Por Maxi Goldschmidt
Hoy amaneció lloviendo en el barrio Nahuel Hue, donde viven Graciela y Tito, donde vivía Rafita, su hijo. La familia no pudo ir al cementerio, cerrado por la pandemia. Por el mismo motivo, sumado al clima, pusieron en duda la marcha que pensaban realizar hoy para pedir justicia por los tres años del asesinato de Rafael Nahuel.
“Para mí lo importante es que se haga justicia por Rafita, que vaya preso (el prefecto, Francisco Javier) Pintos que es un asesino, que le hagan la pericia como tiene que ser”, dice Graciela Salvo, que antes de pasarle el teléfono a su marido pide que el “gobierno también se haga cargo, como el juez (Gustavo) Villanueva que dio la orden y Parques Nacionales. Destruyeron una familia. Y ahora quieren detener a los muchachos que ayudaron a mi hijo cuando se estaba muriendo. Parece que el tiempo vuelve atrás, estamos como al principio. Son tres años y lo único que estamos pidiendo es que se haga justicia una vez por todas”.
Tito, su marido, agarra el celular y dice “nunca pensé que por una tierra me iban a quitar la vida de mi hijo. El asesino que lo mató por la espalda está libre y la justicia no avanza, todo el tiempo pone trabas. No puede ser que tarde tres años una pericia. Nunca creí en la justicia, y menos ahora. ¿Pero qué otro camino nos queda? Lo que ganamos no nos alcanza, vivimos en la lucha diaria por sobrevivir y lo único que pedimos es Justicia. No nos queda otra cosa por pedir”.
Antes de cortar, el papá de Rafael Nahuel sí pide algo más: “Un poco de respeto a la familia. Los vecinos de Mascardi, que ahora salen a hablar en contra de los mapuches, nunca dijeron nada cuando asesinaron a mi hijo por la espalda de manera cobarde. Entonces les pido que ahora, por lo menos, hagan silencio”.
Conversaciones urgentes a partir de Rafael Nahuel.
“En lo que más pienso es en la madre y el padre, en Graciela y Tito. Son dos personas muy humildes, muy indefensas, con pocos recursos para conseguir justicia ante un aparato estatal que los arrinconó con todas sus fuerzas. Ver la casita de los padres es ver la fragilidad con la que transitaban su vida. Y esa fragilidad es la que se vive en el Nahuel Hue, el barrio donde vivía Rafa, en los márgenes del Bariloche opulento, la parte que nadie ve. El padre juntando cartones, buscando leña para no cagarse de frío en invierno, lo mismo que pasa en las villas de todo el país”.
Facundo Sinatra Soukoyan es docente y autor del libro Conversaciones urgentes a partir de Rafael Nahuel. Para escribirlo entrevistó a más de 20 personas que estaban relacionadas de una u otra forma con Rafita y su historia. Caminó las calles de su barrio, convivió con su familia y compartió horas con los compañeros de Rafa en los talleres populares del colectivo Al Margen, que antes eran en el centro municipal Ruka Che y ahora en el local propio que se llama Rafael Nahuel, en el Alto de Bariloche.
“Más del 80 por ciento de la población del Alto es de origen mapuche, pero muy poca gente se reconoce como tal. El proceso de reconocimiento que había encarado Rafa era un estigma más. Los pibes del Alto no pueden bajar a la ciudad. Los persigue la policía y los caga a palos. Viven como en un gueto. Además de ser un pibe del Alto, de que lo estigmatizaran por usar gorrita, Rafa también tenía que cargar con reconocerse como mapuche. Ese proceso silencioso es muy aleccionador para los pibes y las pibas que están en ese camino. Sin embargo veo que la cuestión mapuche se fortaleció mucho en el último tiempo, tiene más centralidad”, dice Facundo, quien lamenta que para eso “hayan tenido que asesinar a un pibe”.
El segundo apellido de Facudo, Soukoyan, es armenio, también parte de una recuperación identitaria. Desde ahí, entre otras cosas, el interés por la historia de Rafa y su camino por recuperar sus raíces.
“Fue a partir de su tía (María Nahuel), de su prima (Betiana Colhuan) y de su novia (Paola Cobos), tres mujeres que le fueron contando a Rafa de que se trataban las recuperaciones territoriales y la cosmovisión mapuche. Hay una anécdota que cuenta el Duke, coordinador de los talleres de Al Margen, un día que hicieron un taller sobre mapudungun. Ese día Rafa estaba particularmente atento, más que otras veces. El estaba, muy silenciosamente, haciendo ese camino. Ahí se ve la importancia de los talleres populares en los barrios marginales. Él lo veía como posibilidad también de subjetivarse con su raíz ancestral, pero al mismo tiempo darse cuenta que era una hermosa manera de zafar de las lógicas que la sociedad le asigna a los pibes de los barrios, de los márgenes. De no aceptar el destino que la sociedad les tiene preparado”, dice Facundo Sinatra Soukoyan, quien aclara que “no es la idea ponerlo a Rafa en un pedestal. Es un pibe que intentó zafar pero que no zafó nada, porque lo asesinaron. El pudo hacer ese camino pero la sociedad se encargó de decir que no era por ahí. Y es importante y triste volver a escuchar lo que decían los medios, lo que decía Bullrich y Michetti, que los mapuches tenían armas de fuego, que estaban entrenados por las FARC. Todo el tiempo abonando la teoría del enfrentamiento que nadie pudo comprobar”.
La última foto en vida de Rafal Nahuel la sacó Eugenia Neme dos días antes del asesinato, en la puerta de la comisaría de la Policía Federal en Bariloche. Ese día el juez Gustavo Villanueva había ordenado el desalojo de la recuperación territorial Lafken Winkul Mapu, que se hizo golpeando y deteniendo a mujeres de la comunidad. Varias de ellas estaban presas en esa comisaría junto a sus hijos menores de edad. A Betiana, la prima de Rafa de 16 años, quien poco antes había comenzado un proceso como machi -autoridad ancestral del pueblo mapuche- los efectivos la agarraron de los pelos y la obligaron a comer tierra. Rafa estaba fuera de la comisaría, pidiendo la libertad de las mujeres, cuando le tomaron esa foto que luego sería tan conocida. “Es una imagen que representa mucho, es una síntesis- dice Sinatra Soukoyan-. Rafa tiene un niño en brazos, que representa la crianza y lo comunitario. No era su hijo, no era su hermano, pero lo estaba cuidando. Tiene una gorra con el logo de una multinacional pero que es una marca para los pibes del barrio. Y también está tocando la trutruca, un instrumento sagrado para la cultura mapuche. Es el traspaso del pibe del barrio, del pibe de los márgenes, a estar comprometido con su recuperación identitaria. Esa foto echa por tierra la teoría de que a Rafa lo habían arrastrado hacía ahí. Esa foto demuestra que Rafa estaba convencido de lo que hacía, aunque no dejaba de ser un pibe de 21 años”.
Trawn y tiros en Mascardi
“Siempre fue un niño muy dócil, muy bueno. Hay mucha gente que hasta el día de hoy lo recuerda”, dice la tía de Rafita, María Nahuel, quien convivió en los primeros años de infancia de su sobrino con él y sus padres. “El sueño de Rafa a medida que fue creciendo era reconocerse como mapuche, había participado en wiñoy tripantu, en distintas ceremonias y había viajado a Chile para conocer más de la cultura mapuche. Él era muy consciente pero le costó un poco, como todo joven de la ciudad. Cuando fuimos a la recuperación su sueño era estar en el campo, tener su kawell (caballo), criar conejos, gallinas, levantar su ruka. Su esperanza era que su familia y sus hermanos pudieran tener otra vida y no esta que les toca a los mapuche que el Estado arrincona en las ciudades”
En el primer llamado telefónico María recuerda con alegría a su sobrino y cuenta con entusiasmo que acaba de terminar en la Lafken Winkul Mapu un trawn, un encuentro de varias comunidades mapuche. El segundo llamado es para denunciar que otra vez fue atacada la comunidad.
“Ayer otra vez estuvieron rondando policías de civil, aparecieron cuando se estaba yendo la gente y empezaron a disparar. Ahí le mando las fotos y los videos”, dice María Nahuel, que antes de cortar rápido para avisarle a otra gente agrega: “Siempre dicen que los mapuche son los violentos, pero nosotros estamos en nuestro territorio con tranquilidad. Yo me acerqué a pedirle varias veces audiencia a la gobernadora (de Río Negro) Arabela Carreras pero nunca me atendió. Si algo grave pasa en nuestra comunidad, como ya pasó con Rafa, ella será la responsable. Ella apoya a los ricos que viven en Mascardi, como Diego Frutos y un grupo de abogados y empresarios vinculados a Benetton, Lewis y otros terratenientes. Ojalá puedan escucharle el teléfono a Frutos, que llama y le paga a gente para que nos vengan a molestar, para que disparen y declaren en contra nuestra. Son los que promueven las marchas contra el pueblo mapuche. Los que tienen apoyo de la comisaría 42, donde dicen que cambiaron a los efectivos pero siguen hostigándonos”.
En la primera comunicación, María había destacado que “se arrimaron varios ancianos, con su kimün (conocimiento) mapuche, y vinieron lonkos de muy lejos a contar su historia. Este trawn nos fortalece, porque hablamos de espiritualidad y pudimos conocer los problemas que afrontan diferentes comunidades. Del camino de ser mapuche, de muchos lamgenes que recién están recuperando su identidad, perdiendo la vergüenza que el Estado nos hizo sentir. Fueron tres días muy lindos, con mucha gente que vino acompañar y a conversar. Muchas cosas están pasando en otros lugares pero no se sabe. Como hace más de 100 años en los territorios nos desalojan y maltratan a nuestra gente, a nuestros ancianos y nuestros niños. Varias comunidades están en conflicto con petroleras, hidroeléctricas y proyectos inmobiliarios. Parece que el único problema es la Winkul, pero el problema es contra el pueblo mapuche que está siendo perseguido por defender la tierra”.
La Justicia y el cuento de la buena pericia
“El gobierno provincial es muy duro con la comunidad de Villa Mascardi. La gobernadora (Anabela Carreras) los trata de delincuentes y no promueve una mesa de diálogo. Tanto este gobierno como el anterior tenían proyectos de tierras que perjudican a los pueblos originarios y benefician a las empresas extractivistas. Es la ideología que ha dejado la Conquista del Desierto. El Estado comete un montón de incumplimientos internacionales con respecto a los pueblos originarios, lo ha dicho de distintas maneras la Comisión Interamericana de Derechos Humanos”, apunta Rubén Marigo, vicepresidente de la APDH y abogado de la familia de Rafael Nahuel. La sede regional de Bariloche de dicho organismo de derechos humanos es querellante autónomo en la causa que investiga el asesinato.
Marigo es optimista de cara a la tercera pericia a celebrarse en Salta, “la cual, pese a los intentos de la defensa de Pintos de dilatar dicha medida de prueba, se llevará a cabo con los protocolos necesarios a la brevedad posible, con nuestra participación y la de la perito Agustina Oberti, que nos representa”.
La segunda pericia había sido efectuada por Gendarmería, y puso en duda la primera que había establecido que la bala que asesinó a Rafael Nahuel partió del arma del cabo primero Francisco Pintos. “Este intento de Gendarmería Nacional para distraer, complicar la investigación y buscar la impunidad de los culpables es similar a su actuación en el caso del fiscal Nisman y en el caso de Santiago Maldonado, siguiendo en esos momentos las órdenes de la Ministra de Seguridad macrista Patricia Bullrich”, dijo Marigo, que se mostró confiado en que esta pericia “va acelerar el juicio”.
Por el contrario, desde la Lof Lafken Winkul Mapu publicaron un comunicado en el que expresaron que "no vamos a exigir justicia a los mismos responsables del asesinato. Su política siempre ha sido de despojo y violencia hacia nosotros y así seguirán. No creemos en su justicia. La mejor manera de mantener viva la memoria de nuestro Weichafe es seguir recuperando territorios y kimvn. Fortaleciendo vínculos entre lofche (comunidades), defendiendo los distintos espacios donde habitan las fuerzan que nos dejan existir como Mapuche y nos dan identidad".
“La querella también es contra quienes dieron la orden, quienes dirigieron el operativo y quienes tienen la responsabilidad política. Pero para eso primero hay que confirmar que se trató de un asesinato, y descartar la teoría del enfrentamiento”, le dice a Tierra Viva Marigo, quien remarca que “sectores del poder judicial y los medios se agarraron de que Fausto (Jones Huala) había dicho que se había defendido” para volver a instalar que el 25 de noviembre de 2017 en Mascardi hubo un enfrentamiento armado. “Lo que no dicen es que se comprobó que Pintos disparó no menos de cincuenta veces”.
“Publicaron que yo admití haber utilizado armas de fuego. Pero es mentira, yo lo único que dije es lo mismo de siempre, que me había defendido de la cantidad de balas que nos tiraron. Pero nos defendimos con piedras”, dice Fausto Jones Huala, uno de los dos jóvenes que cargaron el cuerpo de Rafael Nahuel herido de muerte, tras los disparos del grupo Albatros. El otro es Lautaro González, que aún sigue prófugo. “Esa es la justicia winka. Lautaro no puede circular libremente mientras Pintos, que fue quien mató a Rafa, está libre por la calle y sin condena. Esa es otra prueba de que la justicia no existe para los mapuche”, dice Fausto Jones Huala, quien perdió el oído por un disparo en otra represión policial, la del 11 de enero de 2017 en la Pu Lof de Cushamen, donde meses después fue asesinado Santiago Maldonado. Otro caso, íntimamente relacionado con este y donde también las pruebas están a la vista. Sin embargo en estas dos causas, enmarcadas en la persecución al pueblo mapuche, nada hace creer que pronto se pueda conseguir eso que en el mundo winka se llama justicia.