A raíz de la muerte de un niño wichí de dos años en Tartagal, el doctor Rodolfo Franco, quien hace ocho años trabaja en el paraje Misión Chaqueña, donde es el único médico para atender a más de 4.000 personas, advirtió que “esta se trata de una nueva muerte por hambre. Es un anuncio de lo que ya pasó el verano pasado, cuando contabilicé 19 niños wichí muertos de hambre y desnutrición”.
“La gente casi no tiene trabajo. Y con la pandemia la situación empeoró, ahora los pobres son más pobres y los papás de este chico no tenían cómo generar recursos para alimentar a sus hijos. Este caso tiene que ver con eso, los chicos están anémicos porque no comen, después las autoridades encuentran muchas explicaciones. Tuvimos que escuchar que digan que los papás no los cuidan, que son sucios, que no los bañan. ¿Cómo los vas a bañar si no hay agua?”, dice el doctor Franco, que relata que cada vez que él u otros colegas visitan un paraje se “vienen al humo doscientas mamás para que atendamos a sus hijos”.
“El último verano, recién después de que empezamos a denunciar en los medios tuvimos cierta atención. Pero apenas eso bajó, el gerente del hospital de Tartagal les quitó el centro de recuperación nutricional a los niños wichí. Tampoco hay un programa que los acompañe después de que le dan el alta. ¿De qué vale que un niño se recupere nutricionalmente en el hospital si cuando vuelve a su casa no tiene qué comer?”, se pregunta Octorina Zamora, que se presenta como mujer wichí, y cuenta que recorre las comunidades donde “en materia de salud se ve todo deteriorado, hay una resistencia por parte del gobierno provincial a ponerse a trabajar con promotores de salud. Yo creo que si los veterinarios se juntan a hablar de la salud animal lo hacen con más seriedad y responsabilidad que el Ministerio de Salud respecto a la salud indígena”.
«La población está desnutrida, sin atención médica»
“Acá en la zona hay mucha desnutrición y no hay médicos permanentes, solo enfermeros que vienen de vez en cuando. Hay que recorrer kilómetros para llegar a un hospital y son muchas las comunidades sin ningún tipo de asistencia médica”, le dice a Agencia Tierra Viva Simplicio Sergio, vocero de La Nueva Integridad de los Pueblos Originarios, otra de las organizaciones que repite que “se están olvidando de las comunidades. El Estado prácticamente está ausente. Si no fuera por la poca ayuda de Nación, acá nos morimos todos de hambre y nadie se entera”.
Simplicio aprovecha el llamado de Agencia Tierra Viva y cuenta que se trasladó desde Encarnación, donde vive, hasta Misión Salim, donde hace semanas un temporal dejó sin vivienda a la mitad de la comunidad. “La gente perdió todo, y hay muchos chicos y ancianos traumados. Hace días que de 8 a 18 están cortando la ruta 53 pidiendo alimentos, chapas, colchones, frazadas. No les dieron ninguna ayuda y a varios hermanos le armaron causas judiciales por el corte de ruta. Para eso sí es rápido el Estado, pero para solucionar nuestros problemas no”.
En el mismo sentido, el doctor Franco apunta que “la justicia de Salta es una risa, los jueces y fiscales firman cualquier cosa. Hay grandes terratenientes usurpando tierras que son ancestrales. Las tierras de los wichí pasan a manos privadas a cambio de nada. La población está desnutrida, sin atención médica, con su tierra devastada. Y encima le ponen alambrado al poco monte que queda y donde antes cazaban y pescaban”.
«El agronegocio desmontó, en los últimos diez años, 1.200.000 hectáreas. Y desalojó a cien mil mujeres, hombres y niños que vivían, comían y se curaban bajo su techo frondoso. La frontera agropecuaria se empuja y se corre e irrumpen la soja y la transgénesis donde estaba el monte. Un pueblo entero entre los árboles queda desnudo e inerme. Y se va muriendo, poco a poco», describe Silvana Melo en Pelota de Trapo, uno de los medios que más viene denunciando «el lento genocidio wichí».