COP 26: la encrucijada entre agresores climáticos y defensores ambientales
noviembre 15, 2021
La COP 26 finalizó con sabor agridulce, débil en compromisos de reducción de carbono y sin compromisos económicos para enfrentar la crisis climática. Argentina realizó más anuncios que compromisos reales y llevó una postura contradictoria: reclamó deuda ecológica, pero sostuvo el modelo extractivo como principal actividad. El rol clave de los movimientos sociales.
Cop 26
Teatralización en la COP 26 y un mensaje: "Líderes del mundo: último llamado para la acción climática". Foto: Andy Buchanan / AFP

Por Emilio Spataro (*)

Desde Glasgow, Escocia 

La COP 26 de Glasgow, la cumbre sobre cambio climático que comenzó el 31 de octubre de 2021 con una gran atención mundial, llegó a su fin. Luego de dos años de pandemia de Covid-19, que llevaron a la postergación de la COP en 2020 y el cambio de localía de Italia a Escocia, más las muchas urgencias que implican la implementación del Acuerdo de París, el resultado final de la cumbre salvó las ropas en lo formal. El acuerdo marco seguirá dando que hablar porque no atiende todos los aspectos necesarios para alcanzar el objetivo de mantener la temperatura global por debajo del límite de 1,5°C

Por su parte, Argentina navegó en un mar de contradicciones diplomáticas en las que propuso canjear deuda por acción ambiental, mientras la Secretaría de Energía publicaba en el boletín oficial, el mismo día de comienzo de la conferencia, sus “Lineamientos para un Plan de Transición Energética al 2030”. En los lineamientos, la principal política energética es profundizar la explotación de hidrocarburos, especialmente las cuencas gasíferas de Vaca Muerta y otras.  

En ese contexto de escasos compromisos de los Estados, los pueblos se hicieron oír. Si los gobiernos avanzaron en algunas propuestas fue solo por dos motivos: la contundencia de la evidencia científica y el empuje social. Jóvenes, pueblos indígenas, ecologistas y activistas de todo el mundo pusieron cuerpo y voz, ocupando todos los espacios posibles (con o sin voluntad de la ONU), para elevar los niveles de ambición de objetivos para frenar el calentamiento global y reducir las pulsiones a la no acción de las elites políticas. 

Foto: Mauro Pimentel / AFP

¿Con qué tareas se llegaba a la COP 26 en Glasgow? 

La COP 26 debía ser, en lo formal, la concreción de la reglamentación del artículo 6 del Acuerdo de París, que versa sobre los mecanismos financieros necesarios para que los países cooperen entre sí para la reducción de las emisiones de carbono. Bonos, compensaciones, canjes, entre otras herramientas financieras. Todo esto entra en la discusión de la reglamentación de este artículo. 

En lo político, el regreso de Estados Unidos, ahora bajo la administración de Joe Biden, suponía una novedad importante a la hora de solidificar los compromisos y aumentar el nivel de ambición necesario para llegar a la meta de reducciones de emisiones que permitan estar dentro del 1,5º de aumento de la temperatura

Desde el Sur global, varios países —con un protagonismo insoslayable de África como conjunto— alzaron la voz en torno al aumento de fondos por la necesidad de adaptación al cambio climático. Y es que más allá de la contundencia o no en los esfuerzos de reducción de las emisiones, los impactos del cambio climático ya se sienten con fuerza y suman un factor más de desposesión para millones de pueblos empobrecidos. África, con menos del 3% de las emisiones de carbono a nivel global, es uno de los territorios más afectados por la crisis climática. 

Foto: Midia Ninja

La posición Argentina: canje por deuda y una matriz contradictoria 

La propuesta Argentina de canje de deuda por acciones climáticas recupera desde lo discursivo mucho de lo reclamado por las organizaciones del Sur, en torno a las deudas históricas y la deuda ecológica que tiene el Norte con el Sur, pero aún carece de un plan de acción y de propuestas de mecanismos para llevarla adelante. La reivindicación de la deuda ecológica tuvo más repercusión en los medios internacionales, por las acciones de las organizaciones ecologistas, que en el documento final de la Conferencia donde no hubo ninguna referencia a la propuesta de Argentina, que también fue acompañada por  Ecuador.

Por otra parte, la presentación Argentina en la COP 26, tuvo más énfasis en los anuncios y eventos paralelos que en los compromisos formales; por ejemplo la declaración sobre la deforestación ilegal llamada; “Declaración de los líderes de Glasgow sobre los bosques y el uso de la tierra” firmada por 141 países, es solo una declaración de buena voluntad sin proceso formal. 

En ese aspecto, el anuncio de inversión en “hidrógeno verde” por parte la empresa australiana Fortescue, que desembolsaría 8400 millones de dólares para desarrollar el combustible de hidrógeno en la provincia de Río Negro, fue un evento paraleo. Todo ocurrió sin brindar ningún tipo de informe, precisión u hoja de ruta al respecto.    

En cuanto al planteo de la deuda ecológica, Ecuador en su presentación fue por el mismo camino, pero, a diferencia de la Argentina, sí presentó un objetivo concreto: la protección de áreas marinas adyacentes a las islas Galápagos. 

¿Qué significa esta Conferencia y de dónde viene? 

COP es la sigla de “Conferencia de las Partes”, la reunión anual (o bianual, según las circunstancias) de la “Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático”. Una de las convenciones que surgieron de la Cumbre de la Tierra celebrada 1992 en Río de Janeiro. 

En 29 años los países se han reunido 26 veces, por eso la COP 26. En estos casi 30 años y 26 reuniones, mucha agua ha corrido bajo el puente y hubo varios hitos; como el protocolo de Kyoto (1997), conformado por la Unión Europea y 37 países industrializados, menos China e India. Y luego firmado por la Unión Europea en 2002, aunque no entró en vigor hasta 2005 con su ratificación.  

En la COP21 de París (2015) fue donde se firmó el acuerdo que lleva el nombre de la capital francesa para sustituir al protocolo de Kyoto, que expiró en 2020. La Unión Europea lo definió como “el primer acuerdo universal y jurídicamente vinculante sobre el cambio climático”. Sus objetivos son mantener los niveles de calentamiento global muy por debajo de los 2 grados centígrados a fin de siglo, con la intención de llegar a una limitación de 1,5 grados.

Pero lo poco que se había avanzado retrocedió significativamente con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, entre 2017 y 2021, aupado por las poderosos corporaciones hidrocarburíferas de los Estados Unidos, que lograron el objetivo de retirar a dicho país del Acuerdo de París y dejarlo, por tanto, maltrecho. 

En paralelo, todos los intereses económicos, corporativos y gubernamentales han dilatado la construcción de un verdadero marco para la reducción de las emisiones de carbono; mientras que la evidencia científica es cada vez más clara y contundente con sus advertencias.

La evidencia científica que la COP 26 no escuchó  

Los científicos están observando cambios en el clima de la Tierra en todas las regiones y en todo el sistema climático. Según el último Informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), “el cambio climático está trayendo múltiples cambios en diferentes regiones, que aumentarán con un mayor calentamiento”. Algunos de esos cambios descritos en el último informe son: 

  • “El cambio climático está intensificando el ciclo del agua. Esto trae lluvias más intensas e inundaciones asociadas, así como una sequía más intensa en muchas regiones.”
  • “El cambio climático está afectando los patrones de lluvia. En latitudes altas, es probable que aumente la precipitación, mientras que se prevé que disminuya en grandes partes de los subtrópicos. Se esperan cambios en las precipitaciones del monzón (viento estacional que se produce por el desplazamiento del cinturón ecuatorial), que variarán según la región.”
  • “Las áreas costeras verán un aumento continuo del nivel del mar a lo largo del siglo XXI (...) Los eventos extremos del nivel del mar que ocurrieron anteriormente una vez cada cien años podrían ocurrir todos los años a fines de este siglo.”
  • “Un mayor calentamiento amplificará el deshielo del permafrost y la pérdida de la capa de nieve estacional, el derretimiento de los glaciares y las capas de hielo y la pérdida del hielo marino del Ártico en verano.”
  • “Los cambios en el océano, incluido el calentamiento, las olas de calor marinas más frecuentes, la acidificación del océano y la reducción de los niveles de oxígeno, se han relacionado claramente con la influencia humana.” 
  • “En el caso de las ciudades, algunos aspectos del cambio climático pueden amplificarse, incluido el calor, las inundaciones causadas por fuertes precipitaciones y el aumento del nivel del mar en las ciudades costeras” (IPCC, 2021). 
Foto: The Human Exploring Society

La gobernanza global no salvará al planeta 

El texto final de la COP 26 es aceptable en sus buenas formas: reafirma el objetivo del 1,5 grados centígrados de aumento máximo de temperatura para fin de siglo, consolida el lenguaje basado en los derechos de los pueblos indígenas y evita mecanismos indigeribles que llegaron a discutirse, como la doble contabilización de las cancelaciones de carbono.  

Pero se deshilacha en los compromisos para los cambios que realmente harían la diferencia: la mención a la eliminación gradual del carbón, en su redacción final es un canto a la tibieza. También brillaron por su ausencia en el texto final los compromisos económicos que discursivamente asumieron los países desarrollados para financiar la mitigación y adaptación al cambio climático.

El balance positivo de la COP 26 es que ha sido tomada por dentro y por fuera por protestas, eventos, reuniones, banderazos, y expresiones de la sociedad civil, a pesar de las falencias organizativas y las restricciones impuestas por el gobierno Británico, anfitrión de la Cumbre, que con el argumento de la pandemia de Covid-19 limitó el acceso a grupos de trabajos y zonas de negociación

En medio de los sistemas de gobernanza global, donde los poderes reales se congregan para delinear y disputar marcos según sus intereses, el activismo sigue encontrando grietas para incidir, juntarse, organizarse y empujar. Y es en ese preciso punto donde la inteligencia y creatividad colectiva logran a través de todos los medios posibles resistir la concreción de intereses regresivos y sacudir las pulsiones a la quietud. 

Las cumbres no salvarán el clima, ni los bosques ni nada que esté en peligro. Serán los pueblos en lucha, ocupando, reclamando e incidiendo en todos los espacios posibles, aún en el centro de la hegemonía global. Será la capacidad de las organizaciones sociales de plantear la discusión desde abajo acerca de qué es y qué implica la transición ecológica, de cuáles son y no son los modelos territoriales de vida en equilibrio con el entorno, donde seguirán apoyándose las chances reales y materiales de un cambio de rumbo de la humanidad. 

Mientras tanto, la resistencia a los proyectos de mayor extractivismo, en todos los territorios del planeta, es la dura y real agenda diaria de lucha contra el cambio climático. La COP es solo una foto, un recorte de dos semanas, donde la expresión de todos los actores de ese conjunto de agresores climáticos y defensores ambientales concluyen en un mismo lugar, esta vez en Glasgow. 

(*) Licenciado en Gestión Ambiental, Ecologista. 

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