El 87 por ciento de las familias que habitan en barrios populares refirió preocupación porque los alimentos se acabarán en su hogar por falta de recursos. El dato se desprende de un estudio realizado en 15 provincias argentinas por la organización Barrios de Pie. La investigación estuvo motivada por "el fuerte incremento de la inseguridad alimentaria en los barrios más humildes, producto del aumento indiscriminado de los precios de los alimentos". El relevamiento, realizado en el último semestre de 2022, se situó en un contexto de un crecimiento de la economía nacional del 10,4 por ciento, cuando las grandes empresas de la industria agroalimentaria presentaron balances con ganancias millonarias.
Para la elaboración del estudio, más de 2300 familias fueron entrevistadas acerca de la dieta que consumen habitualmente. El 58 por ciento respondió que tuvo que servir porciones menores a las personas adultas, mientras que el 33 por ciento tuvo que hacerlo también con las niñas y niños. El 46 por ciento informó que por lo menos un adulto dejó de realizar alguna de las comidas diarias por falta de recursos, mientras que esto se replica para los niños en el 23 por ciento de los hogares. En otras palabras, en una de cada cuatro familias las niñas y niños dejaron de consumir una de las comidas diarias.
Barrios de Pie observó que solamente el 17 por ciento de las familias come carnes o huevo una vez al día, tal como recomienda el Ministerio de Salud de la Nación. Es decir, el 83 por ciento de las familias ven vulnerado su derecho a la alimentación al recibir un aporte proteico con una frecuencia menor a la recomendada. Además, el 30 por ciento ingiere estos alimentos solo una vez por semana o menos.
El consumo diario de verduras alcanza solo al 14 por ciento de las familias, mientras que el 44 por ciento las consume una vez a la semana o menos. En cuanto a las frutas, solo el 19 por ciento de las familias dijo comerlas a diario y el 37 por ciento los hace una o menos veces a la semana. Sobre los lácteos, solo el 25 por ciento los consume diariamente; el 32 por ciento, una o menos veces por semana.
En este contexto se propone sostener la Asignación Universal por Hijo, prorrogar la Ley de Emergencia Alimentaria (sustento de la Prestación Alimentar) y reforzar los alimentos en los espacios comunitarios. Además, se menciona la necesidad de aumentar la cobertura a los mayores de 15 años y de diseñar políticas específicas que aborden la situación de la juventud, principal víctima de la pobreza y la indigencia en nuestro país.
Los cortes más baratos, con más grasas y menos proteínas
Según este monitoreo, el 55 por ciento de las familias informó que come carne todos los días. Pero los cortes de carne vacuna más comprados en los barrios, por el 73 por ciento de los grupos familiares encuestados, son aquellos altos en grasa y de menor costo: falda, picada, osobuco y espinazo. En cuanto al pollo, el 47 por ciento de los grupos familiares comen alitas, carcasa y menudos, todos cortes de alto contenido graso. Estos cortes son el único aporte de pollo para el 28 por ciento de las familias.
El 21 por ciento de las familias solamente consume cortes de vaca o pollo de estas características. En otras palabras, una de cada cinco familias solo consume cortes con alto contenido graso y bajo en proteínas. "Si a esto le sumamos la baja frecuencia de consumo de carnes y huevo que describimos en el punto anterior, queda claro que el aporte proteico de las familias es bajo y con grandes proporciones de grasas saturadas", apuntan desde Barrios de Pie.
Inseguridad alimentaria: tener que dejar de comer
En 1974 la FAO comenzó a utilizar el concepto de seguridad alimentaria como el “derecho de todas las personas a una alimentación cultural y nutricionalmente apropiada”, retomando documentos internacionales que 50 años antes ya reconocían a los alimentos como un derecho fundamental. En la década siguiente, la seguridad alimentaria se inscribió en la Convención de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes y en las Conferencias Internacionales de Nutrición (Roma, 1992 y 1996).
La nutricionista Patricia Aguirre explica —en su ensayo de 2004, “Ricos flacos y gordos pobres. La alimentación en crisis”—, que una variable importante al considerar el caso argentino respecto a la alimentación es que el 90 por ciento de la población vive en ciudades, donde la autoproducción de alimentos está limitada por el espacio. Por lo tanto, el acceso a la comida depende en gran medida del mercado y del Estado. “Del mercado a través de la capacidad de compra (la relación entre los precios de los alimentos y de los ingresos) y del Estado a través de las políticas públicas que inciden sobre precios e ingresos o actúan a través de políticas asistenciales compensando su caída”, dice el artículo.
A la vez, Aguirre aclara que la pobreza en los hogares no quiere decir que esa misma cantidad de población caiga inmediatamente en la enfermedad y la muerte. “Antes, y dependiendo en gran medida de su vulnerabilidad, de sus saberes y sus poderes: comerán distinto, sustituirán productos caros (frutas, verduras, lácteos, carnes) por otros más baratos (pan, fideos, grasas, azúcares), comerán menor variedad de productos y platos únicos (comida de olla), se ‘llenarán’ con pan y mate y cambiarán la manera de distribuir la comida entre los miembros del hogar”.
Son estos rasgos los que se ponen de manifiesto en el estudio de Barrios de Pie. El 54 por ciento de las familias encuestadas expresó haber tenido que disminuir el consumo de carnes; el 49 por ciento, de frutas; el 44 por ciento, de lácteos y el 43 por ciento, de verduras. Respecto a los alimentos ricos en hidratos de carbono (papa, batata, arroz y fideos), hubo una reducción del consumo del 24 por ciento, frente a un 35 por ciento que lo aumentó. "Son más baratos y rendidores aunque nutricionalmente mucho menos convenientes", dice el informe.
La información presentada describe los patrones de consumo de alimentos, cambios en el consumo de los mismos e indicadores de inseguridad alimentaria en 2381 familias de 15 provincias (Buenos Aires, ciudad de Buenos Aires, Catamarca, Chaco, Córdoba, Corrientes, Jujuy, La Rioja, Mendoza, Misiones, Salta, Santa Fe, Santiago del Estero, Tucumán y Tierra del Fuego).
El estudio se realizó entre agosto y septiembre de 2022. Según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos, en el primer semestre de 2022 el 36,5 por ciento de la población argentina era pobre. Hubo una mínima reducción del 0,8 por ciento respecto a igual período del año anterior, en un contexto de crecimiento económico a nivel nacional. En cambio, la indigencia se ubicó en el 8,8 por ciento, aumentando un 0,6 por ciento respecto a 2021.
En las personas de entre 0 y 17 años la pobreza alcanzó al 51,5 por ciento global. Desagregada la cifra por rango etario, se evidencia que la pobreza afecta al 47,5 por ciento de las niñas y niños entre los 0 y los 5 años, al 52,7 por ciento de quienes tienen entre 6 y 11 años y al 53,4 por ciento a la franja comprendida entre los 12 y los 17 años.
La Prestación Alimentar —recuerda Barrios de Pie— se deposita automáticamente en las cuentas de las familias que perciben la Asignación Universal por Hijo, que alcanza al universo de niñas y niños hasta los 14 años. "Esta política no cubre al sector de jóvenes donde más alta es la incidencia de pobreza e indigencia", concluyen desde la organización.
Pobreza en un contexto de crecimiento y el lucro de las empresas
En el período analizado la economía argentina se recuperó un 10,4 por ciento. Sin embargo, se lee en el estudio, hubo "una fuerte transferencia de recursos hacia los sectores concentrados de la economía, principalmente mediante el proceso inflacionario".
Según el INDEC, entre el segundo semestre 2021 y el primero del 2022, hubo un 29,1 por ciento de aumento en los ingresos de las familias. Pero al analizar la Canasta Básica Total (CBT) se observa un incremento del 29,0 por ciento y del 33,8 por ciento para la Canasta Básica Alimentaria (CBA).
Entre diciembre de 2021 y agosto de 2022, los alimentos aumentaron un 60,8 por ciento; y se incrementaron en un 81,4 por ciento respecto a agosto de 2021. El precio de la canasta básica creció un 57,3 por ciento desde diciembre de 2021 y un 75,2 por ciento desde agosto de ese año. Para Barrios de Pie, estos números explican la baja disminución en la pobreza y el aumento de la indigencia.
"Para hallar las causas de este fenómeno, es necesario analizar la cadena de la industria de los alimentos, principales formadores de precios en nuestro país", asevera la organización.
El informe recuerda que, en 2022, la Relatoría sobre el Derecho a la Alimentación de la ONU elevó a la Asamblea General un informe denunciando la responsabilidad del modelo agroindustrial sobre los índices de hambre en el mundo, al exponer que las empresas utilizaron la pandemia para lucrar y presionar a los gobiernos para que paralicen las medidas tendientes a garantizar el derecho a la alimentación. Como ejemplo, cita el lobby empresarial en nuestro país en relación a la Ley de Etiquetado Frontal.
Un estudio presentado por el CEPA (2022) toma los balances de las principales empresas del país incluyendo las de alimentos: Ledesma, Molinos Río de la Plata, Arcor y Aluar. Y muestra que las mismas tuvieron en 2021 una ganancia promedio de 426 millones de dólares. En 2022 ese promedio ascendió a 519 millones de dólares.
Los objetivos del relevamiento fueron conocer los patrones de consumo familiares de grupos de alimentos priorizados, indagar acerca de cambios en los patrones de consumo en el último año, informarse sobre el tipo de carnes de consumo cotidiano en las familias, relevar situaciones de inseguridad alimentaria grave en los hogares y conocer el impacto de la Prestación Alimentar en los consumos de alimentos y la inseguridad alimentaria en las familias en el contexto de crecimiento de la pobreza.