La Cumbre de Sistemas Alimentarios de Naciones unidas (FSS) se celebrará el 23 de este mes en Nueva York. Según el informe “El secuestro de los sistemas alimentarios”, de la organización Grupo ETC, se trata de un tipo de una cumbre “equivocada”. Advierten que el encuentro no apunta al cambio de los sistemas alimentarios, sino que gira en torno a “apuntalar la cadena alimentaria industrial a expensas de otros sistemas alimentarios”. En este sentido, denuncian el lobby de empresas como Google y Amazon, y la tendencia hacia una digitalización de los sistemas alimentarios.
“En verdad no es una cumbre de la ONU. Las cumbres que se han celebrado en los últimos 20 años normalmente se han propuesto por un Estado miembro, un grupo de miembros o un grupo político. Pero en esta oportunidad hubo solo un anuncio informal”, manifestó Neth Daño, del Grupo ETC durante la presentación del informe, realizada el 9 de septiembre. También participaron de la charla, titulada “Desenmascarando el golpe de los Estados al Sistema Alimentario Global”, Jim Thomas y Ronnie Hall, todos de ETC, organización dedicada a la conservación y promoción de la diversidad cultural y ecológica y los derechos humanos.
En la misma sintonía, los tres expositores se preguntan: “¿Quién decidió sobre la cumbre de los sistemas alimentarios?”. En ese sentido, apuntan al Foro Económico Mundial, a fundaciones como Bill y Melinda Gates y a la Rockefeller, y a empresas como Syngenta. La disputa política de esta cumbre es por la gobernanza internacional de los sistemas alimentarios globales. En ese sentido, denuncian la escasa participación que se le dio a los pequeños agricultores y a las poblaciones indígenas. “La idea era tomar decisiones democráticas por parte de los gobiernos. Hoy no se tiene en cuenta a los pequeños agricultores”, afirman desde ETC.
El Grupo ETC estima que solo el equivalente del 30 por ciento de la población mundial se alimenta principalmente por la cadena alimentaria industrial, mientras que el el 70 por ciento restante obtiene sus alimentos principalmente de las redes alimentarias locales de los pequeños agricultores. La FAO va más allá y sugiere que más del 80 por ciento de los alimentos del mundo es producido por agricultores familiares y sus redes.
La crítica no solo apunta a qué actores quedaron fuera del encuentro, sino también a qué temáticas fueron soslayadas. En ese sentido, se enumera la soberanía alimentaria, los derechos, el cuidado de los suelos, la protección de los pueblos indígenas, los impactos en el ambiente y en la salud humana, la concentración de las grandes empresas en el sistema alimentario mundial.
“Vemos que la cumbre FSS es efectivamente una plataforma donde se promueve una nueva narrativa del sistema alimentario: dicen que el sistema está roto pero no aluden a las causas”, afirman desde ETC. “Esa narrativa se basa en los intereses de las empresas, y si esa va a ser la base de las recomendaciones estamos en una situación complicada”, postuló el investigador Jim Thomas.
Otro aspecto cuestionado es que quienes impulsan soluciones en el marco la nueva Cumbre hablan de soluciones “basadas en la naturaleza o en agroecología” para que los resultados sean más jugosos. “Pero eso no refiere necesariamente a un proceso de transformación sino a una forma de presentarlo de forma agradable. Hablan de agroecología pero en verdad las empresas del agronegocio van a estar en primera fila”, alertan las organizaciones.
El anuncio formal de la Cumbre de Sistemas Alimentarios en octubre de 2019 fue recibido con considerable escepticismo por parte de la sociedad civil, especialmente dada la dudosa procedencia del FSS. Retrasada por la pandemia, más de 550 organizaciones y movimientos de la sociedad civil aún lograron firmar una fuerte declaración condenando al FSS por su falta de transparencia, exclusión de los derechos humanos, y la influencia corporativa indebida del Foro Económico Mundial y la Fundación Bill y Melinda Gates (BMGF). También se cuestionó que la cumbre fuera dirigida por Agnes Kalibata de AGRA (referente del agronegocio en África).
La cumbre previa del FSS, y tal vez incluso la cumbre completa, parecen estar listas para llevarse a cabo casi por completo de manera virtual, con sus resultados elaborados en línea. Sin embargo, es muy probable que reuniones virtuales como esta conduzcan al cierre de las voces de quienes no tienen acceso a teléfonos inteligentes, computadoras e infraestructura digital, y al potencial silenciamiento de las voces críticas con el clic de un botón.
La Cumbre de Sistemas Alimentarios: ¿Un terreno en disputa?
“¿Por qué esas empresas quieren tener una cumbre de sistemas alimentarios?”, se pregunta Ronnie Hall, del Grupo ETC. “Hay una tendencia muy clara hacia intentar cambiar la gobernanza de esos sistemas”, responde. Los intereses de las empresas podrían articularse en tres ejes: digitalización, clima y Covid. “Si miramos 25 años atrás, los actores más importantes eran quienes buscaban petróleo o vendían acciones: ahora son los que capturan datos y emplean herramientas web. Esas empresas, como Google, Amazon o Facebook, quieren tener un rol importante en la economía, también en la alimentación”, explica el especialista. Desde la perspectiva de estas empresas multinacionales, el sistema alimentario está lleno de información, datos genéticos de las semillas o estadísticas de los campos o del consumo. Esa información es la que ponen en juego al momento de pedir su tajada de la torta en el contexto de la producción de alimentos global. En ese marco, esos datos disputan también con los saberes populares, campesinos e indígenas, que a niveles locales producen con un criterio comunitario y de cuidado de la salud y el ambiente.
“Estamos hablando de semillas producidas de forma digital. Hay empresas como Monsanto, que eran gigantes en el plano de la química y han devenido en gigantes del manejo de datos. De esta forma pueden tener una idea de todo el sistema alimentario y orientarlo a sus intereses”, afirma Neth Daño. Para la expositora, estos sectores del lobby empresarial “esperan que, dentro de diez años, los campesinos formen parte de las plataformas digitales. Para eso necesitan políticas favorables para la extracción de datos”.
Además, denuncian que los arquitectos del FSS “han explotado su creciente influencia política y financiera dentro de las Naciones Unidas para socavar toma de decisiones multilateral y suplantarla con lo que ellos llaman ‘múltiples partes interesadas globales gobernanza’. En definitiva, se trata de una puesta en escena para impulsar su propia agenda dentro de los mecanismos de gobernanza mundial en términos de alimentación.
Seguir la agenda del FSS sancionada por las empresas daría lugar a mayores impactos negativos en soberanía alimentaria y biodiversidad agrícola en los campos de los agricultores, y erosionan rápidamente los sistemas de conocimiento que han sido desarrollados por campesinos, comunidades locales e indígenas a través de generaciones de hacer agricultura. Desde el Grupo ETC afirman que, en este momento de la profundización de la crisis climática y la biodiversidad colapso, no se puede permitir el lujo de ser engañados por corporaciones.
Medidas para direccionar la política alimentaria internacional
Los defensores del la Cumbre FSS argumentan que el sistema de alimentación “está roto”: que el crecimiento de la población y el cambio climático implican problemas para la provisión de alimentos a toda la humanidad y que -para afrontar esos conflictos- la salida es tecnológica. “Pero esta es una historia cuidadosamente construida por aquellos que se benefician de ella. Está destinada a permitir la expansión de la forma industrial de alimentos controlada por las empresas producción”, asegura el informe Desenmascarando el golpe de los Estados al Sistema Alimentario Global -elaborado en conjunto con la Fundación Rosa Luxemburgo-. El documento cuestiona términos como “agricultura de precisión", “frontera digital”, "producción positiva para la naturaleza", "clima y agricultura inteligente ”, entre otras políticas claramente ligadas a un control corporativo de los procesos productivos.
La digitalización de la agricultura en todo el mundo podría borrar rápidamente los conocimientos tradicionales sobre la producción de alimentos, eliminando así soberanía alimentaria, y la independencia de agricultores, pequeños agricultores, pescadores y pueblos indígenas. Esto, a su vez, podría conducir un proceso de descalificación agrícola y agravar la migración rural urbana y los asociados problemas sociales.
En 2020, el Grupo ETC analizó tres iniciativas intergubernamentales independientes que podrían converger para cambiar radicalmente el sistema agrícola multilateral a favor de las empresas. Por un lado, la inminente celebración de la Cumbre de Sistemas Alimentarios (FSS). Por otro, la consolidación del sistema internacional de investigación agrícola en una nueva modalidad de Cgiar (Grupo Consultivo para la Investigación Agrícola Internacional). El Cgiar es un consorcio de centros de estudio cuya labor es “aumentar la seguridad alimentaria, reducir la pobreza rural, mejorar la salud y la nutrición humana y asegurar un manejo sostenible de los recursos naturales”. Coordina la labor de 15 centros, en colaboración con organizaciones asociadas, institutos de investigación nacionales y regionales, la academia, el sector privado y la sociedad civil. En 2020, el control del Cgiar quedó en manos de la Fundación Bill y Melinda Gates (BMGF), la Fundación Rockefeller, la Fundación Syngenta, el Banco Mundial y los gobiernos de Estados Unidos y del Reino Unido.
Un tercera táctica es la creación de de una plataforma internacional para la alimentación y la agricultura digitales (originalmente propuesta como un Consejo Digital Internacional para la alimentación y la agricultura).
El tsunami de la digitalización
Un aspecto muy cuestionado sobre la próxima cumbre es que no fue convocada por los Estados parte, sino que las empresas “se basaron en procesos de gobernanza que ya existían y, por lo tanto, se organizaron en Roma, sede de la FAO y del Comité de Seguridad Alimentaria (CSA)”.
Esto puede explicarse, para organizaciones como ETC y la Fundación Rosa Luxemburgo, en la creciente inquietud empresarial por la aceptación de las agencias con sede en Roma de la importancia de la agroecología, especialmente dentro del Comité de Seguridad Alimentaria Mundial. Una segunda razón alude al deseo de abrir los sectores de la alimentación y la agricultura a los mercados de carbono y biodiversidad. Una hipótesis más potente postula qué cambios y transformaciones estructurales y de gobernanza global serán necesarios en el mundo de la alimentación y la agricultura para permitir la digitalización de los procesos productivos.
Por ejemplo, en el Norte y en los grandes mercados urbanos del Sur, los sistemas de entrega de comestibles y servicios de alimentos en línea explotaron como resultado de las restricciones de cierre impuestas debido a la pandemia de Covid19 Esto expandió rápidamente el papel de los nuevos actores del sector alimentario digital, incluidos Amazon, Alibaba, Ten Cent, Pinduoduo, FlipKart y otros, colocándolos a la cabeza del grupo de quienes se dedican a la venta y distribución de alimentos. “Estos titanes de datos, que en algunos casos también controlan los servicios en la nube para la agricultura digital, ahora están forjando alianzas y empresas conjuntas con la agroindustria, los filantrocapitalistas y el propio sistema de la ONU”, avisan desde ETC.
En el ámbito rural, en los campos y en las granjas industriales, se están produciendo rápidamente cambios similares, con vigilancia digital, plataformas de datos, drones y la llamada “inteligencia artificial” que vigila y desplaza cada vez más a los trabajadores, toman decisiones agrícolas y reemplazan el conocimiento de los agricultores, pastores y pescadores.
El nuevo plan para desarrollar la "agricultura de precisión" incluye medir el carbono del suelo y el crecimiento de las plantas a través de sensores en las granjas. También propone las llamadas soluciones agrícolas industriales "regenerativas" a través de sus plataformas agrícolas digitales (como el Climate Field View de Bayer o el "centro de operaciones" de John Deere).
En julio de 2020, Bayer -que es propietaria de Monsanto y su subsidiaria The Climate Corporation- lanzó la Bayer Carbon Initiative, que paga a los agricultores que usan su aplicación de agricultura digital si siguen fielmente sus recomendaciones (que incluyen el uso de productos de Bayer) para secuestrar carbono en sus suelos. Estos esquemas digitalizados de producción capturan saberes ancestrales y prescinden de la mano de obra en el ámbito rural. Esa es la disputa política que se juega en la próxima Cumbre Mundial de Sistemas Alimentarios.
“Necesitamos una cumbre diferente”
“Necesitamos un cumbre diferente”, afirman las organizaciones sociales. En esa línea, apuntan a “una cumbre genuina, que desafíe el impacto del sistema alimentario industrial sobre la alimentación, la salud, el clima y la biodiversidad; que tengan una mayor participación de campesinos, pequeños agricultores, pastores, pescadores, pueblos indígenas y productores urbanos que alimentan a la inmensa mayoría de población del planeta”. Sus aportes deben ser integrados y contribuir a dar forma a las deliberaciones del Comité de Seguridad Alimentaria de la ONU, que ya tiene asignada la tarea que pretende autoadjudicarse la Cumbre de Sistemas Alimentarios (FSS).
Desde el Grupo ETC prevén que “la Cumbre brinda la estructura, Cgiar es el sistema de entrega y el Big Data es el producto ". “Vemos estos tres procesos marchando rápidamente hacia adelante, potencialmente secuestrando los sistemas alimentarios globales, incluso mientras la pandemia pone patas arriba la vida de las personas”, alertan.
Los impulsores de la Cumbre alertan que el sistema alimentario está “roto” pero -advierten desde el Grupo ETC- no aluden a las causas de esa crisis. “Debe referirse específicamente a la cadena alimentaria industrial, esa parte del sistema alimentario mundial bajo control de intereses corporativos que depende en gran medida de insumos de combustibles fósiles y químicos, produce alimentos principalmente para el mercado comercial en países desarrollados y las clases media y alta de los países en desarrollo”, afirman.
Tal como sostiene el informe presentado, la cadena alimentaria industrial no está simplemente rota, está dañando profundamente. Usa el 75 por ciento de las tierras agrícolas del mundo, consume al menos el 80 por ciento del agua dulce y es responsable de al menos el 90 por ciento de emisiones de gases de efecto invernadero de la agricultura.
* Este artículo forma parte de la serie «Recuperando la narrativa de los sistemas alimentarios», que cuenta con el apoyo de la Fundación Rosa Luxemburgo.