Por Lucía Guadagno
Brasil volvió a postergar, este jueves, la aprobación del trigo transgénico HB4, desarrollado por la empresa argentina Bioceres. La Comisión Técnica Nacional de Bioseguridad de ese país (CTNBio) comunicó que el tema no fue tratado en su reunión ordinaria porque esperan información solicitada a la empresa. Mientras Brasil no lo apruebe, el trigo HB4 no puede comercializarse en la Argentina, pero sí puede ser cultivado y acopiado. Así lo dispuso el gobierno de Alberto Fernández en octubre pasado, cuando, pese al fuerte rechazo local —desde cámaras de acopiadores hasta científicos y organizaciones socioambientales—, autorizó su cultivo. Pero condicionó su comercialización a la aprobación en Brasil, principal importador del cereal.
El trigo HB4, desarrollado por la empresa argentina Bioceres junto con la multinacional francesa Florimond Desprez, es un cultivo modificado genéticamente para ser tolerante a la sequía y resistente al herbicida glufosinato de amonio, un veneno más tóxico que el glifosato.
El año pasado, se sembraron en Argentina unas 6000 hectáreas de trigo HB4, de acuerdo a lo que informó Bioceres. Como resultado, se estima que a fines del año pasado se cosecharon y acopiaron unas 17.000 toneladas. Este año, volvió a sembrarse en Buenos Aires, La Pampa, Córdoba, Santa Fe y Santiago del Estero, de acuerdo a lo que publicita la empresa en sus redes sociales. También anunciaron su cultivo en el Noreste argentino. No hay precisiones sobre la cantidad de hectáreas ni los lugares de acopio. El Ministerio de Agricultura de la Nación no respondió a las consultas sobre este tema. Tampoco Bioceres.
La situación preocupa por el riesgo de que el trigo transgénico contamine al resto de los trigos, algo que en la naturaleza es imposible de controlar y, además, es irreversible. Así lo advierten especialistas, organizaciones sociales y la Federación de Centros y Entidades Gremiales de Acopiadores de Cereales, que ya presentaron demandas en juzgados federales y provinciales.
La contaminación de un cultivo a otro se produce por fecundación cruzada (uno no transgénico se cruza con uno que sí lo es) o por mezcla de semillas. En el caso del trigo, lo más común es que se produzca al mezclarse las semillas durante la cosecha (porque se utilizan las mismas máquinas para distintos cultivos), en el transporte o en el acopio. Aves y ratones, entre otros animales, también contribuyen a la contaminación al llevar semillas de un campo a otro. “Eso ya pasó con los otros cultivos transgénicos. No hay manera de controlarlo”, afirma el investigador brasileño Rubens Nodari, del programa de Graduados en Recursos Genéticos Vegetales de la Universidad Federal de Santa Catarina.
Un transgénico nuevo y muy cuestionado
Hasta el momento, ninguna multinacional del agronegocio había conseguido que se apruebe un trigo transgénico. Esto se debe al fuerte rechazo por parte de los consumidores a nivel mundial a alimentarse con harina transgénica y sus derivados. Por eso es que las cámaras de acopiadores y de la industria molinera, tanto en Brasil como en la Argentina, pusieron el grito en el cielo al conocer la noticia el año pasado.
La Asociación Brasilera de la Industria del Trigo (Abitrigo) reiteró esta semana su oposición a comprar trigo transgénico y advirtió que, en caso de que la CTNBio lo apruebe, apelarán la decisión ante el Consejo Nacional de Bioseguridad, un órgano político que depende del presidente Jair Bolsonaro. “Con fuerte oposición de los sectores empresariales (especialmente de la cadena de producción de trigo), de la sociedad civil y los consumidores brasileños, la liberación en Brasil todavía incurre en numerosos cuestionamientos y evaluaciones insuficientes sobre los impactos del trigo modificado genéticamente para la salud humana, animal y de la biodiversidad, además de sus impactos socioeconómicos”, afirmó el lunes pasado Rubens Barbosa, actual presidente de Abitrigo y ex embajador brasileño en Inglaterra y Estados Unidos.
Días antes, el Ministerio Público brasileño, junto con el Foro Catarinense de Combate a los Impactos de los Agrotóxicos y Transgénicos, presentaron un oficio ante la CTNBio en el que exigieron que se haga pública la información que se solicitó a Bioceres, que se realicen nuevas audiencias públicas y que se suspenda el proceso de aprobación del trigo transgénico hasta que se hayan hecho todos los estudios necesarios sobre los impactos ambientales y en la salud.
En la Argentina, la Federación de Acopiadores espera que el juzgado Contencioso Administrativo Federal 10 resuelva el recurso de amparo presentado el año pasado para evitar que se cultive trigo transgénico en el país.
“Han dejado en manos de Bioceres el cuidado y el control sin prueba alguna. Se han jugado a que Brasil iba a aprobar el trigo transgénico y que automáticamente eso disparaba la comercialización. Eso no pasó. Y ahora nos encontramos con miles de toneladas con un riesgo importantísimo de contaminar al resto del trigo argentino. Y de que tengamos que vender ese trigo como forraje”, advirtió Fernando Rivara, presidente de la Federación. “Ningún país del mundo está comprando trigo transgénico”, enfatizó. Temen que el trigo HB4 se cuele en los contenedores y que, al ser detectado en los países de destino, se rechace toda la carga.
Uruguay tampoco aprobó el trigo HB4. Sólo autorizó su uso para “ensayos de investigación a campo bajo condiciones controladas de bioseguridad”. Entre los motivos, mencionan la presencia de un gen que confiere resistencia a antibióticos, algo que no está presente de manera natural en el trigo sino que es producto de la modificación genética. En este sentido, remarcan que siguen la posición de la autoridad alimentaria reguladora europea (EFSA), que tampoco autoriza la comercialización de cultivos que contengan ese gen de resistencia a antibióticos.
Ausencia de estudios independientes y dudosas aprobaciones
Tanto en la Argentina como en Brasil los transgénicos se aprueban a espaldas de la ciudadanía, con los informes que presentan las mismas empresas que piden los permisos y luego comercializan esos productos. En la mayoría de los casos, como en el trigo HB4, son estudios de corto plazo, que no sirven para detectar daños en la salud ni los impactos en el ambiente. Los Estados no hacen estudios propios, por lo que no pueden garantizar a la población que los transgénicos que liberan sean seguros.
Así lo advirtió en 2019 un informe de la Auditoría General de la Nación: “Argentina no cuenta con un marco de referencia teórico-metodológico para garantizar el uso seguro y sustentable de los OGM (Organismos Genéticamente Modificados) acorde a lo estipulado en el plano nacional en el principio precautorio establecido en la Ley 25.675 (Ley General del Ambiente, artículo 14º)”. Y agrega: “La Comisión Nacional de Biotecnología (Conabia) no realiza análisis experimentales sobre los materiales a aprobar (…). Las evaluaciones de riesgo ambiental son de tipo documental, realizadas en base a la información técnico científica remitida por el solicitante a modo de declaración jurada.”
Un modelo con más agrotóxicos
El trigo HB4 de Bioceres también es rechazado porque implica el uso de un herbicida más tóxico que el glifosato, el glufosinato de amonio. Si bien el trigo convencional hoy ya se fumiga con pesticidas, este transgénico sumaría el uso de uno más potente.
“El glufosinato de amonio está ampliamente cuestionado y prohibido en muchos países por su alta toxicidad aguda y sus efectos teratogénicos, neurotóxicos, genotóxicos y alteradores de la colinesterasa”, advierte la campaña “¡Con nuestro pan no!”, a la que adhieren cientos de organizaciones de América Latina. “Además de ser un herbicida, tiene propiedades insecticidas. Es altamente tóxico para organismos benéficos (…) y puede incrementar la susceptibilidad de la planta a enfermedades, con el consecuente aumento en el uso y dependencia de agrotóxicos.”
En octubre pasado, más de mil investigadoras e investigadores del Conicet y de universidades públicas de la Argentina rechazaron la aprobación del trigo HB4 y advirtieron sobre los riesgos para la salud y el ambiente.