Por Diego Fernández, Juan Manuel Villulla y Bruno Capdevielle
¿Qué queda del modelo agropecuario y en el campo argentino para los trabajadores y trabajadoras rurales que siguieron trabajando como operarios “esenciales” en lo peor de la pandemia?
Con la cantidad de trabajadores mostrando cierta estabilidad en 2020, la masa salarial insumida aparece directamente vinculada al nivel de los sueldos en la actividad. Se consideran los datos referidos a los asalariados registrados, provenientes del Observatorio de Empleo y Dinámica Empresarial (OEDE -del Ministerio de Trabajo-).
Las remuneraciones nominales, en constante ascenso en esta economía inflacionaria, se relacionan a dos variables para proceder a su análisis. En primer lugar, con el IPC (Indice de Precios al Consumidor), que dará una medida de la evolución del salario real. En segundo término, se considera el tipo de cambio oficial para examinar el valor del salario en dólares.
Se observa cómo, desde 2015 y a contrapelo de lo ocurrido en el conjunto de la economía nacional, en la que en 2020 el salario real fue una variable de ajuste, en la actividad agrícola se registra una recuperación apreciable: el poder adquisitivo del salario promedio anual se incrementa un 6,1 por ciento. Esto, sin embargo, constituye una recuperación que aún no alcanza al momento previo al derrumbe que se da en los últimos años de la presidencia de Mauricio Macri.
Luego de un 2017 en el que ni siquiera se firmó un acuerdo paritario para la actividad, el salario real descendió durante dos años consecutivos: promediando en 2019 un valor un 8,5 por ciento inferior.
Los primeros meses de 2021 quiebran aquella recuperación, pues el salario real retrocede un escalón, para estacionarse en torno a los 60.500 pesos de sueldo bruto registrado pagado por todo concepto (de tal forma que deben restarse todos los aportes para llegar al salario de bolsillo), dato que ciertamente ayuda a desestimar cierta idea que existe sobre supuestas remuneraciones muy elevadas en la agricultura pampeana.
Según se ha estudiado, la incorporación de premios pagados por fuera de todo registro (es clásico en tiempos de cosecha la implementación de pagos de este tipo a destajo, a porcentaje del grano cosechado) no distorsiona significativamente esta conclusión al medir el salario por hora de trabajo.
El cuadro empeora al medir el salario en dólares del trabajador agrícola (aspecto por supuesto no exclusiva de esta actividad). El derrumbe a partir de 2017 es notablemente más pronunciado y duradero, dado que la recuperación que se registra en 2020 es mucho más moderada (3,9 por ciento), pero operando sobre una caída muy superior: mientras que, considerando promedios anuales, entre 2017 y 2019 el salario real había caído un 8,5 por ciento, el salario medido en dólares retrocedió en el mismo período, al calor de profundas devaluaciones, un 36 por ciento. En 2021 (primer trimestre) el indicador vuelve a disminuir, de tal manera que el salario bruto solamente representaba 646 dólares (al cambio oficial).
Agro, exportaciones a China y el precio de la carne
El retiro del país asiático fue breve, haciendo que su demanda de granos y también de carne repunte con rapidez. Esto tuvo su correlato en el nuevo récord exportador dado en junio de 2020, el valor más alto de toda la serie. Es decir, en medio de la pandemia, los envíos externos vuelven a superar las cien mil toneladas mensuales y llegan a representar en ese mes el 42 por ciento de la producción.
En la transición entre julio de 2020 y junio de 2021 el volumen exportado se mueve alrededor de las 80.000 toneladas mensuales, representando en promedio un valor similar al anual, el 29 por ciento de la oferta de carne. Así, transcurridos los primeros meses de 2021, y en la previa de la “segunda ola” de Covid-19, esta tendencia repunta.
En paralelo a esta trayectoria, se da desde mediados de 2020 una aceleración del incremento de los precios locales de la hacienda y de la carne que tiene un segundo aire en el inicio de 2021. Bajo estas circunstancias, en mayo el Gobierno vincula el incremento de precios internos de la carne con el crecimiento absoluto y relativo de las exportaciones bovinas y anuncia el cierre de las mismas por 30 días.
Luego de la comunicación sin demasiadas especificaciones se excluye a la cuota Hilton y se enfoca la restricción en los embarques a China. Esta medida desencadenó críticas, allanamientos a frigoríficos y debates televisivos varios.
Pasado el mes de cierre total, el Gobierno habilita la exportación del 50 por ciento de lo exportado en 2020, pero mantiene el cierre total para la media res completa y algunos cortes parrilleros hasta agosto, para luego extenderlo dos meses más.
Al respecto, cabe decir que, si observamos detenidamente la serie, el llamado "cepo a la carne"calculado sobre lo exportado en 2020 significa más que lo exportado en 2018, donde los envíos a China ya eran importantes vistos en clave histórica. En este sentido, aún con las restricciones tomadas, el volumen de exportaciones de carne acumulada en los primeros ocho meses del año es mayor en 2021 que en 2019 y 2018.
Considerando esto, el cupo de 50 por ciento que rigió entre julio y septiembre fijado en relación a 2020 no tuvo en términos históricos un alcance que signifique la “destrucción del sector”. Es decir, además de que esto no es posible por el grado de centralidad que tuvo y tiene el mercado interno, lo que vemos es que, con restricciones y todo, 2021 cerrará como uno de los años con mayor exportación del Siglo XXI.
* El libro fue editado por el Centro Interdisciplinario de Estudios Agrarios (CIEA-UBA).