El decrecimiento es inevitable. Lo único que podemos escoger es cómo, pero vamos a decrecer, por las buenas o por las malas. El modelo que esta gente defiende no es viable, nos puede llevar a una caída desordenada o, incluso, a un colapso. Lo que nosotros estamos diciendo es muy claro, planifiquemos el inevitable descenso.
Antonio, Turiel. Sobre las declaraciones del lobby empresarial catalán
Por Lautaro Riveiro (*)
En agosto de 2017 se estrenaba ¿Qué le pasó a lunes?, una película de ciencia ficción distópica (o no tanto) ambientada alrededor del año 2043. La superpoblación origina una crisis a nivel mundial de la energía y producción de alimento, que da como resultado la aplicación de una estricta política del hijo único regulada por la Ley de Asignación Filial. La película no es la gran cosa, pero sí resulta esclarecedora e inquietante hacia el final, cuando el bando que lucha por abolir la ley junto con el gobierno que la sustenta sale “vencedor”, pero una vez en la cumbre parece carecer de una política de emancipación para luchar contra las consecuencias estructurales que ha dejado el capitalismo tras años de extracción y contaminación ambiental. Karen Settman y sus hermanas se quedaron sin alternativas, porque se enfrentaron a una serie de acontecimientos imprevistos que las han llevado a luchar individualmente frente a una crisis que demandaba cambios colectivos. Queda claro entonces que el problema sobre cómo solucionaremos una crisis energética y ambiental al tiempo que satisfacer los intereses populares y terminar con el capitalismo, no es algo que se resolverá de la noche a la mañana, mucho menos como individuos o solo desde la cúpula de los Estados.
El otoño de la civilización gira en torno a estos dos problemas: nos enseña que no estamos muy lejos de ese mundo distópico (de película), que incluso puede llegar antes de 2043, cuando los límites físicos del planeta revelan el rostro más crudo de un sistema basado en la explotación de la naturaleza para la reproducción del capital; y lo que es más importante, nos advierte que una vez que podamos “tomar el cielo por asalto”, no seremos las Karen Settman de nuestro tiempo, vamos a necesitar de proyectos colectivos de transformación que diseñen nuevos horizontes emancipatorios al calor de las movilizaciones de masas. No estaremos tampoco en los albores de la energía abundante, en el impulso modernizante de la Revolución Rusa o algún que otro periodo de estabilidad climática, sino en una época en la que no sólo tendremos la difícil tarea de tomar el cielo por asalto, sino también de reconvertir nuestra matriz energética, sin descuidar las necesidades y deseos sociales básicos de los sectores populares.
En este sentido, el libro constituye una herramienta imprescindible para tomar conciencia y luchar contra los nuevos proyectos que, en nombre de la transición energética, reproducen los mismos parámetros de colonialidad que nos llevaron hasta este punto de insostenibilidad de la vida. Con detallados y exhaustivos estudios científicos, El otoño… nos advierte sobre los límites de la capacidad de los combustibles fósiles como energías propicias para una transición sostenible; el pico de los minerales necesarios para poner en marcha a las energías renovables, que no podrán reemplazar la matriz fósil, ni sostener el volumen energético que requiere el sistema capitalista para su reproducción; y aún más importante, nos advierte que seguir extrayendo combustibles fósiles para su uso, a esta altura, chocaría con los límites de estabilidad climática del planeta que nos permiten seguir viviendo en él. Esta complejidad que se nos presenta en el libro adquiere una particular importancia para la situación ambiental, energética y económica que atravesamos en nuestros territorios y, sobre todo, para pensar colectivamente nuevos proyectos de transición energética, mientras luchamos para derribar aquellos que responden a los intereses corporativos y del Estado.
La situación que atravesamos en Argentina no dista mucho del rol que se le ha asignado a América latina desde la llegada del hombre europeo hace 500 años: ser exportador de materias primas y zonas de sacrificio para el progreso capitalista. Aquellos barcos que comenzaban a traer esclavos para las plantaciones y minas de América con el propósito de impulsar la industrialización europea, vuelven hoy como buques sísmicos para la exploración del mar y la extracción de petróleo offshore. La misma lógica extractivista que en el pasado llevó a Europa a la cima del mundo industrial, hoy se utiliza para implementar la transición energética que necesita.
A quién podría ocurrírsele que aquella verdad histórica, la deuda ecológica que Europa contrajo con el sur global, podría ser hoy utilizada retórica y demagógicamente por una de las más grandes organizaciones juveniles del ecologismo. Sedientos de echar raíces en los bancos de la democracia representativa, menosprecian las reivindicaciones históricas del movimiento ambientalista en los territorios y asambleas. Estos sectores han ignorado la responsabilidad del poder político local como transmisor de los proyectos extractivos del Norte o propios, con la intención de emprender una transición energética bajo los mismos parámetros extractivos y contaminantes que el presente libro desecha y califica como inviables.
Por eso es preciso remarcar la importancia que tiene este libro para prevenir que esto vuelva a suceder. En el capítulo VII los autores desarrollan el concepto de “Síndrome de Estocolmo” (cuando la víctima de una situación de estrés, como un secuestro o una agresión, desarrolla un vínculo afectivo con su captor) para explicar la pasividad que existe en el grueso de las clases explotadas para enfrentarse a los responsables políticos y económicos de la actual crisis climática y energética. En Argentina vivimos una exacerbación e dicho fenómeno, que ya no se apoya solo sobre aquellas personas que todavía no han podido salir de la Matrix, sino también sobre las que aun sabiendo la gravedad del asunto, las que aun teniendo organizaciones ambientalistas y aun proclamando consignas radicales, siguen desarrollando un vínculo afectivo con su captor.
Si las primeras personas desarrollan este vínculo de forma inconsciente de los desastres sistémicos, las segundas, por el contrario, no. Lo que Lowy (2011) llama “eco-reformismo” para designar a aquellos partidos verdes de Europa que terminaron siendo compañeros de gestión de los partidos liberales cumple un patrón similar en la transformación del ambientalismo juvenil de Argentina que emerge en 2019. Este síndrome de Estocolmo o, siendo más claros, la postura ecologista que disocia el productivismo de la lógica de la ganancia (capitalista), condujo a gran parte del movimiento juvenil a convertirse en las organizaciones colaterales de los partidos ecocidas de nuestro país. La cooptación de los sujetos predilectos para el cambio, de gran parte de las fuerzas de transformación que suponen los jóvenes, ha sucedido incluso antes de su maduración organizativa.
Pero también es cierto que para los que nos encontramos luchando del otro lado, de forma autónoma respecto de los Estados y corporaciones, este libro es una herramienta que reafirma, con la recopilación de sus diferentes estudios científicos y posicionamientos políticos una consigna anti-extractivista, la misma que los territorios y asambleas de Argentina vienen sosteniendo y reclamando hace años con gran persistencia y determinación. Se puede confirmar una vez más que la lucha contra todo tipo de extractivismo no es tema de “ambientalistas falopa” como vociferan los medios de comunicación hegemónicos de nuestro país, ni de organizaciones que se oponen al desarrollo, sino más bien un posicionamiento eficaz y disruptivo, una necesidad histórica para que los pueblos, los trabajadores y la juventud impongan su transición energética de forma eco-dependiente, democrática y ecosocialista.
El otoño de la civilización, con toda su carga informativa sobre los límites energéticos del planeta, las críticas rotundas a las sucesivas sesiones de la COP y la evidencia científica sobre los diversos fenómenos climáticos que enfrentamos y enfrentaremos, abre una puerta importante para aquellos que luchamos por construir alternativas de transición energética justas en el sur global, y nos señala cuáles son los caminos inviables que el poder nos ofrece como espejitos de colores de un sistema extractivista.
A continuación, me tomo el atrevimiento de nombrar algunas de aquellas organizaciones y asambleas que merecen su reconocimiento, que representan ese rayo de esperanza para construir un mundo más justo, y a las que les proponemos la lectura de este libro. Porque no puede serle ya de utilidad a quienes emprendieron sus carreras políticas para fines propios y adquieren formas camaleónicas en el movimiento mismo, sino para quienes divisan en la adversidad de la lucha diaria y en el deseo de la transformación social el futuro de un mundo sin explotación ni opresión:
Asamblea NO a la mina Esquel; Asamblea Por un Mar Libre de Petroleras de Mar del Plata; Multisectorial Defendamos el Golfo San Matías de Rio Negro; Multisectorial por los Humedales; Coordinadora Basta de Falsas Soluciones; Asamblea de las Heras por el Agua Pura de Mendoza; Coordinadora Socioambiental de Bahía Blanca; Asamblea Antimegaminería de Bariloche; Ecoasamblea Parque Camet de Mar del Plata; Asamblea por la Tierra y el Agua de las Grutas; Multisectorial Paren de Fumigarnos; El Rio Lujan no se Toca; Asamblea Ambiental Cosquín Auténtica; Asamblea por la Vida de Chilecito; Asamblea Paravachasca; Asamblea Ciudadana Concordia; Vecinos por el Ambiente de Punilla; Asamblea Mercedina por la Agroecología; Protegiendo nuestros Árboles Rosario; Asamblea Permanente por el Río Colorado; Asamblea Luna Roja de Chapadmalal; Salvemos los Humedales de Villa Constitución; Asamblea Socioambiental de Rosario y Alrededores; Red Ambientalista de Rosario; Movimiento Regional en Defensa de los Humedales del Cordón Industrial de Santa Fe; Vecinos Autoconvocados Contra la Contaminación de Klaukol; Asamblea Ambiental de San Esteban/Dolores; Asamblea de Autoconvocados de Uspallata; Asamblea HOCÓ de Hudson; Asamblea de Vecinos en Defensa de la Reserva de la Laguna de Rocha; Asamblea por el Agua y la Tierra de Fiske Menuco; Espacio Ambiental de Agronomía, CABA; Foro Ambiental y Social de la Patagonia; Red Jarilla de Plantas Saludables de la Patagonia.
(*) Militante de Juventud Ambientalista
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