“Para cambiar el mundo es necesario cambiar la manera de nacer”
julio 1, 2021
Sección: Territorios
Pensar las similitudes entre la agricultura industrial y la obstetricia moderna permite visualizar los patrones de un paradigma tecnocráctico, que se impone con violencia tanto sobre la díada madre-bebe como sobre la Tierra. Retomar un paradigma fisiologista permite generar las condiciones para recuperar los ritmos de la naturaleza, con autonomía y reconociendo las múltiples fuentes de conocimiento.
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Gisela Volá / Sub.coop

Por Ana Voarino (*)  

La violencia hacia la díada mujer-bebé, a la hora de parir y nacer, y la violencia hacia la Tierra son distintos aspectos de una misma visión patriarcal, dominadora y mecanicista de la naturaleza y sus procesos. “Si analizas lo que hace la obstetricia convencional y lo que hace la agricultura industrial, te das cuenta de que es lo mismo —propone Isabel Fernández Castillo, referenta y cofundadora del Instituto Europeo de Salud Mental Perinatal—. Se reprimen los procesos fisiológicos/biológicos autorregulados y se sustituyen por productos y servicios que hay que comprar fuera. Y en el proceso se producen daños, los vínculos se rompen, la magia se esfuma y perdemos el contacto con el alma de las cosas”.

Sí, me atrevo a hablar de partos y nacimientos en un medio de agroecología y soberanía alimentaria. Sí, me atrevo a días de haber parido a mi segunda cría. Me atrevo porque todo se encuentra fresco en la memoria celular y también me atrevo por mil motivos que nos interpelan, como sociedad en su conjunto, aún desconociéndolos. Me atrevo porque es urgente recuperar nuestros nacimientos y nuestros cuerpos como parte del mismo engranaje para  recuperar y regenerar la Tierra. Y me refiero a la Tierra que pisamos como “suelo” y a la que construimos vincularmente todos los seres que la habitamos, simplemente, porque son lo mismo. 

Esta es una invitación a visualizar y comparar cómo concebimos la naturaleza, la agricultura, la producción, el consumo de alimentos, nuestra medicina y la forma de parir y nacer en los tiempos que corren; porque existe una correlación directa entre la violencia con la que nos relacionemos con la Tierra y la violencia con la que nos vinculamos con nuestros propios cuerpos y el de los otros y viceversa.   

Y aunque pareciera que hablar de “partos” fuera un “tema de mujeres” —porque somos las que ponemos el cuerpo para concebir, gestar y parir—, todos nosotros nacimos y atravesamos el portal del nacimiento; por lo que a todos nos concierne reflexionar y responsabilizarnos  de cómo lo hacemos. 

¿Cómo fue nuestra llegada a este lado del mundo? Esta pregunta, que pocas veces como sociedad nos la planteamos, será la que nos brinde un sinfín de herramientas para comprender nuestro desarrollo evolutivo a lo largo de la vida. Saber y percibir cómo nos recibieron, quién lo hizo, qué sucedió en ese instante sagrado nos conectará indefectiblemente con nuestra capacidad de resiliencia, de amorosidad, de resolución de conflictos. Cómo fuimos cuidados cuando fuimos “semilla” será trascendental a la hora de cuidar y nutrir otras semillas, tanto humanas como vegetales.

La agricultura y la obstetricia moderna, los planos humano-ecológicos 

Para comprender un poco más de fondo, puedo mencionar las bases de la agricultura industrial que impera en esta época: la producción masiva de un solo producto (monocultivo), con un alto nivel de tecnificación, alta inversión de capital, alta inversión de energía no renovable y otros recursos; gran inyección de fertilizantes y químicos sintéticos, trabajo ultra especializado y externo, con un alto costo ambiental y de salud. La gente que lo realiza ya no se siente parte de la tierra que trabaja, sino dueña o sólo un engranaje. También estamos viendo que esta agricultura no es sostenible ni sustentable.

Por su parte, la obstetricia moderna cuenta con la sobrevaloración de la ciencia y la tecnología por sobre la fisiología del cuerpo de la mujer. Esto se manifiesta en intervenciones agresivas y rutinarias con uso de drogas sintéticas —externas— tanto para la mamá como para le bebé. La concepción del cuerpo como una máquina (inferior a la tecnología), la alienación de la paciente ante el médico, la paciente como objeto “ignorante y sumiso”, la separación del cuerpo con la mente (se desconoce al espíritu), atención jerárquica y humillante, intolerancia al conocimiento y empoderamiento de la mujer (sabiduría ancestral). La gente que se vincula con los nacimientos no se siente parte del milagro y la trama de la vida, sino dueña.

Si analizamos, con estas características, la agricultura y la obstetricia modernas, poseen un principio y una dinámica idénticas. Se utiliza la represión, manipulación y control de los procesos fisiológicos y biológicos recurriendo a  los mismos modos de operación: poder, sometimiento, desconocimiento y miedo

Como resultados obtenemos secuelas a corto, mediano y largo plazo en los planos humanos-ecológicos; pudiendo mencionar a la “separación de la fuente”, la indiferencia, desconexión, soledad, desamparo, carencias, pobreza, desnutrición, desolación, enfermedades –todas económicas y espirituales-, por nombrar algunas de ellas. 

Foto: Olmo Calvo - Sub.coop

Cambiar el paradigma tecnocrático por uno fisiológico  

Creo que una sociedad que desconoce los ritmos fisiológicos de su cuerpo y de la naturaleza que lo rodea, está destinada a extinguirse. Por ello es que me atrevo a ser canal de comunicación y vociferar la urgencia de cambiar este paradigma tecnocrático e industrial (sin alma) por uno fisiologista donde podamos ser “sujetos” (no objetos) de las decisiones y elecciones desde un sentido común, practicando la responsabilidad y la autonomía en la construcción y elaboración de las rutas a tomar cuando se presenta un desafío. 

Antes de intervenir innecesariamente en los procesos naturales, debemos ser observadores y generadores de condiciones propicias para que se desarrollen los ciclos y la dinámica del transcurrir de la vida —y también de la muerte— de manera armónica y fluida. Donde reconozcamos las múltiples fuentes de conocimiento y sabiduría ancestral; retejiendo la red comunitaria que nos provee sustento, aprendizaje, enseñanza, crecimiento. 

Cuando lo llevamos al plano de la agricultura, cambiar el paradigma nos lleva a transitar otras formas de trabajar la tierra, como lo proponen  la agricultura regenerativa, agroecológica, orgánica, entre otras. Y si hacemos referencia al parto-nacimiento, cambiar el paradigma nos remite a la “mamiferización” antes que a la humanización del escenario del nacer. Uso el concepto de “mamiferizar” porque el nacimiento se viene humanizando desde la revolución del neolítico. 

Para el obstetra Michel Odent, el paradigma de la “mamiferización” permite retomar un punto de quiebre respecto de la humanización del escenario del nacimiento, basado en los estudios que prueban que las mujeres de las sociedades preneolíticas se comportaban como todos los mamíferos cuando parían: se aislaban. Buscaban el lugar donde dar a luz, algunas iban a los arbustos, otras al río, y lo lograban. “Este período de la historia es fundamental pues fue ahí cuando el nacimiento comenzó su transformación de proceso biológico a cultural. Antes nuestros ancestros vivían de lo que la naturaleza ofrecía”, señala Odent.  

Cuando descubrieron la agricultura todo cambió: dominaron su entorno. Este hallazgo trajo consigo la noción de territorio, lo que generó distintos tipos de conflictos, y la organización de todas las etapas de desarrollo de los seres humanos  —describe Odent—-. Si era posible tener bajo control la naturaleza, indómita e impredecible, se podía hacer lo mismo con el cuerpo y su fisiología. Desde ese momento ha habido una tendencia a sociabilizar el nacimiento, de rodearlo de factores culturales, de mitos, creencias y rituales.”

Esta transición a nuevos paradigmas tiene múltiples caras y estas son dos de tantas otras. Las vinculo porque, a mi entender, son parte de la misma raíz y si bien hablamos de “nuevos”, el llamado es a recordar cómo era antes. Tomar todas esas experiencias y con este nuevo grado de conciencia planetaria, poder transformar toda esta frialdad humana en una fuente de calor para que emerjan las nuevas semillas que darán nutrición y proyección a una Tierra, ahora sí, más humana. 

Podríamos comenzar por habitar nuestros cuerpos, conocer sus ritmos, volver a confiar en sus procesos fisiológicos, rodearnos de personas que confíen en nuestra naturaleza de gestar, parir y nacer. Buscar asesoramiento y acompañamiento adecuado, certero, donde la vinculación sea equitativa, transparente y recíproca en cuanto al manejo de información, para lograr tomar decisiones desde el empoderamiento y no desde el miedo o el acatamiento. Autogestionar nuestra salud de la mano de parteras comunitarias y autónomas al sistema patriarcal —mujeres que se sienten parte de la tierra y no dueñas—; y lo más importante a la hora de parir y nacer: no medicalizar por rutina estos sucesos y no separar a la cría de su mamá, ni un segundo porque: “Para cambiar el mundo es necesario cambiar la manera de nacer”, dice Odent. 

(*) Doula, herbolaria, aprendiz de partería tradicional

Publicado originalmente en: Revista Tierra Negra.  

Título original: “Voces de la Pacha. Nacimientos en la tierra”

Edición: TierraViva

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