Texto y fotos: Guillaume Jeannerot
Este ensayo nació del encuentro con la socióloga argentina Andrea Sosa Varrotti, durante su estadía en Francia en la Universidad de Montpellier, donde continuaba sus investigaciones sobre las transiciones agroecológicas como estrategia de desarrollo rural sostenible. Argentina es un país cinco veces más grande que Francia, con 5.200 kilómetros de longitud y una economía orientada a la producción de materias primas agrícolas, donde pocas explotaciones abarcan una superficie superior a la de departamentos (estados/provincias) franceses. La agricultura intensiva es la norma: OGM (Organismos Genéticamente Modificados —transgénicos—), insumos químicos y pesticidas permiten responder a las demandas de los mercados mundiales.
En 2024, mientras Javier Milei acababa de ser electo presidente, Andrea me presentó a la organización UTT (Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Tierra), que agrupa a miles de pequeños productores en ese inmenso país.
La UTT posibilita el contacto entre las distintas comunidades, entre productores que, debido a su ubicación geográfica o al tamaño reducido de sus campos, no son "competitivos" en el mercado internacional. Estos productores, como bien explicaba Raymond Depardon, son los campesinos de hoy: personas con un vínculo particular con la tierra, con su entorno, que influyen de manera personal en el paisaje y en lo vivo.
En tiempos de inteligencia artificial y de digitalización total, más del 60 por ciento de la población mundial vive en zonas urbanas, dentro de un mundo globalizado donde las materias primas son solo recursos cuantificables. Estas personas, con pequeñas parcelas de tierra —a menudo alquiladas—, se organizan para vivir dignamente y producir alimentos sanos.
Esta crónica de imágenes recorre los 5.500 kilómetros compartidos con Emiliano, el chofer de la UTT, durante su viaje hacia el sur de Argentina. También cuenta la historia de Hernán, María, Déborah, de los inmigrantes de la colonia agroecológica de la localidad de Luján (Buenos Aires) y de las comunidades mapuche en la Patagonia.
Apasionado por la fotografía, hace varios años decidí volver a la práctica analógica. En efecto, nunca en la historia de la humanidad se produjeron tantas imágenes como hoy: varios miles de millones cada día. Esta elección privilegia la lentitud del proceso, la materialidad del negativo y la alquimia del revelado manual.
Cada imagen presentada es un intento de captar lo efímero, revelar lo invisible o congelar el instante.
Este ensayo es una invitación a desacelerar, a mirar de otro modo, a reencontrar una forma de silencio visual.
Gracias a Pocho, Andrea y Mireille por haber hecho posible esta aventura, por recordarme que el mañana puede ser diferente, que el mañana es hoy.
Fotos: Guillaume Jeannerot






