Fotos: Wara Vargas Lara
La congestión de vehículos en el centro de la ciudad de La Paz (Bolivia) genera mucho ruido en el ambiente. Hasta hace unos años era más fácil y rápido movilizarse de un extremo a otro, pero ahora los minibuses de transporte público están en todas las calles y crean congestión vehicular. En muchas horas del día, cada uno de estos motorizados tienen apenas tres pasajeros, pero aportan significativamente a la contaminación ambiental con la emisión de monóxido de carbono.
La congestión vehicular durante el trayecto de salida de la ciudad y viajar a la comunidad de Challasirca —ubicada en las faldas del nevado Illimani y en el municipio de Palca— es solo un ejemplo de cómo la urbe paceña aporta lentamente a que la nieve de este glaciar se derrita de manera acelerada.
Según un estudio de la alcaldía de La Paz, durante el 2014, el sector del transporte genera mayor aporte a la huella de carbono (indicador ambiental que refleja la totalidad de gases de efecto invernadero) pues representa casi el 50 por ciento de las emisiones. Aún no hay datos para este 2021, pero seguramente esta cifra es mayor, por el aumento del transporte público y privado.
Viajamos cuatro horas al lado del río Choqueyapu —que en aymara significa ‘chacra de oro’— hasta llegar a Tahuapalca. Esta comunidad está ubicada en la parte más baja de uno de los pequeños ríos formados por el agua del deshielo del nevado Illimani.
Este sector es uno de los mayores productores de hortalizas, tubérculos, durazno y maíz de Palca y es el principal abastecedor de alimentos frescos de la ciudad de La Paz.
Subimos en dirección a la cima del nevado y pasamos por Lurgeta, Cachapalla, Cebollullo, Chañurani hasta llegar a Challasirca. Todas estas pequeñas comunidades se alimentan del mismo caudal que baja de la montaña, por lo que estas y Cohoni —la población más grande de la región— crearon canales para que el agua de ese río llegue a sus tierras productivas.
Remigio Quispe, dirigente de Challasirca, recuerda que en 1981 el nevado estaba más cubierto de nieve y ésta se podía ver muy cerca de las comunidades. Ahora, 40 años más tarde, cuenta que el manto blanco está cada vez más lejano gracias al cambio climático.
“Este lugar era frío antes. Ahora ya es caliente, ya ha cambiado. El clima de Cebollullo ha subido aquí, a Challasirca. En noviembre y septiembre hace ya mucho calor”, afirma Remigio.
Challasirca antes solo producía papa porque su clima frío solo le permitía esa siembra. Ahora, que la temperatura ha cambiado, puede producir choclo, cebolla, durazno, lechugas y todo tipo de hortalizas que antes solo daban en las poblaciones más bajas como Tahuapalca, Lurgeta y Cebollullo.
El incremento de la producción y el mayor uso de terrenos ocasionaron que varios cultivos se alimenten de una misma fuente de agua y esto es un gran desafío para las poblaciones.
Los árboles de duraznos en medio del cerro hacen que nos sintamos en un valle de Cochabamba, pero continuamos en Challasirca. Allí Eva Limachi, nacida en esta comunidad, cultiva estos frutos. “Ahora hay agua porque es época de lluvia también, pero desde junio hasta casi noviembre hay poca y no se puede abastecer para todos los cultivos”, comenta la productora.
Ante este mismo problema, que se repite en las poblaciones bajas, los agricultores se ven afectados porque, como deben compartir un mismo caudal, deben organizarse para regar los cultivos organizándose por horas y días. Néstor Callapa relata que esta práctica se la realiza hace varios años.
Ante esta situación, muchos comunarios se preguntan cómo enfrentar el problema del derretimiento acelerado del Illimani y evitar que las aguas del deshielo se desperdicen. Callapa piensa que hay que crear una gran represa para que el agua de la época de lluvia se almacene, para las épocas bajas.“El agua se está perdiendo. Y pocos en mi comunidad han hecho pozos para almacenar, igual se necesitan pozos más grandes. Necesitamos que el Gobierno nos ayude con algún proyecto”, dice Néstor.
El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) explica que el aumento de la temperatura atmosférica generó una aceleración del retroceso de los glaciares del Illimani. En los últimos 46 años el nevado perdió, aproximadamente, el 21,3 por ciento de su superficie a una velocidad promedio de 47 centímetros por año.
Rosa Blanco está preocupada por el futuro de sus hijos, teme que en el futuro próximo no haya agua. “La gente comenta que lo que se viene es un castigo de Dios, algo estamos haciendo mal”, comenta Rosa.