“Queremos dejar de sobrevivir para vivir con dignidad en nuestra tierra”, dijo María Guadalupe Tolaba, desde la puna jujeña, en el inicio de su intervención en el conversatorio virtual “Fuera de registro, construyendo feminismo campesino, indígena y popular”, actividad organizada desde el Movimiento Nacional Campesino Indígena (MNCI)-Somos Tierra junto con la Fundación Rosa Luxemburgo.
“Hace años trabajamos por nuestros derechos, fortaleciéndonos, trabajando en distintos espacios, y eso nos ha permitido tener una mirada más fuerte, más activa, más colectiva, tomar nuestras propias decisiones. Nos dimos cuenta la importancia de la autonomía económica, que nos permite pararnos de otra manera, frente a nuestra familia y en otros espacios. Por eso creemos que las políticas públicas deberían escucharnos, reconocernos y mejorar las experiencias territoriales que llevamos adelante muchas organizaciones en distintas provincias”, destacó Tolaba, que forma parte de la Red Puna y Quebrada, del MNCI-Somos Tierra. Y agregó en el mismo sentido que “estamos convencidas de que la salida es y tiene que ser colectiva. No lo decimos de forma romántica, sino porque ese es nuestro caminar. Estar organizadas nos permitió en parte resolver nuestros problemas, que aún no están resueltos. Y ahí sentimos que el Estado tiene una responsabilidad”.
Fuera de registro
“Para nosotros fue muy importante encontrarnos desde los feminismos, que nos hicieron repensar nuestras prácticas, y repensar cuál era el lugar nuestro en la vida de las organizaciones y de nuestras comunidades y de nuestras casas”, dijo desde la localidad mendocina de Jocoli, Mariana Díaz Valentín de la Unión de Trabajadoras Rurales Sin Tierra (UST) Campesina y Territorial, quien también explicó que no fue tarea fácil darse cuenta que ellas y su trabajo estaban fuera de registro: “Cuando veíamos el video que se armó para este conversatorio, varias compañeras decían: qué importante fue salir del silencio. Animarnos a hablar, animarnos a decir. El feminismo nos hizo ver cómo eso operaba también en nuestras comunidades. No solo invisibilizaba nuestras tareas domésticas, sino también invisibilizaba nuestro rol productivo. Esas tareas garantizadas por las mujeres se tomaban como de ayuda a la tarea que realizan los hombres. Pero no como trabajo, no valoradas desde el aporte económico y quedamos marginadas de tomar decisiones”.
Tras reconocer que “durante mucho tiempo el movimiento de mujeres rurales y campesinas estaba invisibilizado incluso para el conjunto de los feminismos populares, que también lo tenían fuera de registro”, la Secretaría de Políticas de Igualdad y Diversidad del Ministerio de las Mujeres, Género y Diversidad, Cecilia “Checha” Marchanch, destacó que “las mujeres campesinas lograron ponerse en el centro del debate, poniendo en debate la discusión de la soberanía alimentaria y la soberanía de nuestros cuerpos y respecto cómo relacionarnos con nuestra vida y la naturaleza”.
En ese sentido, Díaz Valentín agregó: “Nos dimos cuenta que la mayoría de las mujeres no figuramos en los registros productivos, y eso llevaba a una cadena de invisibilización de esa tarea que lleva después a no acceder a determinados acceso a recursos o no acceder en las instancias de debate de las políticas hacia ese sector”.Maria Carolina Rodríguez, referente de Géneros de la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT) resaltó la importancia de “que las mujeres que hoy están en cargos políticos, bajen a los territorios, que se acerquen al campo, para que podamos ser visibles. A mí nadie me conocía, no sabían que yo estaba detrás de un cajón de lechuga y de tomate”.