Gallinas criadas a campo, una forma sana de producir alimentos
febrero 20, 2024
Sección: Alimentación
La agroecología implementa prácticas naturales y de cuidado para obtener huevos de gallinas pastoriles. Respeta los tiempos de la naturaleza y está muy lejos de la forma industrial, que confina animales en inmensos galpones y condiciones aberrantes. En la localidad bonaerense de Saladillo, finca La Luciérnaga confirma que se puede producir de otra manera.
Chacra de pollo pastoril en Saldillo.
Foto: Chacra La Luciernaga

Por Mariángeles Guerrero

¿Cómo se producen los huevos en Argentina? ¿Qué alternativas hay a ese modelo? La forma dominante de producción de huevos a nivel nacional está vinculada a un sistema intensivo y a un enfoque industrial. Consiste en la cría de gallinas en pequeños espacios, con alta densidad de animales por metro cuadrado, confinados en jaulas. En la provincia de Buenos Aires, el establecimiento La Luciérnaga apuesta por los huevos agroecológicos. Carlos Rocca, uno de sus fundadores, resalta las bondades que la cría pastoril de gallinas tiene para los pequeños productores, en un contexto de concentración corporativa y dependencia del paquete tecnológico en el rubro.

Un galpón conectado a un silo que contiene alimento balanceado. En el interior, gallineros apilados uno sobre otros, en una especie de góndola con repisas donde los animales apenas se reconocen por sus crestas y apenas pueden moverse. Cintas transportadoras salen de los nidos llevando huevos y recreando el modelo fordista de producción para el ciclo de reproducción de las gallinas. Así luce un establecimiento avícola industrial.

César Gramaglia es ingeniero agrónomo y miembro del INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria) de Villa Dolores (Córdoba). Explica: “Se crean condiciones poco apropiadas desde el punto de vista del bienestar animal, porque no se respeta el comportamiento natural de las aves”. Las gallinas prácticamente no tienen acceso a la luz natural y crecen en ambientes donde las condiciones ambientales (luz, temperatura y humedad) están reguladas por el humano. “Esto les genera estrés y las predispone a que adquieran muchas enfermedades”, agrega.

El alimento que consumen las gallinas confinadas provienen del modelo de agricultura convencional industrial, que utiliza semillas genéticamente modificadas y agrotóxicos. El productor de huevos utiliza como fuente de energía al maíz transgénico. La principal fuente de proteínas, por lo general, es un derivado de la industria aceitera, un expeller de soja transgénica. “En definitiva, la producción animal está muy ligada a la producción vegetal, con una mirada agroindustrial que tiene externalidades altamente negativas sobre el ambiente y sobre la salud de las personas”, señala.

Chacra de pollo pastoril en Saldillo.
Foto: Chacra La Luciernaga

En la parte inferior de las jaulas se amontona a lo largo del año el estiércol de los animales. Los galpones se limpian cada seis meses, por lo que se acumulan montañas de heces que fermentan en forma natural, liberando gases y generando un ambiente poco agradable para las gallinas, que a su vez genera plagas de moscas y roedores. “El modelo convencional entra así en un espiral descendente, porque incentiva a la utilización de insecticidas químicos para el control de esas plagas”, dice el ingeniero.

Y añade que una práctica típica es cortarle el pico a las aves que, estresadas por el encierro y las condiciones de vida, comienzan a picarse entre sí y a lastimarse. 

Pero el propio modelo que causa las enfermedades también vende las medicinas. La producción industrial de aves requiere una alta carga de productos veterinarios (antibióticos y antiparasitarios) comercializados por empresas como Bayer/Monsanto. Estas sustancias se colocan en el agua que toman los animales o como un componente de los alimentos balanceados.

La gallina de los huevos industrializados

Según datos del Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa), del año 2022, la faena nacional de aves en establecimientos con habilitación de esa entidad alcanzó los 751 millones de animales. Y la producción se distribuyó mayoritariamente en las provincias de Entre Ríos (48,1 por ciento) y Buenos Aires (37,9) y en menor medida en Santa Fe (4,8), Córdoba (4,3) y Río Negro (2,6). El 2,4 por ciento restante se repartió entre Mendoza, Salta, Jujuy y La Rioja. 

La producción de huevos alcanzó los 14.604 millones de unidades. Las plantas industriales de huevos se distribuyeron en Buenos Aires (31 por ciento), Córdoba (23), Santa Fe (23), ciudad de Buenos Aires (15) y Entre Ríos (8). 

También según registros de esa entidad, en la actualidad el sector avícola nacional posee 44 millones de aves en postura que producen 13.000 millones de huevos anuales y nueve millones de aves en recría.

La producción involucra a más de cien pequeñas y medianas empresas de capital nacional, que trabajan con mano de obra propia o familiar. En el país, las grandes firmas productoras de huevos y pollos son Granja Tres Arroyos, Aves Soychú, Las Camelias, Noelma y Alibué.  

A fines de 2022, Granja Tres Arroyos —que había adquirido lo que quedó de la extinta Cresta Roja en la provincia de Buenos Aires— vendió el 34 por ciento de su paquete accionario a la corporación estadounidense Tyson Food. Esta firma norteamericana es a su vez dueña de la proveedora de genética avícola Cobb. 

Estas empresas que brindan la tecnología (los huevos para los primeros pollitos, por ejemplo), concentran la compra de lo que obtienen los pequeños productores. Dice Gramaglia: “El productor convencional de huevos y pollos parrilleros es un ‘rehén’ del actual sistema agroalimentario dominante y corporativo, porque el modelo de producción animal con un enfoque agroindustrial tiene una alta dependencia de la compra de insumos externos (alimentos, productos veterinarios, pollitos, equipamientos) y por el supermercadismo que define el precio de venta de los huevos y de la carne aviar”.

Chacra de pollo pastoril en Saldillo.
Foto: Chacra La Luciernaga

Libres y en el campo

La Luciérnaga es una experiencia agroecológica que se ubica en Saladillo, provincia de Buenos Aires, a 200 kilómetros de Capital Federal. Allí, sobre 90 hectáreas, se elaboran huevos, pollos, quesos y miel. Los productos se comercializan a precios justos (el maple sale entre 3200 y 3500 pesos) en Saladillo y en algunos nodos de ventas de la zona norte del Gran Buenos Aires. En ese campo, 250 gallinas se crían de forma pastoril, ponen sus huevos sin vivir hacinadas y comen alfalfa, lotus, cebadilla, trébol rojo. La dieta se complementa con un alimento que se fabrica en un molino de la zona.

Carlos Rocca, impulsor del establecimiento junto a su compañera Malena Mikey, resalta las bondades que la cría pastoril de gallinas tiene para un sistema de producción agroecológico. “Es muy importante para un campesino pequeño el impacto que tiene esta forma de producción en el mejoramiento del suelo”, destaca. Y explica: “Cuando la gallina pasa, escarba el surco, se come un montón de yuyos e insectos y hace un efecto de remoción del suelo, lo que genera un volumen de pasto superior”. En números, esas mejoras se traducen en un diferencial de kilos de materia seca, una cifra que se obtiene al restar el peso del agua del peso total de la materia orgánica que consumen los animales. Con la cría pastoril, este indicador aumenta entre un 30 y un 40 por ciento.

Además, los excrementos de las aves se incorporan de forma natural al suelo, como abono, mejorando no sólo el suelo sino la calidad de vida de las aves. “Pasa más de un año hasta que la gallina vuelve a un potrero donde estuvo en pastoreo. En ese tiempo no existe ningún riesgo de ningún parásito u otra cosa que pueda joder a la gallina. Los gallineros que se usan para este tipo de producción son móviles, lo que permite el traslado en caso de tener que abandonar un campo y comenzar a trabajar en otro”, describe. El productor agrega que las gallinas son vacunadas una sola vez (cuando son pollitos) y luego la inexistencia de problemas sanitarios hace que no se requieran más fármacos.

Entre los recursos que se necesitan para esta forma de cría se cuentan mallas de hilos electroplásticos para limitar el acceso de posibles depredadores de las gallinas al campo, como perros o zorros. Rocca menciona también un sistema de bebederos con flotantes, que se rellena a medida que los animales van tomando el agua. En cuanto a la alimentación, desde La Luciérnaga están proyectando producir su propio maíz agroecológico como complemento de la dieta.

Mientras cuenta su experiencia, Rocca marca la importancia de que haya políticas públicas que tengan en cuenta las particularidades de esta forma de producir.

Huevos agroecológicos: más color, más sabor, más nutrientes

¿Qué diferencias hay, en términos nutricionales, entre los huevos agroecológicos y los producidos de forma industrial? Gramaglia responde: “Hay estudios que reflejan que los primeros tienen menos contenido de colesterol y de ácidos saturados y son más ricos en proteínas, en omega 3 y en vitaminas como la A y la E”. Desde el campo, Rocca apela a los sentidos: "La clara es transparente y densa, bien separada. Y la yema es bien colorida y también bien densa. En la cocina, el resultado es muy diferente".

Sobre la comparación de los resultados económicos en ambos modelos, Gramaglia detalla: “Son similares. En los modelos agroecológicos, las gallinas tienen una mayor vida útil y menores índices de mortandad, por lo tanto hay menos costos vinculados con la reposición de los animales”. Respecto a esto último, explica que hay un mejor estado sanitario de los animales criados en forma pastoril porque esa forma se asemeja a sus condiciones naturales. Señala que el hecho de que las gallinas o los pollos tengan acceso diario a forrajes y pasturas permite reducir entre un 40 y 50 por ciento el costo de la alimentación.

Aunque no cuenta con mayor rentabilidad —y sí produce mayores consecuencias sanitarias y peor calidad de alimento—, el modelo industrial prevalece. Para Gramaglia esto se debe, en parte, a la falta de difusión de todas las ventajas involucradas con el manejo agroecológico. Pero también enfatiza el hecho de que los grandes ganadores de este modelo son las empresas proveedoras de insumos: de los alimentos, de los medicamentos para los animales y del paquete de químicos para el control de plagas. Por su parte, Rocca insiste: "Es necesario que haya normas que contemplen a los pequeños productores y no sólo a las grandes empresas".

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