Por Maximiliano Goldschmidt
La Comarca Andina no es tierra arrasada. Y sí.
Árboles, miles, no existen más. Otros, negros y talados. Troncos que parecen picos de pájaro: filosos y pequeños. Pájaros negros brotando de una tierra que aún huele a humo.
Casas sin paredes ni techos. Casas que se reconocen como tales por un horno, una heladera solitaria en medio de la negrura. Casas casi terminadas, reconstruidas en dos semanas por amistades y personas desconocidas que llegaron hasta Lago Puelo y El Hoyo conmovidas por los incendios. Casas que fueron casas solo porque alguien dice ahí, esa mancha de ceniza, era mi casa.
Casas sin puertas, con huertas de carbón de las que quién sabe cómo sobrevive una lechuga, una remolacha. Carrocerías peladas, esqueletos retorcidos de autos, un tractor, motos, decenas de bicicletas oxidadas por el fuego. Casas con gallinas desperdigadas por oscuros jardines: de garras tiesas, carbonizadas.
Aunque la comarca está de pie. Casi que no cayó del todo. No tuvo tiempo.
Pablo E. Piovano es fotógrafo documental. Ganador del premio Manuel Rivera Ortiz, Philip Jones Griffiths Award, Nannen Preis y del 6x6 Talent of World Press Photo South America.