Raly Barrionuevo: “La música está originalmente ligada a la naturaleza” 
noviembre 3, 2023
Sección: Territorios
El músico santiagueño se define como “pueblerino” y sale de su nuevo hogar en Unquillo (Córdoba), solo para hacer música. Viaje a sus inicios en la Universidad y la Peña Trashumante, donde aprendió los principios de la autonomía y la autogestión, en una charla íntima sobre su concepción artística y su relación con la política partidaria, las luchas contra el extractivismo y la vida campesina. “Mi vínculo es con los campesinos.”
Entrevista al cantante Raly Barrionuevo. Rertrato de Xime Álvarez Heduan.
Foto: Xime Alvarez Heduan

Por Sergio Sánchez

Raly Barrionuevo confía en las leyes de la naturaleza. Para él, todo lleva su tiempo, no se puede acelerar o acortar el proceso natural de las cosas. El cantautor santiagueño cree también en la autonomía y en la autogestión. Desde ese lugar construye su música y su activismo político hace más de tres décadas. Nacido en Frías en 1972, desde muy changuito sintió admiración, curiosidad y conexión con el trabajo de los campesinos y el monte nativo. "No soy citadino, soy pueblerino”, resalta Barrionuevo, quien no soporta permanecer demasiado tiempo en las grandes ciudades. Si bien ama la Ciudad  Buenos Aires, por ejemplo, cada visita es muy fugaz: toca y se va.

A comienzos de la década del noventa, con menos de veinte años, el músico se instaló un tiempo en Córdoba capital para estudiar algo de música y empezar a recorrer las peñas universitarias y alternativas. Para conocer el mundillo de la música. Pero a menudo regresaba a Santiago del Estero a visitar a su madre. “Mientras mi mamá vivía en Frías yo prácticamente vivía ahí también, me quedaba días enteros”. No terminaba de afincarse en Córdoba. Lo haría definitivamente en 2003, cuando encontró su nuevo lugar en el mundo: Unquillo. “Cuando vine acá al pueblo, a Unquillo, pude volver a reconectar con esa vida que tenía en la infancia ligada a lo simple", cuenta. “Trato de no salir mucho de acá”, reconoce. Allí, en las Sierras Chicas cordobesas, tiene su casa y su huerta. De a poquito, dice, está escribiendo nuevas canciones para un disco. “Pero todavía está muy verde. Son canciones muy autobiográficas y personales las que están saliendo”, adelanta.

En 2023 cumple 25 años la Universidad Trashumante: una red de individuos, grupos y organizaciones dedicadas al arte y la comunicación bajo el paradigma de la educación popular, impulsada por el sociólogo Roberto “Tato” Iglesias. La Peña Transhumante, en una noche donde sonarán la voz de Raly y las presentaciones de Mery Murúa, Esquejes, Savia Mestiza y La Twity Vergara, celebrará ese aniversario. Todo lo recaudado, como siempre, será destinado a las actividades de la Universidad Trashumante y otras organizaciones sociales.

—¿Cómo nació la relación de la peña con la Universidad Trashumante?

—La idea de la peña nació hace 18 años para tener una fuente de financiamiento para las actividades de la Universidad Trashumante. A la peña la empezamos a hacer primero en un salón del gremio de los canillitas en Córdoba. A mí me hizo muy bien porque, entonces, yo sentía que no encontraba mi lugar en Córdoba, teniendo en cuenta que es el lugar que yo elegí para vivir y para estar. Sentía que no tenía mi espacio definido, aunque cada tanto tocaba en alguna peña universitaria. Pero la Peña Trashumante, de a poco, se comenzó a transformar en mi lugar, en mi casa y con el paso de los años fue cada vez más importante. Eso me hizo hacer pie como artista. La Peña Trashumante sigue siendo ese espacio para poder financiar las actividades de la Universidad Trashumante. Es la única fuente de financiación que tiene, porque nosotros creemos en la autonomía y en la autogestión. Y ese concepto me parece clave.

—Es la manera en la que te manejás como artista…

—Sí, porque tiene que ver con la manera en que uno elige caminar. La Trashumante fue eso para mí. Yo no tenía un norte en mi "carrera musical”, porque de alguna forma iba siguiendo ciertos cánones preestablecidos en cuanto a lo que había que hacer: tratar de llegar a Cosquín, que te vea algún productor, conseguir que te graben un disco, firmar algún contrato. Y todo eso lo hice, pero al toque me di cuenta que ese no era el camino que quería seguir. Fui desandando todo eso para comenzar a construir desde ahí mi autonomía y mi independencia artística en todo sentido. Y en eso la Trashumante fue fundamental para mí en relación a cómo hacer mi trabajo. Todos los artistas que participan en la peña lo hacen desde la militancia absoluta. Ni yo ni nadie cobra un mango para tocar en la Trashumante.

Entrevista al cantante Raly Barrionuevo
Foto: Xime Alvarez Heduan

—¿Vos participaste en todas las ediciones que se hicieron de la Peña Trashumante?

—Sí, porque es mi casa la Trashumante, no podría no participar. Hablé en un momento de generar un espacio en el que uno también pase a ser prescindible, pero bajo ningún concepto la Trashumante quiere hacer una peña sin que yo esté y para mí también sería muy raro no estar. Porque es una idea que hicimos desde la Universidad Trashumante, de la cual también formo parte. Toda la gente que trabaja en la peña proviene de muchos lugares, porque forman parte del proyecto de la universidad.

—¿Qué rol ocupás en la Universidad Trashumante además de participar activamente en la peña?

—En la peña hago como una especie de anfitrión más desde el costado artístico. Desde chico he participado en la Universidad Trashumante en los talleres que se hacían en la época en la que el sociólogo Tato Iglesias giraba con un colectivo por todo el país. He participado como tallerista. También participo de las charlas y las rondas de reflexión. El concepto de la Trashumante tiene que ver con la reflexión social ligada al arte. Ahora se cumplen 25 años de la universidad y yo comencé a viajar con la Trashumante cuando tenía veintidós años. Y a raíz de esos viajes y la participación en los talleres comencé a escribir canciones. Por ejemplo, "Chacarera del exilio" viene de ahí. La letra dice "trashumante es mi destino".

—¿El disco Circo criollo (2000) está inspirado en esos años, no?

—Sí, Circo criollo viene de ahí. Tiene un texto de Tato Iglesias sobre la “revolución epocal”, que yo lo resumí y musicalicé. "Somos nosotros", "Circo criollo" y "Chacarera del exilio" tienen que ver con la Universidad Trashumante.

—¿Qué fue lo que te motivó a sumarte a participar con esta organización dedicada al arte y a la educación popular?

—El punto de partida y la motivación principal ha sido el amor. Yo estaba con Mariana (Iglesias) en esos años, que es la hija de Tato y fue mi compañera. Ella me llevó y, de a poco, me fui adentrando en eso que se estaba gestando y que tenía mucho que ver con la autonomía. Si no hubiera entrado a la Trashumante no la hubiera conocido a Mariana. Hoy ya no somos pareja, pero seguiremos siendo compañeros por siempre, es como una hermana de la vida. Si no hubiera conocido a Mariana en la Universidad Trashumante no hubiera escrito esas canciones que mencionaba antes. Comencé a entender el arte desde ese lugar. Esa fue mi motivación: el amor y entenderlo todo desde ahí.

—Lo interesante es que tu vínculo con la Universidad Trashumante se sostuvo a lo largo del tiempo, lejos de la lógica actual en la que todo parece volátil e inmediato.

—Claro que sí. Lo sostuve como se sostuvo la Universidad Trashumante: como un movimiento absolutamente autónomo; mirando alrededor no sé si hay tantos proyectos que han seguido resistiendo y no han sido coartados por los espacios de poder. La Trashumante se mantuvo siempre autónoma e independiente.

—En este contexto de crisis de lo colectivo y del lazo social, ¿cobran una relevancia mayor este tipo de proyectos vinculados con la autogestión y autonomía?

—Sí. En la década del noventa, la verdad, es que había un montón de movimientos autónomos muy fuertes. De a poco, en muchos casos han sido coartados por los espacios de poder. Mucha gente que militaba en espacios autónomos comenzó a trabajar en ámbitos gubernamentales. Creyeron en esa construcción y está bien. Pero nosotros nunca hemos creído en esos espacios de poder. Creo siempre en la autonomía y eso se lo debo a la Trashumante, que se ha manejado siempre así. Hoy nos estamos manejando con un concepto que tiene que ver con lo que decía un pensador uruguayo que ha participado de talleres trashumantes, Raúl Zibechi. Él decía que los espacios de autonomía son como arcas en medio de un gran diluvio. Y la Trashumante es como un arca que va peleando en medio de un diluvio enorme. Siento que hay muchos espacios así, pero muchos otros han sido coartados absolutamente por los espacios de poder.

—Como músico, además, mantuviste autonomía con los diferentes gobiernos y los partidos políticos. ¿Qué posibilidades te permite como artista esa autonomía?

—Lo partidario no es algo con lo que tenga mucho feeling. Yo puedo trabajar tranquilo, siento que soy dueño de lo que digo. Me puedo equivocar en algo o no. Cuando han tenido la posibilidad de atacarme en ese sentido, por no transar con los gobiernos, lo han hecho. Y me lo han hecho saber muy fuerte. Pero siempre tengo que estar tranquilo porque me siento muy acompañado por gente que realmente me conoce de verdad. La gente que no te quiere siempre va a buscar la excusa para hacerte mierda de alguna forma. Por eso, algo con lo que nunca me he llevado bien, y creo que en un punto es mi talón de Aquiles, es la exposición. Por eso yo elijo no ir a la televisión y las notas que hago son muy contaditas. 

—¿Por qué tomás esa decisión?

—Tiene que ver con poder expresarme de verdad, como quiero y no exponerme al pedo. Creo también que cuando uno cancherea o se hace el vivo, cuando tenés el poder de algo y abusás un poco de eso, te sale carísimo. Te la van cobrar bien caro en algún momento. Yo trato de mantener mi perfil bajo, no soy dueño de ninguna verdad, hago mi camino como creo que lo tengo que hacer, con la gente con la que creo que tengo que caminar. Y en ese sentido también uno tiene que tener la posibilidad de entender a los otros, entender por qué toman determinadas decisiones. Y ser amoroso en eso también.

—Entender a los otros y, a la vez, ser fiel a tus convicciones.

—A mi música y a mis canciones no les voy a faltar el respeto exponiéndolas a cuestiones político-partidarias, porque es tan voluble todo. Y porque siento que le estaría faltando el respeto a mis canciones y a la gente que confía en mí de verdad. Y ahí vamos caminando de esa manera. Los conciertos solo los avisamos con los flyers en redes y la gente responde, porque en algún punto entiende que las cosas que hacemos desde la independencia tienen un sentido y porque también se sentirán tocados con mis canciones. Y ya está, no necesito más nada. Tampoco disfruto ni me da placer ser famoso ni exponerme ni andar tirando cuetes al pedo. Me gusta estar tranquilo y tener una vida sencilla. Ya demasiado con lo que uno se expone cuando va a cantar. Disfruto cuando siento que estoy haciendo música, que estoy emocionado con lo que hago y transmitiendo esa emoción en el escenario. El éxito es una cosa muy jodida. Siempre le esquivé a esas cuestiones. El éxito te llena mucho el ego pero te hiere mucho también. Y yo no busco eso como un objetivo, llenar estadios o no sé. Si va la gente a verme, buenísimo. Porque aparte vivo de esto. Pero no veo el dinero en función del poder, sino que lo veo en función de la tranquilidad y punto.

—Es interesante la diferenciación entre lo partidario y lo político, porque como artista te has caracterizado por tomar siempre una posición política sobre diversos temas, como los derechos humanos o tu rechazo al modelo extractivo.

—Todo lo que decía sobre la autonomía es un posicionamiento político, sin dudas. Es como mi frase de "Ey paisano" ("Pensé que de política no iba a hablar/ Pero ahora que recuerdo, política hacemos todos al caminar"). Es la manera de pararse.

¿Y cómo estás viendo este presente político y social? ¿Qué creés que está pasando?

—Me parece que es una tendencia mundial, ¿no? Hay líneas de pensamiento ligadas al desarrollismo y al progreso que tienen que ver con una tendencia mundial. Ahora, supuestamente, en este balotaje hay dos posturas muy claras y opuestas, pero que también tienen sus puntos de encuentro. Pero yo definiría esta situación del balotaje, al menos en lo que se ve, como una propuesta dentro de todo más democrática y otra antidemocrática. Eso está bastante claro, al menos en lo que dicen. Después hay toda una novela de cosas internas en la que todos muestran la hilacha y todos quieren poder. Uno que tiene la posibilidad de recorrer los caminos, los pueblos, de charlar con la gente y de conectar a través de la música, que es una parte sensible de la gente, ve que la política partidaria en general, manejada desde el centralismo, no tiene ni la menor idea de lo que pasa. Mientras eso sea así yo no pongo muchas expectativas, sinceramente. Lo que yo vote queda en el cuarto oscuro. Sí está claro que desde lo discursivo hay una propuesta democrática y una antidemocrática. Pero lo cierto es que en el fondo las propuestas son pro-imperialistas y capitalistas en general. Y extractivistas. Venimos sufriendo el extractivismo y se busca silenciarlo. 

—¿Qué es lo que se silencia respecto del extractivismo?

—Tengo la posibilidad de recorrer lugares donde hay un montón de luchas ligadas al extractivismo que son totalmente acalladas. Es muy fuerte lo que pasa en muchos lugares del país con el extractivismo y eso no se escucha en ningún lado. No se escucha lo que pasa en Jáchal, Andalgalá o en Antofagasta de la Sierra, a lo largo de la Cordillera. Algunas cosas sí se dicen, pero las que tienen que ver con las luchas que, realmente, tocan intereses económicos de los gobiernos no se dice nada. No se habla acerca de lo que sufre muchísima gente en muchos lugares. Y eso va más allá de quién esté de turno en los gobiernos. De lo único que se habla es de la pelea de poderes. En el tema de los bosques, las leyes son dibujadas de acuerdo a las conveniencias del empresariado. Hay doble discursos por todos lados. Me encuentro todo el tiempo con gente que está luchando en esos espacios y es muy difícil esa pelea cuando no se escucha en ningún lado, no hay nadie que los proteja.

¿Y creés que la democracia está en riesgo si gana la propuesta de ultraderecha o la sociedad argentina tiene anticuerpos para resistir y evitar un retroceso en materia de derechos sociales y humanos?

—Creo que la cuestión de derechos humanos, más allá de que estuvo ligada a un gobierno particular, tiene una matriz muy fuerte. Tengo vínculo con gente que viene luchando hace muchos años en ese campo. Al igual que la educación pública, que es una matriz muy fuerte. Estamos en Argentina, la educación pública acá es muy fuerte, por más que ha sido vapuleada al igual que la salud pública. Creo que el Estado tiene una presencia ahí siempre y no va a ser tan fácil sacar eso de un día para el otro, porque hay mucha historia con respecto a eso en Argentina. No es tan simple destruir tantas cosas. Ya veremos.

—¿Y qué rol juega la música popular en este contexto de fragilidad democrática y colectiva? ¿Es importante que los artistas se posicionen sobre la coyuntura sociopolítica más inmediata?

—Yo no me posiciono en relación a la política partidaria, pero la gente que sí lo hace tiene que ver con su historia, con sus expectativas y dónde pone su energía. A mí me parece respetable. Tengo un montón de amigos y colegas que están súper posicionados con un gobierno particular y los súper respeto. Yo tomo postura sobre lo que pienso y cómo elijo caminar. Cada uno lo hará a su manera. Lo importante es poder respetarse en la forma de cada uno.

—En esta línea, también tenés un vínculo histórico con los movimientos campesinos como el Mocase.

—Sí, con los movimientos campesinos en general. Yo tengo esa relación con los campesinos porque vengo de familia campesina y sé cómo es esa vida. Cada chacarera o cada canción que canto y que habla de la flora nativa, yo la conozco. Salgo a caminar por el monte y sé cuál es un árbol y cuál es el otro. Sé cuál es la medicina que nos brindan esos árboles, porque así lo aprendí desde la niñez y cada vez lo valoro más. Por eso mi vínculo es con los campesinos.

—En varias ocasiones has hablado sobre la "música transgénica" en relación a una lógica que predomina en los grandes festivales y en la industria musical: una urgencia por "triunfar" que no le da lugar a los tiempos naturales de una obra. ¿Te preocupa bastante eso, no?

—Está muy vinculado a lo que veo en las propuestas. Las propuestas más mainstream en general están vinculadas al show. A que sea todo más guionado y no dejar mucho librado al azar. Por ejemplo, se legitimó usar pistas en el escenario, se naturalizó. Eso estaba más sujeto a determinados estilos, como Depeche Mode, que yo lo entiendo porque son shows así. Pero me llama la atención que eso se haya metido tanto en nuestra música folklórica: hacer un playback como para que nada se salga de lo planeado, guionado y sincronizado. Más allá de eso me pregunto: ¿Por qué tienen ganas de perderse la parte más divertida de la música? 

—¿Cuál es la parte más divertida de la música?

—Es hacer música, divertirse y tener la posibilidad de cometer errores, porque la música tiene eso también. Me refiero a brindarle a la gente eso tan íntimo que sucede con la música, tan visceral. En cambio, se espera un resultado bastante rápido de todo. Para mí la música está ligada originalmente a la naturaleza. Y la naturaleza lleva su tiempo, lleva su proceso. Por eso cuando hay una tormenta se caen los pinos y los eucaliptus, pero el algarrobo no se cae nunca. Porque tiene muchos años en su raíz y en su corteza. Esa es nuestra música. Creo que está bueno no olvidarse de eso. Pero no lo digo como una crítica a nadie, simplemente digo: "Che, no nos perdamos esta parte que está buenísima de nuestra música, que tiene que ver con algo absolutamente espontáneo".

—¿En la actualidad estás presentándote en formato solista, a guitarra y voz. ¿Por qué?

—Hace más de un año que no tengo banda y estoy muy feliz tocando así. Hasta nuevo aviso voy a seguir así, porque disfruto mucho subir así al escenario; soy un niño jugando con mis instrumentos y mis guitarras. También toco el piano. Canto mis canciones y no más que eso. Cuando llegamos a los eventos grandes apagamos las pantallas y es todo más natural. No armo repertorios. Subo al escenario y veo qué hago. Voy improvisando. Hace unos días, en Santiago del Estero, toqué dos horas y media. Por ahí me cruzo con algún músico y lo invito a cantar. Hago un poco de todo y lo disfruto.

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