El rumbo de las políticas alimentarias a nivel mundial para los próximos años se discutirá este jueves en Nueva York, en la Cumbre sobre los Sistemas Alimentarios de la ONU. El evento es rechazado por miles de organizaciones de la sociedad civil y también por funcionarios de la propia ONU. Denuncian que responde a intereses de empresas multinacionales, en especial a las de insumos químicos y tecnológicos para el agronegocio. En ese sentido, cuestionan que el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, nombró como enviada especial para la cumbre —a cargo del diseño y la coordinación de los grupos de trabajo— a Agnes Kalibata, presidenta de la Alianza para la Revolución Verde en África (AGRA, por sus siglas en inglés).
AGRA es una institución creada por la Fundación Bill y Melinda Gates y la Fundación Rockefeller. Fue lanzada en 2006 con los objetivos de duplicar el rendimiento de la producción agrícola, y por lo tanto incrementar en la misma medida los ingresos de 30 millones de pequeños productores, y reducir a la mitad el hambre y la pobreza en 20 países africanos. Pasados 15 años, y pese a una millonaria inversión tanto pública como privada, eso no sucedió. Por el contrario, AGRA se ocupó de ejercer influencia sobre los gobiernos de países como Nigeria, Uganda, Kenya o Tanzania en favor de empresas multinacionales.
Más de 170 organizaciones de 83 países enviaron una carta al Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, para que revoque su decisión de nombrar a Kalibata como su enviada especial en la Cumbre. “AGRA y la doctora Kalibata, quien también forma parte de la junta del Centro Internacional de Desarrollo de Fertilizantes (IFDC, por sus siglas en inglés), son marionetas de las multinacionales de la agroindustria y sus accionistas. Dirigida por Kalibata, la Cumbre no será más que una herramienta para una mayor depredación de las empresas sobre las personas y los sistemas naturales. Por lo tanto, le pedimos que revoque inmediatamente su nombramiento”, exigieron.
El fracaso de AGRA en África
Para cumplir su objetivo, AGRA recibió mil millones de dólares de la fundación Bill y Melinda Gates, pero también de los gobiernos de Estados Unidos, el Reino Unido y Alemania. Así lo indica el informe “Falsas promesas: La Alianza para la Revolución Verde en África”, publicado en julio de 2020 por organizaciones de Mali, Kenia, Tanzania y Zambia junto a otras de Alemania. “Además del apoyo financiero, AGRA tuvo gran apoyo político de los gobiernos de Alemania y Estados Unidos, así como de Ghana y Zambia, entre otros”, señalan.
Las organizaciones autoras del informe — entre ellas la Asociación por la Biodiversidad y la Bioseguridad, de Kenia; la Alianza por la Biodiversidad, de Tanzania; Pelum, de Zambia; y FIAN, de Alemania — denuncian que AGRA no sólo falló en cumplir sus objetivos sino que está muy lejos de alcanzarlos. El análisis se basa en un estudio de investigadores de la Universidad de Tufts, de Estados Unidos, y de evaluaciones propias de AGRA. Entre los principales puntos, advierten que:
- Los rendimientos agrícolas en los países en los que AGRA implementó sus programas no se duplicaron, sino que se incrementaron un 18 por ciento, al mismo nivel que venían haciéndolo antes de la aparición de AGRA.
— En muchos casos, los programas de AGRA no lograron que los agricultores alcancen ingresos superiores a la línea de pobreza. Uno de esos casos es la promoción del paquete tecnológico de maíz híbrido con herbicidas y fertilizantes (fabricado por Monsanto, hoy Bayer) en Tanzania. El estudio indica que al vender ese maíz, una familia agricultora gana aproximadamente el 15 por ciento de los ingresos necesarios para alcanzar la línea de pobreza.
— AGRA promueve leyes y subsidios favorables a las industrias de semillas transgénicas y de agrotóxicos. “Lo hace mediante el despliegue de personal o el apoyo financiero directo a ministerios u órganos consultivos de gobiernos”, dice el informe. En Uganda -apuntan como ejemplo- promovió la plataforma nacional de fertilizantes, presidida por el Ministerio de Agricultura, que habilitó que el sector privado se haga cargo del control de calidad de los fertilizantes. “Las corporaciones internacionales, como la empresa de fertilizantes Yara -que también es socia de AGRA-, son los principales beneficiarios”, señalan.
— Guardar semilla de la propia cosecha para la siguiente siembra es una práctica muy extendida entre los agricultores africanos, lo que les da independencia y contribuye a su soberanía alimentaria. Sin embargo, AGRA promueve la abolición de esta práctica a través de nuevas leyes (de protección de propiedad intelectual) y el uso de semillas híbridas, que pierden capacidad de reproducción.
— Según AGRA, al usar más tecnología e insumos, los pequeños productores duplicarían su producción. Sin embargo, muchos agricultores lo consideran riesgoso porque cuando la cosecha falla, se endeudan. “Los agricultores entrevistados dijeron que, incluso con buenos rendimientos, gastan más del 80 por ciento de los ingresos de la cosecha en pagar a los proveedores por las semillas y fertilizantes”, señala el informe.
Las organizaciones señalan que no hay ningún motivo para considerar que AGRA es competente en la reducción del hambre y el fortalecimiento de sistemas alimentarios sostenibles. Y advierten que es muy preocupante su liderazgo en la Cumbre sobre los Sistemas Alimentarios: “AGRA incorpora intereses del sector privado a los procesos de toma de decisiones de las Naciones Unidas. Los Estados, obligados a rendir cuentas al público, cederán su influencia y su responsabilidad a actores ilegítimos pero poderosos. Paradójicamente, muchos de estos gobiernos financian instituciones de las Naciones Unidas y eventos como esta cumbre.”
* Este artículo forma parte de la serie «Recuperando la narrativa de los sistemas alimentarios», que cuenta con el apoyo de la Fundación Rosa Luxemburgo.