Salmoneras en Tierra del Fuego: “Priorizar los ecosistemas y las economías locales”
julio 7, 2021
Sección: Extractivismos
Chile cuenta con más de 30 años de historia en el desarrollo de la industria salmonera, con amplias consecuencias ambientales y sociales. Esa fue la clave, con destacada participación de organizaciones y comunidades indígenas, para que la población de Tierra del Fuego rechace la cría industrial de salmones en el Canal de Beagle. Repaso de un triunfo que unió a chilenos y argentinos.
Salmoneras en Ushaïa
Foto : José Miguel Cardenas / Greenpeace

Por Estefanía González*

Tierra del Fuego fue protagonista de un hecho histórico: se convirtió en el primer lugar del mundo en prohibir la llegada de la salmonicultura. Anteriormente, no existían antecedentes de Estados nacionales o provinciales que hayan avanzado con una medida así previo a la instalación de la industria.

Esta decisión, que prioriza el bienestar del ecosistema vasto que representa el Canal de Beagle como así también al desarrollo local, es una medida de avanzada que los ambientalistas celebramos y que entendemos tiene que ser un espaldarazo para próximas políticas enfocadas en la protección y conservación del Mar Argentino.

La historia de la salmonicultura en la Argentina comenzó hace unos años. En 2018, se dio a conocer un acuerdo que el gobierno nacional firmó con los reyes de Noruega para desarrollar la salmonicultura en la provincia, específicamente en el Canal de Beagle, que es uno de los únicos puntos del país con las “condiciones necesarias” para desarrollar esta industria desde el punto de vista productivo.

Ya a fines de ese mismo año, la Provincia recibía la visita de representantes de comunidades de Chile que se habían visto afectados por la industria y el mensaje era bastante claro: “Por favor no cometan el error que cometimos nosotros y no permitan la llegada de una industria que devasta el mar, en el medio de falsas promesas de crecimiento económico”. Y es que los datos de Chile, que hoy es el segundo productor de salmones a nivel mundial, son bastante elocuentes: la zona salmonera por excelencia, región de Los Lagos, se ubica en el segundo lugar de pobreza multidimensional de Chile.

El movimiento que impulsaron la ciudadanía y las organizaciones civiles y ambientales, desde que se dieron a conocer estos planes, fue fundamental para alcanzar este resultado. Vecinos y vecinas, científicos/as, chefs, empleados/as de turismo, organizaciones locales son algunos de los actores que estuvieron involucrados desde el primer momento para rechazar la instalación de la industria. Muchas chefs argentinos de renombre replicaron el mensaje, lo que sirvió de impulso para que la noticia recorra todo el país.

Salmoneras en Ushaïa
© Martin Katz / Greenpeace

En 2019, se instalaron jaulas salmoneras en el lado chileno del Canal, en la localidad de Puerto Williams. Eso despertó la indignación de las comunidades de ambos países que se unieron para crear un movimiento binacional en contra de la salmonicultura.

Gracias a la presión ciudadana y al gran trabajo liderado por la comunidad indígena Yagán, se logró frenar la instalación de la industria en Puerto Williams y las autoridades de pesca ordenaron el desmantelamiento de las jaulas. Esa fue la primera batalla que se le ganó a la salmonicultura en el Beagle. Fue un enorme triunfo que sería la antesala para lo que hoy estamos celebrando en Argentina, sobre todo si tenemos en cuenta que Chile cuenta con más de 30 años de historia en el desarrollo de esta industria. Pese a eso, decidió dar marcha atrás.

Hoy celebramos que una provincia argentina priorizó la protección de sus ecosistemas y el desarrollo de las economías locales. El 50 por ciento de los empleos de Tierra del Fuego provienen del turismo, actividad que se pudo ver totalmente afectada por la salmonicultura. Si la instalación de la industria avanzaba, iba a ser cotidiano encontrarse con enormes piletones salmoneros y sus desechos, en cada actividad turística de paseo por el Beagle.

Por otro lado, y desde una perspectiva ambiental, el canal iba a verse impactado por fugas de salmones, pérdida de poblaciones de especies autóctonas producto de dichas fugas, mortandad masivas de peces, contaminación del fondo marino, muerte de ballenas atrapadas en las redes, entre muchas otros impactos.

Por eso, y muchos motivos más, creemos que las y los legisladores de la provincia no hicieron más que legitimar las voces de miles de ciudadanos, la comunidad científica y las organizaciones que le dijeron no a la salmonicultura. Este hito debe ser tomado como referencia y replicado para futuras medidas de protección ambiental en el país y el mundo.

*Coordinadora de la Campaña de Océanos de Greenpeace Andino.

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