De huelga y a las calles contra los extractivismos
marzo 8, 2022
Las fotografías dicen que los feminismos tienen futuro porque atraviesan generaciones. Son testimonios de luchas que las mujeres damos a diario y que hoy confluirán en la huelga y marcha del 8M.

Por Mariángeles Guerrero

Es 8 de marzo y las mujeres, lesbianas, travestis, trans y personas no binarias lo sabemos: hoy es nuestro día de lucha. Hacemos huelga y salimos a las calles para decir "basta" -es cierto- pero también para mostrar que ese cuerpo colectivo que forman los feminismos mantiene su potencia. Una fuerza que se cuece al calor de una marcha, en el momento que poblamos el espacio público con carteles que relatan las resistencias y las esperanzas que sostenemos durante todo el año a través de nuestras militancias comunitarias.

Este 2022 la consigna que sobrevuela las convocatorias es "la deuda es con nosotras". La deuda: ese jarrón sin fondo que desde los orígenes del Estado argentino nos condenó a un modelo económico extractivo. La deuda: la división tajante entre un norte usurero y un sur que nunca termina de pagar. La deuda: las vaquitas de los ricos, las penas que son nuestras. El debe de las agendas oficiales nunca es con quienes cultivan los alimentos en pequeñas huertas familiares, con las familias explotadas de los tambos, con las naciones originarias que hoy siguen viviendo aquella Campaña del Desierto a manos de las corporaciones trasnacionales.

Mientras la deuda eterna sostiene esa matriz productiva de un campo sin personas y de poblaciones sin agua, miles de mujeres de todo el país reparten sus horas entre las tareas de cuidado, la actividad productiva y la militancia. Reunirse con otras, socializar las violencias padecidas (dentro y fuera de la casa) y planificar juntas la supervivencia genera jornadas de triple actividad: la deuda se paga con nuestro tiempo, se paga con nuestro esfuerzo, se paga con nuestra salud.

Las mujeres son responsables del 50 por ciento de la fuerza laboral formal de producción de alimentos en el mundo, según la Comisión Interamericana de Mujeres (CIM) de la Organización de los Estados Americanos (OEA). Siete de cada diez mujeres productoras de alimentos tienen acceso a la tierra para producir alimentos, pero solo tres tienen títulos de propiedad sobre los campos y la tierra donde trabajan.

Los feminismos tienen futuro porque atraviesan generaciones. La pelea por la autonomía sobre nuestros cuerpos no se trata de una demanda meramente urbana, ni de chicas jóvenes. Es una lucha que atraviesa territorios, identidades y edades. Las sonrisas crecen como un cultivo entre las manos curtidas por el trabajo y por la lucha contra las plagas que genera el agronegocio.

En las siguientes imágenes ofrecemos postales de luchas que se interseccionan. Para decirlo en criollo: se cruzan, se alimentan entre sí. Porque los feminismos -en plural, diversos- también son antirracismo; se oponen a la idea del descarte de las y los adultos mayores; pelean por el buen vivir como objetivo político; anhelan que las infancias crezcan libres, no por un mañana mejor, sino por un hoy mejor. Permiten ver instantes de la vida de mujeres mapuche como Ivana Huenelaf o cómo una médica recoge plantas medicinales en Callapa (Bolivia) para convertir saberes ancestrales en salud.

En este Día Internacional de la Mujer Trabajadora, la deuda es con quienes sostienen la alimentación del pueblo en el campo y en los barrios populares. Es contra todo modelo de violencia que se inscriba en nuestros cuerpos y allí donde pisamos. Por eso estamos de huelga y por eso nos veremos en las calles.

Fotos: Subcoop

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