de los recursos naturales para el beneficio de las generaciones", agregó el funcionario buscando reivindicar el modelo de producción que se busca instalar en el país.
Ese modelo ya está instalado en China y otros países de mayor potencial económico como Estados Unidos y México, y no ha logrado controlar el impacto en el ambiente y en la salud, como documentó el estudio La salud hecha un chiquero del Instituto de Salud Socioambiental (Inssa) de la Facultad de Medicina de Rosario y del Centro de Investigaciones del Medio Ambiente de la Universidad de La Plata.
"Este proyecto estima importantes beneficios económicos para el país. Por un lado incrementa el ingreso de divisas, con exportaciones de mayor valor agregado, y por otro, genera puestos de trabajos con mayor calificación. En paralelo, aumentará el cultivo del maíz, lo que podría reducir la tendencia al monocultivo de la soja", destacó Vaca Narvaja. Una mirada que también es cuestionada respecto de la real capacidad de generar puestos de trabajo de las megagranjas y continuar la expansión de la frontera para el actual modelo del agronegocio en detrimento de otras alternativas que pongan la mirada en la capacidad de producción del campesinado y la agricultura familiar.