OPINIÓN
Por Silvana Melo en APE
Producir 4.700.000 nuevos pobres en tres meses y suspender el reparto de alimentos (que se apiñan en carreras inútiles contra fechas de vencimiento) es la base doctrinaria de la crueldad. Es fabricar el veneno pero prohibir el antídoto. Se trata de datos del Observatorio de la Deuda Social Argentina (UCA) y lo ilustra un gráfico de barras. Con la frialdad de los gráficos, la indigencia fue una punta que se escapó seis puntos y medio para arriba en el primer trimestre de 2024; del 13,8 por ciento al 20,3 por ciento (nueve millones de personas). Y la pobreza es otra punta que se alzó 9,9 puntos porcentuales: del 44,9 por ciento al 54,8. Como si fuera poco, Unicef informó que un millón de niños se van a dormir sin cenar.
En personas, se trata de 4.700.000 nuevos pobres en solo tres meses. Más de 2,8 millones de nuevas personas que pasan hambre. En tres meses. Millones de personas a las que les falta todo. Alimentos, techo seguro, salud. Millones de personas en olvido y abandono.
Entre los nueve millones de personas en la indigencia, casi 3,5 millones son niños. Con menos de catorce años vividos. Con un futuro de imputabilidad judicial que ya llevará dos años cuando se apruebe la «ley Cúneo Libarona», impulsada por el Gobierno.
Once millones de niños menores de catorce años viven en esta tierra de los pies del sur del mundo. 7,7 millones son pobres. Y 3,3 millones son indigentes.
A 3,3 millones les falta todo. Nutrientes fundamentales para el crecimiento. Alimentos. Salud. Techo seguro. Abrigo.
El Estado —el que está en plena destrucción— queda en pie apenas para quitarles el alimento y apurarles el castigo. Para expulsarlos de los comedores y prepararles las celdas.
Mientras tanto, la doctrina de la crueldad lanza inmensas humaredas que arden en los ojos y los sentidos. Y se fotografía con los genocidas.
La muchedumbre de la indigencia no tiene lugar en las agendas. De nadie. La infancia que no come tampoco. Apenas aparece en la infamia punible de los escritorios.
El país sumó 7,5 millones de pobres nuevos en un año. Una tierra para elegidos que se vuelve apenas un islote. De cada diez niños, ocho se quedan en la balsa. Pensando barquitos de papel que algún día anclen en costas seguras.