Por Sergio Arboleya
Ramón Navarro fue un nombre insoslayable del folclore como cantante y compositor, probó el impacto de sus talentos como solista y en proyectos grupales. Nació en la ciudad de La Rioja, pero se afincó en su elegida tierra de Chuquis, donde es parte del imaginario local con calles que llevan el nombre de sus canciones. Fallecido a los 91 años, el 14 de junio pasado, Navarro se fue tras haber construido, con talento y sentido de pertenencia, un recorrido que lo ubicó como una figura esencial de la cultura popular argentina.
Si bien asomó masivamente como voz solista con la cantata “Los Caudillos” (1966), de Ariel Ramírez y Félix Luna, y continuó ese camino al integrarse en la década del 70 a la popular formación de Los Cantores de Quilla Huasi —que lo unió con intérpretes de la talla del rionegrino Carlos Lastra, el bonaerense Oscar Valles y el pampeano Roberto Palmer—, también descolló como autor de obras que lo trascienden como “Chayita del vidalero”, “Coplas del Valle”, “Patios de la casa vieja” y “Chuqueño soy”, entre otras 200 que compuso.
Además, escribió los versos de la emblemática “Chaya de los pobres” (con música de Roberto Palmer), se unió al poeta Héctor David Gatica para crear la “Cantata riojana” (1985) y también como musicalizador supo construir canciones a partir de textos de Manuel J. Castilla, José Pedroni, Ariel Ferraro, Ariel Petrocelli, León Benarós, José Oyola, Eloy López, Julio Fontana y Héctor Negro para configurar un repertorio tan vasto como diverso.
Con predominio de chayas, vidalas y coplas, el creador autodidacta asumió un abanico estilístico regional capaz de no dejarse arrastrar por el predominio rítmico de otras especies sonoras referenciadas en Salta, Tucumán y, más recientemente, en Santiago del Estero. Con esos colores musicales, en la década del 80, junto a su hijo Ramón, fundó el grupo Arraigo.

El fruto de ese andar consecuente le depararía un privilegio único: que los títulos de algunos de las gemas de su repertorio le den nombre a las calles de Chuquis, un pueblo del departamento de Castro Barros, ubicado a menos de 80 kilómetros de la capital provincial, y donde hoy viven unas 800 personas.
“Chuquis, más que nacer me vio vivir en los años más importantes de todos, la infancia y la adolescencia: ahí es cuando nos nutrimos, ahí es cuando la semilla empieza a crecer adentro. Chuquis es mi querencia externa porque anda conmigo siempre en el alma, para todos lados, y esa sensación es intransferible”, confió Ramón Navarro a Silvia Majul en una charla íntima durante la producción del documental Un pueblo hecho canción, una película sobre Ramón Navarro (2017), dirigido por Majul, que testimonia, amplifica y fundamenta el tributo a Chuquis.
El homenaje que Ramón recibió como regalo de su cumpleaños 80, el 14 de marzo de 2014, bautizó las calles de Chuquis con nombres como “A Don Rosa Toledo”, “Leopoldo Silencio”, “Chayita del vidalero”, “Changuito chuqueño”, “Mi pueblo azul” y “Chaya del corcelito”. Los nombres los eligieron los vecinos a través de una consulta popular. "Todas esas canciones tenían una relación muy fuerte con ellos porque hablaban de sus parientes, de sus amigos, y además los habitantes se habrán hartado de escucharme cantarlas para los carnavales —bromeaba Navarro—. Ninguno tuvo una objeción, se dio una decisión unánime y llegó el momento de nombrarlas oficialmente, proclamarlas. Fue un acto maravilloso. Inolvidable", recordaba sobre su regalo de cumpleaños.
A Don Rosa Toledo
Desde el vino un grito sube por la tarde
don Rosa Toledo va rumbo a las casas
y su grito verde, trepa los viscales
tiene un quejido de algarrobo y tala.
La vida le debe todas las promesas
el vino ha cumplido, por eso su amigo.
Sus venas son ramas de viejos nogales
y en la sangre danzan duendes de lagares.
El músico describía a Chuquis como "un pueblo pequeño que no tiene un trazado de ciudad". "Tiene la plaza típica, la escuela, la sala de primeros auxilios y en una época el boliche de don Zenón, que era el ricachón del pueblo, que tenía bodega y tenía almacén. Después, el pueblo seguía desparramado para arriba o para abajo, de una manera muy singular porque no eran calles rectas, eran sinuosas, daban la vuelta en un lado y seguían así, incluso, con algunos callejones abanicados por unas ramas de viscos", lo describía.
En aquella conversación con Silvia Majul, que permaneció inédita, Navarro siguió explicando su ligazón con ese terruño que adoptó de tanto viajar en vacaciones junto a la enorme familia en la que él era el mayor de seis hermanos: "Cuando nosotros éramos changos, adolescentes, jóvenes, todos los veranos íbamos para allá. Y la casa nuestra de Chuquis no tenía todos los ingredientes que necesita una casa para alojar durante tres meses a toda la pandilla que éramos. Teníamos que llevar desde La Rioja algunos colchones y hasta la olla. Cuando llegábamos al pueblo veíamos el cerro, el azul del cerro. Veíamos los primeros álamos y empezábamos a gritar: '¡viva Chuquis!' Esa sensación no se te va más y después uno se va pareciendo a todo eso: al árbol, al cielo, a la gente, a la comida, al pasto, al yuyo, a la cabrita. Te vas pareciendo a todo eso, te vas mimetizando".
"No encuentro una palabra sola para decir ‘esto es lo que me ha hecho hacer tal cosa’. Creo que es la multiplicidad de sensaciones la que te hace después, con el tiempo, que vayas madurando por dentro. Yo no sé cómo, pero empiezan a salir los recuerdos, las coplas metidas en las canciones, y nosotros también metidos en esas canciones", concluía sobre la relación entre el pueblo riojano y su obra. A modo de emocionada reflexión sobre esa experiencia que lo agasajó en las calles de Chuquis, dijo: "Pensé que todo lo que había hecho en todos mis años cantando, componiendo y haciendo todo lo que hago, lo había hecho para que pase eso. Llegué a esa conclusión, así que nada mejor me puede pasar".

Ramón Navarro y su mirada de pueblo sobre la megaminería
Entre medio de los hitos de semejante recorrido, Navarro no dejó nunca de asumir el carácter popular de su impronta y, por ello, tomó compromisos sociales a la altura de ese tránsito. En septiembre de 2008, invitado por la ONG Sembrando Conciencia, el intérprete y autor se refirió a la minería contaminante: "Mi pensar o sentir sobre la gran minería y, en especial, la minería a cielo abierto, es que es absolutamente contaminante y por ello debo ser absolutamente solidario con las asambleas provinciales y con toda la gente que está luchando en cada lugar, no solo en el país sino también de otros lugares de América. Son personas que luchan por tener el derecho a decidir sobre su futuro, sobre qué quieren ser, si quieren ser mineros, si quieren ser agricultores".
En una referencia más directa a sus orígenes, el artista sostuvo: "Los riojanos han decidido ser agricultores y es evidente lo que esta minería produce. La lucha de los riojanos es porque han tenido la experiencia, el conocimiento de lo que sucedió ahí nomás, cerquita de su casa, en Catamarca y San Juan. Entonces, no quisieron ser sorprendidos. Invito a todos a que se interioricen de este problema, que hagamos que se instale, definitivamente, un gran debate nacional para que salgan a la luz todas las cuestiones que son indefendibles por parte de los que quieren hacer este tipo de explotación".
Chaya de los pobres
Por eso pa´l carnaval solito me vi´a chumar
y con apero de coplas mi potro de grito
yo lo ´ei de ensillar
Chaya de los pobres te´i de esperar
con una vidala para cantar,
con gustito a aloja mi carnaval
sube tu fuego en el polvaderal
En aquella intervención a favor de la lucha de las asambleas socioambientales que se oponen a la minería, marcaba sus reservas y matices: "Esto no es en contra de la minería, sino en contra de esta minería que contamina, que usa cianuro, que usa arsénico y que usa otros contaminantes. Cuando uno plantea estas cosas, dicen que, en muchos casos, no se usa más cianuro. Pero al exponer al aire todo eso que está debajo de la tierra, debajo de la montaña —que por algo está debajo, porque la naturaleza es mucho más sabia que ellos y que nosotros—, entonces al poner eso en contacto con el aire y con el agua, se producen emanaciones de gases que contaminan. Además, el agua se usa en una cantidad impresionante, desproporcionada en relación a la necesidad que tienen muchas de las regiones donde se hacen estas explotaciones. El agua es un elemento que vale mucho más que el oro que ellos pretenden extraer”.
Con la muerte de Navarro volvieron a salir a la luz sus palmarés: el “Famatina de plata”, el “Reconocimiento al Mérito Artístico” y la declaración de “Ciudadano ilustre” de su ciudad natal, el “Reconocimiento Parlamentario a su Trayectoria” en la Cámara de Diputados de la Nación y el “Premio a la Trayectoria” del Fondo Nacional de las Artes.

Pero entre los lauros más preciados aparece un legado humano y artístico que continuará expandiéndose con la fuerza del anonimato, reservado únicamente a esas grandes figuras que generan obras populares a ser continuamente visitadas y reapropiadas.
El guitarrista tucumano Juan Falú lo despidió reconociendo ese legado cultural que permanecerá tras la partida de Navarro: "La Patria te tiene en sus entrañas, Ramón. La Rioja buena y digna te va a extrañar, Ramón. La del otro lado del que no nombramos. La del Famatina que inspira y no se vende. La del Chacho y Facundo. De Gatica, Ariel, Pancho y Daniel. De los Chaza, Flores, Paoletti y Navarros diversos. Desde la primera hasta la última copla. De la chaya y los eternos topamientos. Gracias por decir, por cantar, por enseñar cómo se ama un pago. Por haber sido. Por lo que siempre serás. Abrazo, querido hermano”.


